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Martes, 12 de enero de 2010
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Manuel Callau y el espíritu de la obra que presenta en Mar del Plata

“Hay muchos Cyranos dando vueltas”

“Nos acercamos a un hombre que valoraba profundamente la ética y sufría la discriminación”, dice el actor, que señala que el texto escrito por Edmond Rostand en el siglo XIX sigue teniendo resonancias en el presente y permite soñar con una sociedad más justa.

Por Facundo García
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“Supe de Cyrano en el ’69, cuando me escapaba para ver a Ernesto Bianco”, afirma Callau.
Desde Mar del Plata

Este verano la costa despierta sensaciones enfrentadas. Si por un lado es una alegría comprobar que las playas se llenan como nunca, también es verdad que los fenómenos masivos que causan fervor son un insulto a la inteligencia más rudimentaria. Será tarea de optimistas explicar por qué tantos deciden enterrar su autoestima bajo las babas de patetismo que deja tras de sí la figura omnipresente y ostentosa de Ricardo Fort. Pero a no desesperar, que existen trincheras: alguien –siempre quedará alguien– se sigue preguntando por el sentido de las cartas de amor, de los amigos y de la propia identidad. Manuel Callau es uno. Junto a un elenco multidisciplinario que canta, baila y utiliza títeres diseñados por Rep, el actor protagoniza Un mundo de Cyranos, suerte de barricada donde los que no se prenden en la pavada se sentirán menos solos.

“En la puesta, nos acercamos a un hombre que valoraba profundamente la ética y sufría la discriminación”, dispara el artista. A partir de la diferencia que marca su nariz, Cyrano se desgarra al no poder mostrar su amor por la bella Roxanne. Como es sabido, termina prestándole su talento al bello Christián, que concreta la conquista a partir de las innumerables cartas de amor que el narigón escribe en secreto para la muchacha.

–Pobre Cyrano. Hoy lo suyo tal vez se habría solucionado con una cirugía estética. Aunque pensándolo bien, ¿acaso no siguen existiendo narices que marcan la exclusión? ¿Narices espirituales, éticas y socioeconómicas?

–Definitivamente. Ahí es donde nosotros abordamos el tema de la diversidad. Fíjese que los mejores amigos de Cyrano también son “diversos”. Uno es un petiso y el otro un gordo. En escena, los representamos con muñecos manejados por actores. Cuando pasan determinadas cosas, aparece “el hombre que está detrás de la máscara”, la entidad íntima. La idea de un mundo de Cyranos es soñar con una sociedad en la que los distintos se sientan integrados y puedan mostrarse como son.

–¿Rescatar temas tan vinculados al Romanticismo del siglo XIX no implica el riesgo de caer en un discurso anacrónico?

–El texto de Edmond Rostand se estrenó en 1897 y se ubica dentro del neorromanticismo. ¿Dónde está el vínculo? Bueno, hoy también vivimos épocas en que sentimos la necesidad de reformular nuestros paradigmas. Cyrano tiene valores, se juega por ellos y no se vende, y eso lo hace indispensable. Asimismo –y por las dudas– hay un relator que va comentando lo que sucede. Esa presencia sirve para dar una mirada crítica alrededor de cada escena.

Casi todos los que sienten cariño por el espadachín de la nariz que llegaba “un cuarto de hora antes” suelen recordar cuándo oyeron hablar de él por primera vez. Para algunos fue la versión cinematográfica que protagonizó Gérard Depardieu y dirigió Jean-Paul Rappeneau a principios de la década del ’90. Otros asocian el nombre a hazañas teatrales de otros tiempos. Con cuarenta años de profesión, Callau pertenece a ese último grupo: “Supe de Cyrano en el ’69, cuando me escapaba para ver al actor Ernesto Bianco. Yo estaba trabajando en un espectáculo que iba antes, y siempre me quedaba en los camarines para ver su representación cyranesca. Quedé fascinado con su trabajo y ahí nomás me conseguí el libro”.

La versión libre que se ofrece esta temporada fue escrita y dirigida por Manuel González Gil, y ya ha cosechado un tendal de premios, amén del apoyo del Inadi. Participan la Camerata vocal de la Universidad Nacional de Mar del Plata y el Ballet de la Escuela Municipal de Danzas, con música en vivo y varios números de baile. “Nuestro principal interlocutor es la familia”, define Callau, que considera las vacaciones como una oportunidad para reconectar los lazos afectivos.

–¿Se siente solo quien rescata a Cyrano?

–No estaría tan seguro. Que ni siquiera se puedan enunciar sus ideas por miedo a quedar en ridículo –como probablemente quedo yo al defenderlas– no quiere decir que no exista gente que cree en lo que él significa. Estoy convencido de que hay muchos Cyranos dando vuelta.

–Lo que pasa es que se trata de un ser muy frágil. En el final de la vieja versión, por ejemplo, la desnudez emocional coincide con la muerte.

–Nosotros rescatamos ese monólogo final, en el que el tipo tira líneas muy potentes. “Si no triunfan las esperanzas de libertad, ¿qué esperanzas hay de gloria?”, dice, por citar una. En ésa lo acompañamos todos, y como colectivo de laburo apostamos a que también nos acompañe la subjetividad de la sociedad en la que trabajamos.

–Después está el tema del amor, que continúa siendo tan complejo como era en el siglo XVII...

–De hecho, a mí no me suena extraño lo que él opina al respecto. No tengo que recrear ninguna memoria emotiva para representarlo, lo cual no quiere decir que yo sea así. Lo que se ha modificado desde entonces es la caja de resonancia en que rebotan esas opiniones. Por lo tanto, se puede jugar a ver qué pasa si las expresamos otra vez, igual que en un juego.

–Y dijo alguien por ahí que “hay que aprender a jugar los juegos con la seriedad que se merecen, como hacen los niños”.

–Precisamente eso es ser actor.

–Pero muchos de los que curten su oficio están en otra vereda...

–Nuestro laburo está muy atravesado por la inestabilidad laboral. Como les pasa a ustedes los periodistas, las posibilidades aumentan en la medida en que uno se alinea con una “línea editorial”. El resultado es que prácticamente nadie se pregunta para qué mierda está trabajando. Los que indagan sobre ese sentido se convierten en “los problemáticos”. Si yo no lo hiciese, tal vez dejaría de ser revoltoso; pero lo que hago carecería de sentido. Es una porquería que nuestra actividad esté orientada solamente al consumo, y para ser honestos, ese alineamiento se da tanto en el teatro comercial como en el oficial. El arte es otra cosa. ¿Para qué sirve si no para recrear el imaginario social, que es en buena medida recrear la vida?

–¿Para mostrar el culo?

–Es infinitamente más que eso. Si nos emocionamos y nos reímos de las mismas cosas, quiere decir que compartimos un lugar en el mundo. Una identidad. Renovar esa identidad sin bajar línea es nuestra tarea. Supongo que cada quien podrá verlo con lo que hace. Como sea, la sociedad está pidiendo a gritos esa renovación. La violencia que vemos y vamos a ver tiene que ver con que estamos tardando en cambiar de paradigma.

En espera de ese cambio, es entretenido distraerse pensando a qué personajes de Un mundo de Cyranos se asemejan ciertas celebridades. Las actuales encarnaciones del éxito serían, sin dudas, diversas versiones de Christián, el galán sin ingenio. Pero en la obra, Christián finalmente sale de escena. Nada garantiza que la realidad sea tan generosa.

Una imaginación desbordante

El argumento de Edmond Rostand y la versión de González Gil se basan en la vida de Hercule-Savinien de Cyrano de Bergerac, un pensador y militar francés que vivió entre los años 1619 y 1655. Se han conservado algunos de sus escritos, que hacen gala de una imaginación donde precipitaba la osadía creativa heredada del Renacimiento y la libertad intelectual que preparó el terreno de la Revolución Francesa. En su legado se cuentan El pedante burlado y la serie El otro mundo, que se considera una de las primeras aproximaciones a la ciencia ficción e incluye “viajes” al Sol y a la Luna escritos en primera persona. Acaso por esa mente desbordante, o por la contradictoria convivencia entre un cuerpo marginado y una inteligencia vivaz, el recuerdo de aquel oscuro noble de segunda se ha agrandado con el paso de los siglos. Periódicamente se reinterpreta al arquetipo. Una de las adaptaciones más llamativas fue la que se realizó en las Islas Canarias en 2008: en el estreno, se informó que “aquellos ciudadanos que tengan una nariz prominente, con más de cuatro centímetros, podrán acudir esta noche a la Sala Insular de Teatro de Las Palmas de Gran Canaria para asistir gratis a la función”.

Un mundo de Cyranos se presenta los viernes, sábados y domingos a las 23 y los lunes a las 21 en el teatro Colón de Mar del Plata (Hipólito Yrigoyen 1665).

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