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Sábado, 10 de diciembre de 2005
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SANDRA FIORITO HABLA DE SU OBRA “ENTRESTADOS”

La improvisación como método

La actriz y bailarina reivindica la intuición como punto de partida y la danza-teatro como conjunción de lenguajes.

Por Cecilia Hopkins
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Lorena Ferreyra y Julieta Aure en una escena de la obra de Fiorito, que va en el Teatro del Sur.
Sandra Fiorito debe su formación como bailarina al ballet juvenil del Teatro San Martín, pero su visión actual de la escena está muy ligada al teatro. El tiempo que estudió con Pompeyo Audivert le sirvió para comprobar que también el teatro puede construirse desde el lugar de la improvisación. Según define ella en conversación con Página/12, “la improvisación te lleva a plantarte en el escenario con todos los materiales que tenés –texto, música, movimiento, silencio– y decidir el modo de usarlos frente al espectador”. Este domingo 11 y el próximo, a las 19, Fiorito muestra en el Teatro del Sur (Venezuela 2255) su último trabajo. Entrestados está interpretado por Lorena Ferreyra y Julieta Aure, además de la misma Fiorito. La música es de Martín Loiácono, la iluminación, de Carlos Morelli. El trío lo armó con una actriz y una bailarina, porque le interesa la fusión entre teatro y movimiento. La obra comienza en torno de un banco de plaza y lentamente va imponiéndose en la escena el tema de la desaparición forzada de personas. Refuerza el discurso sobre la represión un texto de Guitarra negra, de Alfredo Zitarrosa, en boca de una de las intérpretes. “El tema de la muerte y la desaparición están presentes siempre en mis obras, aunque de una manera menos explícita que esta vez, porque lo que hago siempre se nutre de lo social.”
Fiorito explica que el punto de inicio de la pieza fue el mismo trabajo con el banco: “Empezamos a improvisar usándolo como disparador de asociaciones y ahí apareció una plaza, luego la Plaza de Mayo y los desaparecidos. Me gusta trabajar con elementos que se van asociando en el trabajo”. Lo mismo pasó con su propia presencia en los ensayos, cuando sentía que debía funcionar como nexo entre ambas intérpretes, a la búsqueda de la conjunción de dos lenguajes: “Fue surgiendo mi personaje, que se terminó definiendo como un ente, la figura de El desaparecido”. Fiorito interviene desde ese rol en la relación de una madre y su hija desaparecida.
Su vestuario, al igual del que viste el personaje de la joven, es de color verde, “un color que parece decir que este tema está muy vivo en todos nosotros”. Fiorito desconocía que la imagen brutal de las reses (los fragmentos de Uruguay for export, de Zitarrosa, se refieren a las faenas de un frigorífico) siempre han aludido al tema del autoritarismo, desde Echeverría a Carlos Alonso. “Soy bastante ignorante pero tengo pulsiones intuitivas para trabajar y, en algún plano, siempre quiero decir algo sobre los que quedan excluidos del sistema. Creo que es bueno encontrar una expresión personal. Si en algún momento pareció, en general, que la danza-teatro estaba hecha por gente que no era ni muy buen bailarín ni muy buen actor, me gustaría cambiar esa idea”, explica.
Pero a pesar de su tenacidad, Fiorito encuentra que el trabajo independiente tanto en danza como en danza-teatro es muy difícil de imponer en el público local. “Es una paradoja, además, esto de terminar pagando para que se vea el propio trabajo. No se pueden resolver ni los tiempos de ensayo, porque hay que usar los tiempo que sobran de las actividades que nos permiten sobrevivir. Después, hay que encontrar quien nos preste una sala de ensayo, porque nadie puede sostener económicamente tanto tiempo de elaboración. Y finalmente, viene el momento de pagarse uno mismo sus funciones”, resume.

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