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Jueves, 3 de febrero de 2011
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La directora y el elenco hablan de La familia argentina, de Alberto Ure

“A los buenos dramaturgos los distinguen sus personajes”

Cristina Banegas, Luis Machín, Claudia Cantero y Carla Crespo analizan el texto del director, teórico y maestro, que “se adelantó veinte años en hablar de familias disfuncionales”, y propone una experiencia de dirección y actuación que señalan como única.

Por Cecilia Hopkins
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La familia argentina fue escrita entre 1989 y 1990, pero recién se realizó una puesta en Rosario el año pasado.

Escrita entre 1989 y 1990 por Alberto Ure, La familia argentina es la única pieza concebida por el polémico director que fue considerado vanguardia –seguramente a pesar suyo– en los ’70 y ’80. El año pasado se realizó en Rosario la primera puesta de este texto prácticamente desconocido, a instancias de Rody Bertol. En pocos días más, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) se conocerá la versión dirigida por Cristina Banegas, interpretada por Luis Machín, Claudia Cantero y Carla Crespo. La escenografía es de Juan José Cambre y la iluminación, de Gonzalo Córdoba. El diseño del vestuario y la asistencia de dirección están a cargo de Greta y Francisca Ure, ambas, hijas del autor (ver aparte).

Víctima en 1998 de un accidente cerebral que lo alejó de la actividad teatral, Ure volvió a agitar las aguas cinco años después. Fue en ocasión de la publicación de Sacate la careta, un libro que contenía una serie de artículos sobre teatro, política y cultura, hoy agotado y a la espera de una reedición. Autora del prólogo en función de una extensa historia teatral compartida con el director, Banegas describió de este modo a Ure: “Es un director, un teórico, un maestro, un pensador único. De una inteligencia y una audacia intelectual extremas, que excede absolutamente el campo teatral y lo coloca en esos lugares de la cultura argentina que terminan siendo incómodos y temibles para casi todos los funcionarios de turno, los críticos mediocres y los biempensantes del arte teatral en general”. El año pasado, Banegas colaboró con el Instituto Nacional de Teatro para editar un nuevo libro de escritos de Ure, llamado Ponete el antifaz. Y por lo visto habrá más: la actriz y directora afirma que aún hay mucho material por publicar de lo que se ha dado en llamar “el archivo Ure”.

La familia argentina es una obra que, como dice Banegas en la entrevista con Página/12, “se adelantó veinte años en hablar de las familias disfuncionales”. O tal vez –y el título contribuye a pensar en eso– elabore una metáfora: “Porque lleva a escena con dolor pero sin miedo la violencia de la dictadura militar”, según apunta Crespo. Baste decir que la obra plantea un violento triángulo entre una pareja separada y la hija de ella, criada desde chica por ambos. También hay un embarazo que sorprende a todos, pero adelantar más datos no es conveniente. La pieza que fue inicialmente planteada en tres cuadros ahora se presentará sin cortes y con un epílogo: “Ure nunca terminó de escribirla, de modo que nos autorizó a que le hiciéramos cambios”, cuenta Banegas. “Así es como él trabajaba, interviniendo los textos que ponía.” Si bien el equipo está ensayando desde octubre, el proceso de trabajo tomó prácticamente todo 2010. Así, Machín cuenta que tenía varios proyectos para concretar el año pasado hasta que leyó la obra: “Rápidamente se diluyó en mí el interés en hacer otra cosa que no fuera esta obra”, subraya. “Es muy importante para mí, después de haberlo escuchado a Ure con tanta atención y admiración: no hay tanta gente que cuando habla de teatro invita al actor a ponerse inmediatamente a trabajar”, subraya.

–¿Reconoce muchas marcas de Ure en su forma de encarar la dirección teatral?

Cristina Banegas: –Sí, hay una “marca Ure” en cuanto a la estética y la ética en relación a la actuación, en lo ideológico y lo político, también en términos de lenguaje.

–Ure se cuestionaba permanentemente la relación con el espectador y la complacencia con los estándares de la moda en teatro...

Luis Machín: –En los ’90 muchos grupos y directores argentinos decidieron imitar formas de actuación del teatro europeo. Así hicieron obras que dieron mucho que hablar, pero que tenían muy poco para decir. Y esto nos ha hecho mucho daño. Hay actores argentinos (como Pavlovsky, Brisky, Manso o Banegas) que cuentan con un cuerpo comprometido y desde ahí hacen un rescate del grotesco criollo. Y esto se opone a esa forma “europea”, desafectada, de actuar, que evidencia muy poco talento.

–Banegas ha trabajado innumerables veces con Ure. ¿Ustedes tres lo conocen personalmente?

L. M.: –En 1993 fui alumno suyo en los cursos multitudinarios que daba en Canal 13. Para ser admitido uno tenía que hacer un bolo, y Daniel Fanego consiguió que yo hiciera uno en Vivo con un fantasma. Pero fue el mismo Ure quien me permitió hacer el curso, porque a pesar de haber cumplido con la exigencia del bolo me dijeron que no había más cupo. También me enseñó a hacer un currículum únicamente con los datos necesarios. Pero antes rompió delante mío la carpeta que yo llevaba con las fotocopias de críticas de las obras que había hecho...

C. B.: –Ure podía ser muy duro, pero ya había empezado a darte lecciones...

L. M.: –Después de ese encuentro, sus clases fueron muy reveladoras.

–¿Llegaron a ver sus obras?

Carla Crespo: –Yo vi Los invertidos (obra de González Castillo). Tenía 14 años y quedé muy impactada. Tanto que hasta escribí en mi diario íntimo acerca de esa experiencia, que después volqué en una obra de teatro (Re Genias, estrenada en 2008 en El Excéntrico de la 18).

Claudia Cantero: –Yo también vi Los invertidos y, aunque por entonces no conocía ni al director ni a los actores, recuerdo que me pregunté qué había pasado en la obra que me había impresionado tanto.

–¿También le^^yeron sus libros?

C. Cantero: –Sí, cuando leí Sacate la careta me sentí impactada por su discurso salvaje y singular, muy de mi agrado. Me reía sola cuando lo leía...

C. B.: –Mucha gente me llamaba y me decía entre risas que estaba leyendo el libro de Ure...

L. M.: –A mí la lectura de su libro me hizo reír, pero también me hizo llorar, por el nivel de profundidad y por el amor con el que habla de los actores: lo hace con una conciencia tan plena que uno no puede dejar de sentirse identificado.

C. Cantero: –Y no es nada habitual que uno se vea reflejado en un libro sobre actuación. Por otra parte, nos halaga que alguien como Ure se haya tomado el trabajo de escribir sobre nuestro oficio.

–¿Por qué a Ure se lo considera un transgresor?

C. B.: –Porque perfora los estándares de las modas, porque va más allá de las convenciones que marcan los buenos modales de la actuación bien pensante. Ure pone en el centro de la escena al actor y plantea una batalla campal en la que nadie queda afuera.

C. Cantero: –Nosotros nos sentimos en un ring de actuación: no nos podemos hacer los distraídos, porque se dicen cosas muy fuertes que jamás se dirían en circunstancias parecidas.

C. B.: –El texto es coloquial y fluido pero a la vez tiene una gran complejidad conceptual, porque hay una gran condensación de ideas.

–¿Fue difícil trabajar sus personajes?

C. Cantero: –En la obra hay mucho dolor, no hay límites, todo está muy desbordado. Es una situación que está muy alejada de mí, así que fui dejando que apareciera la angustia, para luego encontrar una organización en lo que iba apareciendo.

L. M.: –En esta obra, como en algunos trabajos míos anteriores que fueron importantes, me pasa que no puedo establecer cómo se fue construyendo el personaje. Porque en esas experiencias sucedió algo más que en los ensayos que se encaran de un modo tradicional. Como en El pecado que no se puede nombrar o en La pesca, espectáculos que hice con Bartís, aquí también Cristina contiene y encauza el trabajo del actor, que es el que impone la línea de acción.

C. B.: –Fuimos construyendo un magma grupal que pudiese dialogar con el imaginario de la obra.

–¿Hicieron improvisaciones?

C. Crespo: –Muchísimas, incluso de escenas que no figuran en la obra pero que hacen a la historia anterior de los personajes. Y no teníamos testigos porque Cristina también intervenía. Todos con las manos en el barro...

C. B.: –Trabajé con el método que usaba Ure: él intervenía mucho en las improvisaciones, era como un yo auxiliar que le iba hablando al actor en el oído y se iba distanciando gradualmente para luego hacerle una devolución.

C. Cantero: –Cada vez que pasamos la obra yo siento que estamos en riesgo. Pero me parece que no ayuda pensar en el resultado sino en lo que uno intenta conseguir mientras está actuando.

C. B.: –La actuación es un desafío, porque como está basada en la repetición, el riesgo es quedarse cautivo de la reiteración de conductas.

–¿En algún momento juzgaron moralmente a sus personajes?

C. B.: –No..., pienso en la obra como si fuera un clásico, donde hay incesto y triángulo amoroso. Un encuentro entre tres personajes que les cambia la vida, por inesperado y arrasador.

C. Crespo: –Un encuentro en el que todos tienen buenas razones para defender su punto de vista...

C. B.: –Es cierto: que los personajes sean inteligentes, eso es lo que distingue a las obras de los buenos dramaturgos.

* La familia argentina se estrena el próximo 18 de febrero en el Centro Cultural de la Cooperación. Funciones: viernes y sábados a las 23, domingos a las 21.

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