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Lunes, 12 de mayo de 2008
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Tributo a Miguel Guerberof, a un año de su muerte

El texto y la matemática disfrazada

En homenaje al actor, director y docente, se montará hoy en el Teatro El Cubo una versión de Palabras y música, de Beckett.

Por Hilda Cabrera
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Guerberof había estrenado Palabras y música en 2003, en colaboración con el músico Martín Bauer.

Homenajeado meses después de su muerte con la presentación de algunas de sus puestas (Comedia y Ceremonia enamorada) y la realización de la segunda edición del Festival Beckett Buenos Aires, por él creado, el actor, director y docente Miguel Guerberof es el destinatario de un nuevo tributo que se le ofrece a un año de su fallecimiento. Será hoy en el Teatro El Cubo (Zelaya 3053), a partir de las 21, y tendrá estructura musical. Se trata de una versión de la pieza de teatro radiofónico Palabras y música, de Samuel Beckett, que Guerberof estrenó en 2003 en colaboración con el músico y compositor Martín Bauer, ahora organizador y director general de esta puesta-homenaje de la que participan actores y músicos. El origen es Words and Music, obra para radio escrita en 1962 que en una segunda etapa recibió el aporte del compositor Morton Feldman. Poeta de la sugerencia, el irlandés Beckett ha sido uno de los creadores más frecuentados por Guerberof, superando apenas entre sus predilectos a William Shakespeare. Pero hubo más en su intensa trayectoria, entre otros el británico Harold Pinter y el austríaco Thomas Bernhardt, en quienes también descubría esa línea de humor corrosivo que tan certeramente expuso el escritor dublinés en Esperando a Godot y Final de partida.

Guerberof se deleitaba con la recreación de personajes de Beckett, como el tirano Pozzo (que interpretó) y su esclavo Lucky; o Nagg y Nell (aquel que acuñó la frase “nada es tan divertido como la desgracia”); o Mercier y Camier, de la novela Mercier et Camier, que el director mendocino llevó a escena, animado siempre por infinidad de proyectos, aun cuando acostumbraba decir que no era propio de él abrigar esperanzas ni ilusiones. Sin embargo, levantó el Beckett Teatro en un galpón destinado a depósito en el barrio de Abasto y fue su director artístico desde la fundación, en agosto de 2005, hasta su muerte. Esa sala de Guardia Vieja 3556 serviría además para dar oportunidad a quienes se iniciaban en el arte teatral. Con una primera formación en su provincia, integró años más tarde uno de los elencos de Teatro Abierto 1981, componiendo el rol de Flemón en Trabajo pesado, de Máximo Soto, y destacándose en sus numerosos trabajos para el teatro, el cine y, ocasionalmente, la televisión.

En los últimos años logró conformar una compañía dedicada casi exclusivamente al estudio y la interpretación de obras de Shakespeare poco o nada representadas, como El cuento de invierno (en gira europea durante 2001), otras que recreó desde el título (Para todos los gustos y Bien está lo que bien acaba) y alguna más con recortes de textos del poeta nacido en Strafford-upon-Avon, como el entramado de personajes femeninos que conformó en Ceremonia enamorada. Fascinado por el just play característico de las piezas del dublinés (que escribió con pareja expresividad en inglés y francés), Guerberof armaba sus espectáculos de modo tal que los expectadores quedaban en libertad para sacar sus conclusiones. Dirigió con mente abierta más de diez obras de Beckett: Los días felices, Comedia, Acto sin palabras, Solo, donde actuó, permitiendo que las emociones y sentimientos ocuparan espacios en el propio cuerpo. El papel de Solo es sin duda intenso y está dibujado con pocas frases: “El nacimiento fue su muerte. Ceño fruncido desde entonces... Mamando el primer fiasco”.

Sorprendía también con otros autores, regocijándose ante el desconcierto que producía en públicos extraños. Cuando montó Los enanos, de Pinter, dijo querer descubrir “los fragmentos de miedo” insertos en la historia y no quedar en lo anecdótico. Esto parecía divertirlo, tanto como establecer paralelos entre personajes de diferentes autores. Un ejemplo: entre Len y Mark (de Los enanos) y Vladimiro y Estragón (de Esperando a Godot). Fue original en su visión de Alcestes, de Eurípides, y en su versión de El castillo, sobre la novela de Franz Kafka. Se recuerda como una puesta única El retrato del pibe, elaborada en base a una pieza corta de José González Castillo, en la que demostró una vez más su arte para la dramaturgia.

Sabía cómo descubrir “el trastorno de la realidad” y acostumbraba citar a pensadores como Roland Barthes. Y esto a propósito de un texto de Pinter que –en su opinión– armonizaba con una reflexión del ensayista: “Un fragmento del lenguaje infinito que no cuenta nada, pero donde algo inaudito y tenebroso pasa”. Esa aceptación por lo “inaudito” y fragmentado del discurso y de las situaciones en el teatro contemporáneo lo llevaba a afirmar que “el teatro es una única situación que se repite hasta el infinito; una situación madre que da origen a otras, pequeñas, que abrevan en ella, la completan y desarrollan”. Finalmente –decía– “la situación y la pregunta de Hamlet es una sola: ¿cómo hago para vengar a mi padre?”.

Si para Beckett la música era –como le gustaba destacar a Guerberof– “una matemática disfrazada”, les toca ahora a los discípulos, amigos y colegas que participan del homenaje ocuparse de esa matemática. En este tributo acompañan al director Martín Bauer –que estrenó otras obras junto al actor y director mendocino (Manchas en el silencio y An Alphabet)– los actores Pablo Seijo y Luis Ziembrowski (en el papel que en el estreno de 2003 interpretó Guerberof); y el Quinteto Sonorama, integrado por Sergio Catalán y Juliana Moreno (flautas), Elena Buchbinder (violín), Mariano Malamud (viola); Fabio Loverso (cello), Lucas Urdampilleta (piano) y Oscar Albrieu Roca (vibráfono). Participa en Arte, Minou Maguna. La dirección musical es de Santiago Santero. La elección de Ziembrowski se debe –apunta Bauer– a que “Miguel fue su primer maestro de teatro y Luis tuvo una singular manera de ser fiel a esas enseñanzas a lo largo de todos estos años dedicados al teatro”.

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