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Sábado, 31 de octubre de 2009
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Gerardo Naumann y el ciclo Intervenciones del Centro Cultural Rojas

Las múltiples vidas de un cuaderno

La coproducción argentino-irlandesa Una obra útil, que se presenta en la escuela Juan Crisóstomo Lafinur, se montó a partir de un manuscrito hallado entre bolsas de residuos. La pieza se plantea como paso previo a una película y se prueban escenas en público.

Por Facundo García
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Naumann concibe el teatro como herramienta de investigación.

Verano, calor, una calle de Buenos Aires. Gerardo Naumann iba caminando cuando vio al cartonero ensimismado en la lectura de un cuaderno. Sonreía mientras pasaba las hojas. Hacía gestos. Picado por la curiosidad, el dramaturgo se acercó y tardó dos segundos en caer rendido frente a aquellas líneas intensas, atiborradas de caligrafía femenina. Ese fue el origen de Una obra útil, coproducción argentino-irlandesa que se presenta los sábados a las 21 en la Escuela Juan Crisóstomo Lafinur (Gorriti 5740), como parte del ciclo Intervenciones del Centro Cultural Rojas. La puesta desmenuza la historia de Karina, una inmigrante uruguaya que llegó al país en 2001 y empezó a volcar en un diario personal preocupaciones y esperanzas, aunque luego tiró sus textos a la basura. Pero eso es sólo una aproximación: la pieza que se montó a partir del manuscrito hallado entre bolsas de residuos se plantea como paso previo a una película. Y lo que emerge entonces es el teatro como herramienta de investigación, como proceso y como uso. El arte como máquina para formular preguntas.

“En enero de 2006 –repasa Naumann– había terminado de hacer Emily, mi laburo anterior, y me interesaba meterme con el cine. Estaba pensando ideas para presentarme en una beca que ofrecía la Fundación Proa y le compré a aquel tipo el diario de Karina, por veinte mangos. Como autodidacta total me animé a proponer una película llamada Uruguay que se basaría en ese hallazgo.” El artista ganó el concurso y trabajó en un guión durante cuatro meses. “Laburamos muy bien y logré un guión que no me gusta. Sin embargo, como lo que hay para contar es potente, se me ocurrió que se podía hacer una obra teatral como paso previo al rodaje”, especifica.

A medida que se acumulan las funciones, van asomando retazos del film que vendrá. De ahí su utilidad. El método es sistemático: el director desmonta el relato de la joven y le aplica una lupa conceptual. “Voy con mucho cuidado –avisa el entrevistado–, porque sé que se trata de un material valioso.” Karina glosa puntillosamente los avances de su relación amorosa con un muchacho y las vicisitudes de su precaria situación laboral. Sin embargo, para los que gustan de afinar el análisis, Una obra útil permite ir mucho más allá.

–Colaboraron en esta producción el Proyect Arts Centre y el Fringe Fest de Irlanda, a los que se sumó el Culturegest de Portugal. ¿Tanto encanto tienen las páginas del cuadernito?

–Es impresionante cómo escribe Karina. No tiene “conciencia literaria” sino que expresa lo que siente tal como le salía a sus veinte años. Por otra parte, juega de manera extraña con un lector: “Hola diario –pone–. Disculpá que este año no te haya escrito mucho”. Es raro: le habla al diario como si fuera una persona. Y hoy la leemos como si nos hablara.

–Aparte, es la redacción de una laburante. Abrirse a esos escritos presupone también una postura política...

–Es que de eso se trata. Se cree que el teatro debe estar asociado sí o sí con el entretenimiento, y yo trato de conectar con otras nervaduras. En Emily había aprovechado diálogos sacados de libros de enseñanza de idiomas, un material muy burgués. Esta vez opté por una postura diferente.

Un cuaderno, un dramaturgo, un espectáculo. La anatomía interna de Una obra útil podría haberse quedado en eso. Pero luego de embarcarse en el proyecto, Naumann decidió rastrear a la autora del cuaderno. Y –tal como él mismo cuenta en escena– la encontró. Karina había escrito seis tomos de su diario, cinco de los cuales se perdieron en la basura luego de que ella los tirara. Ya no trabaja como empleada doméstica, consiguió otro empleo. Su situación proletaria, empero, no varió.

–Usted hace que los actores María Villar y Diego Jalfen prueben escenas frente al público. Ven opciones de cámara, se relevan posibles locaciones e incluso hay un casting en vivo. Y están los extras, que tienen un peso fundamental en la representación...

–Sí, porque son individuos a los que el espectáculo les quita el aura. En ellos no está el estrellato, sino lo laboral en su sentido más obvio. ¿Quiénes son estos extras? ¿Qué hacen cuando no hacen nada? ¿Y qué hacen mientras esperan a pasar por atrás en una escena? ¿Duermen? ¿Hacen crucigramas? ¿Escriben un diario íntimo? ¿Cuántos extras hay en nuestra vida? ¿De quién es extra cada uno de nosotros? ¿Pasamos a ser extras de nuestras ex novias?

–El ciclo Intervenciones que cura Matías Umpierrez propone integrar el arte a espacios privados o públicos. ¿Qué motivaciones hubo, en este caso, para cambiar la sala teatral por una escuela?

–Como la obra se trata de mí tratando de pensar un film, y las películas después del neorrealismo italiano se filman en espacios públicos, movernos resultaba una movida viable. Karina, después de todo, pertenece a un espacio que no es del teatro. Quizá lo que ella dice se resentiría un poco en un espacio teatral clásico. Asimismo, es interesante que una representación deje un espacio para analizar adónde se está desarrollando.

* El sábado 14 de noviembre no habrá función. Para hacer consultas o reservar localidades, escribir a [email protected].

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