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Sábado, 10 de enero de 2009
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Cena entre amigos, del neoyorquino Donald Margulies

La velada menos pensada

La obra dirigida por Agustín Alezzo y Lizardo Laphitz, que tiene como protagonistas a cuatro amigos –dos parejas–, hace eje en las formas opuestas de concebir el matrimonio. Valiéndose de situaciones graciosas, la puesta contribuye a habilitar reflexiones valiosas.

Por Cecilia Hopkins
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Cena entre amigos puede verse de jueves a domingo, en la sala El Duende.

Comedia dramática escrita por el estadounidense Donald Margulies (ver recuadro), Cena entre amigos acaba de subir a escena en la sala El Duende (Córdoba 2797) bajo la dirección de Agustín Alezzo y Lizardo Laphitz. El título, que parece anticipar una velada agradable compartida entre personas afines, hace alusión, en cambio, al momento justo en que cuatro amigos (dos parejas) comenzarán a dejar de serlo. La obra hace eje en dos formas opuestas de concebir el matrimonio. Si para Sofía y Gabriel (Cecilia Chiarandini y Roberto Vallejos) debe primar en la pareja la actitud de conservar lo que se ha ido construyendo a través del tiempo, para Inés y Tomás (Nora Kaleka y el mismo Laphitz) se impone la necesidad de romper el vínculo si se ha llegado a la conclusión de que es necesario producir un cambio sustancial en la vida. Algo que ellos llevan a cabo, si bien no en forma simultánea, a un ritmo bastante acelerado, decisión que se transforma en un problema para sus amigos de toda la vida. Al punto que ya no saben cómo organizar sus vacaciones.

La obra de Margulies (que puede verse jueves, viernes y sábados a las 22.30 y los domingos a las 21.30) aunque no presenta un planteo novedoso mereció en 2000 el prestigioso Pulitzer al mejor drama. Un premio que colaboró, sin dudas, en la decisión de lanzar una versión televisiva al año siguiente, protagonizada por Norman Jewison, Dennis Quaid y Andie MacDowell. Más allá del premio y su difusión televisiva, el texto acierta en desarrollar situaciones en las que prima el humor, las cuales jugadas a buen ritmo, como es el caso del elenco que se luce en El duende, tienen el valor de dotar al espectáculo de un sostenido interés, en función de habilitar, junto a la risa, ciertas reflexiones valiosas.

La primera escena encuentra al matrimonio de Sofía y Gabriel relatando las peripecias de su reciente viaje a Italia a Inés, cuyo marido, supuestamente, faltó a la cita por un caso de fuerza mayor. Pero hacia los postres se quiebra y confía a sus amigos que el marido decidió la separación por haberse enamorado de otra mujer. A partir de sus conversaciones, se sabe que las parejas han comenzado a transitar sendas vidas matrimoniales en la misma época, incluso las esposas han quedado embarazadas el mismo verano. Trasladada la acción a Buenos Aires (la misma Chiarandini se ocupó de la traducción) las menciones al pasado en común abundan en vacaciones compartidas en Punta del Este e innumerables situaciones de festejo y reunión entre los cuatro. Lo que no soporta la pareja que permanece unida es afrontar ese futuro que soñaban compartir indefinidamente con estos amigos, los cuales hasta el momento, les devolvieron como en espejo su propia imagen de matrimonio feliz.

Si bien la pieza entra en los límites del llamado “teatro de living” o comedia acerca de los vaivenes sentimentales de pareja (usualmente, de matrimonios que suelen gozar de un buen pasar económico, como es el caso de éstos), son tres los ámbitos en los cuales se desarrolla la acción (la escenografía es de Marta Albertinazzi): el comedor de la pareja anfitriona, la habitación (que es ocupada alternadamente por unos y otros) y un bar. Tal vez, las escenas que más atraigan al espectador sean las que revelan los sentimientos de los personajes a través de su comportamiento gestual. Así, Sofía –la perfecta ama de casa– se vuelve torpe y distraída a la hora de manipular platos y fuentes, por obra del discurso de su amiga, que en muy poco tiempo después de separada ha encontrado una nueva pareja y se felicita de todos los cambios operados en su vida. También son disfrutables las escenas en las que breves pausas se instalan en la conversación para sugerir rencores contenidos y sensaciones de extrañamiento. O aquellas en las que las alteraciones de la voz de los personajes, en pleno brote de bronca contenida, expresan mucho más de lo que dicen las palabras.

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