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Domingo, 18 de julio de 2010
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BABY, DE SUSAN SONTAG, EN ELKAFKA, CON DIRECCION DE LORENA BALLESTRERO

El lado oscuro de la paternidad

La directora adaptó un cuento de la ensayista y escritora estadounidense. En escena se ve una explosión verbal de padres desesperados y negadores en busca de un salvavidas externo que los ayude a manejar “el problema”, que no es otro que “el Nene”.

Por Carolina Prieto
Baby muestra lo compleja que puede ser la relación entre padres e hijos.

Todo diez en este cuatrimestre. Encontramos una caja de preservativos en la mesita de luz del Nene. La escritura del Nene es rara. Nos gustaría que lea más. Es un verdadero tacho de basura para acumular información inútil. Ese chico, hasta cuando sueña, sueña inteligentemente. El Nene dibuja comics pornográficos. El Nene escucha voces. Estamos sangrando, ayúdenos. Guarda un rifle en el placard. Quisimos abortarlo pero el médico estaba en Acapulco. Decirle que cuando nació nosotros empezamos a morir. Tuvimos que amputarle la mano derecha. Fue la única solución. Se toqueteaba sin parar.

Estas son sólo algunas de las tantas frases que viran de la ternura y el humor al espanto y el horror, y que pronuncian tres parejas de padres frente a un supuesto analista en Baby, la obra basada en el cuento homónimo de Susan Sontag, que Lorena Ballestrero dirige los viernes a las 21 en ElKafka (Lambaré 866). El texto original se publicó en 1974 en la revista Playboy, en pleno auge de las terapias alternativas y de la crítica al modelo estadounidense por parte de los sectores progresistas norteamericanos tras el horror de la guerra de Vietnam. Luego, el relato apareció en el libro Yo, etcétera, publicado en el ’78.

A poco de egresar como directora del IUNA, fogueada como asistente de dirección junto a Luis Cano y ya responsable de las puestas de Polixena y la cocinerita, de Alfonsina Storni, y Conga! (del propio Cano), Ballestrero se animó a encarar un tercer trabajo en el que la acción dramática se condensa exclusivamente en la palabra. Casi no hay acciones físicas, salvo un progresivo e imperceptible avance de las seis sillas, una al lado de la otra, en las que se sientan los padres mirando a la platea, lugar donde se ubicaría el terapeuta. Baby es una explosión verbal de padres desesperados y negadores en búsqueda, aparente, de un salvavidas externo que los ayude a manejar “el problema”, que no es otro que “el Nene”. ¿El resultado? Una suerte de confusión interesante: el espectador no sabe si hablan del mismo hijo y son un efecto por triplicado de los mismos padres en distintos momentos vitales. Si el chico en cuestión es un bebé, un niño, un adolescente o un adulto joven. Todo se mezcla y no queda otra que abandonarse a ese maremoto de sentencias paternas que se contradicen. Al comienzo y durante buena parte del espectáculo, muchos se sentirán identificados ya sea como padres o hijos, pero lo que se oye se va tiñendo de oscuridad e inquietud. De lo conocido al horror.

“Me gustó cómo está escrito. Todo en primera del plural: Nosotros dijimos... Nosotros pensamos... Sin especificar si son una madre y un padre o muchos. Y la forma en que Sontag toca el tema: no es sólo el vínculo padres e hijos, sino cómo el mandato social influye en que el hijo tenga que ser de tal manera. Aparece el deseo de los padres de que el hijo siga ese modelo”, cuenta la directora a Página/12.

–¿Cómo trabajó el texto original?

–Me atrajo la idea de que fueran muchas voces, por eso armé tres parejas de distintas edades. No modifiqué el texto, sólo distribuí qué dice quién. No toqué el orden de lo que se dice ni las palabras. Me acuerdo de que cuando leí el cuento, intentaba armar cómo era ese hijo, y no podía, se me desarmaba constantemente. Tiene cinco años y a las tres oraciones ya tiene ocho. Esa confusión era atractiva y mi idea fue jugar con ella. Porque en realidad creo que Sontag está hablando de algo más amplio que de un nene en particular. Al distribuir los textos también jugué con eso: hasta acá uno puede armar una idea del chico y luego eso se desarma por completo y tenés que volver a construir otra vez. Hasta renunciar a la idea de llegar a una determinada imagen. Creo que ella plantea un hijo más general, un hijo universal.

–¿Es difícil atrapar al espectador con puro texto? ¿Cómo trabajó con los actores en ese sentido?

–Empecé trabajando con cada actor por separado. Son actores con formaciones muy distintas y trabajé con cada uno para acercarnos a esa verdad escénica en cada uno de ellos. Después con las tres mujeres juntas, y por otro lado con los tres hombres, y luego junté los dos grupos. Buscamos que estuvieran presentes en lo que dicen, para que así suceda algo que genere una teatralidad que a su vez sostiene la atención del público y la tensión dramática. Es un texto con una construcción muy literaria y había que lograr que al decirlo sonara natural.

–El texto expone a padres sin mucha capacidad de autorreflexión, de repensarse ellos. Hay una crítica evidente.

–De hecho al principio ponen todo afuera: el problema es el Nene. Sontag extrema una situación hasta llegar a algo muy oscuro. Hay una crítica, muestra lo compleja que puede ser la relación. Si logro transmitir algo de toda esa complejidad que sentí al leer al texto, estoy contenta.

Sontag fue una de las primeras intelectuales estadounidenses en oponerse a la guerra de Vietnam y no tardó en convertirse en un referente central de la vanguardia cultural de su país. Estudió filosofía, literatura, hizo cine, se casó con el sociólogo Philip Rieff –con quien tuvo un hijo, David, también escritor– y en sus últimos años fue la pareja de la fotógrafa Annie Leibovitz. Dejó una obra vasta y lúcida traducida a más de treinta idiomas, en la que se destacan Notas sobre el Camp (1964), Contra la interpretación (1966), Estilos radicales (1969), Sobre la fotografía (1977), Bajo el signo de Saturno (1980) y El sida y sus metáforas (1987). Ballestrero, con apenas 28 años, se animó a trasladar un texto de Sontag al escenario y desplegar el lado más negro de la paternidad.

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