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Martes, 7 de junio de 2011
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Los poetas de Mascaró, recital de poesía en homenaje a Haroldo Conti, a 35 años de su desaparición

“Estamos construyendo algo muy bello”

Reunidos para conjugar opiniones y sensibilidades, Alejandro Awada, Patricio Contreras, Leonor Manso, Ingrid Pelicori, Elena Tasisto, Claudia Tomás y el músico Benito Grande dialogan acerca de este trabajo que se estrena el próximo sábado.

Por Hilda Cabrera
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“Los poemas no traen una explicación al margen o al pie de página”, dicen los intérpretes de Los poetas de Mascaró.

Ser puente entre los poetas y el público es la intención de un grupo de actrices, actores y un músico tentados por uno de los poetas del Grupo Mascaró, que se conformó en la década del ’80 y tuvo su antecedente en el taller literario Mario Jorge De Lellis, que funcionó en la Galería Meridiana, de La Boca, y en el Teatro IFT, entre 1974 y 1977. Ese año fueron secuestrados y desaparecidos tres de sus integrantes: Claudio Valetti, María Elena San Martín de Valetti y Claudio Ostrej, todos muy jóvenes, víctimas de la última dictadura militar. El recital de poesía y música que ahora presentan los actores en el Centro Cultural de la Cooperación lleva por título Los poetas de Mascaró, y quiere ser homenaje a los que ya no están y al escritor Haroldo Conti, el autor de Mascaró, el cazador americano (novela de 1975), de quien se cumplieron 35 años de su secuestro (el 5 de mayo de 1976), asesinato y desaparición por la dictadura. Reunidos para conjugar opiniones y sensibilidades, los intérpretes Alejandro Awada, Patricio Contreras, Leonor Manso, Ingrid Pelicori, Elena Tasisto, Claudia Tomás y el músico Benito Grande dialogaron con Página/12 acerca de este trabajo que se estrenará el sábado 11, a las 19, acompañando la programación del Festival de Poesía en el Centro, que se realizará entre el 22 y el 29 de junio.

–¿Cómo ha sido el armado del espectáculo y cuál la experiencia?

Ingrid Pelicori: –Con Leonor Manso hicimos un trabajo anterior, distinto, porque tenía una dramaturgia, pero también se basaba en textos poéticos. Pertenecían a Diana Bellessi, Susana Villalba, Andi Nachon y Claudia Masin. Aquel trabajo aludía a la crisis sociopolítica de 2001, a las protestas y la represión del 19 y 20 de diciembre, y lo que siguió. Tomamos el título de un verso de Bellessi: “Ahora somos todos negros”. En Los poetas de Mascaró, el tema son los poetas, más allá de que se hable del amor y de la familia, y de cuestiones atravesadas por la dictadura: de los que perdieron la vida y los sobrevivientes. Juano nos alcanzó el material y lo seleccionamos. Leonor se ocupó también de coordinar y dirigir.

–¿Presentan poemas completos o fragmentos?

I. P.: –Tomamos fragmentos, pero sin mezclar a los autores. Hay momentos de canto y música. La idea es que se escuche la palabra de los poetas, atravesada por historias que todos reconocemos. Las poesías con temática masculina la leen los varones y las femeninas, las actrices.

–¿Qué es lo esencial en este tipo de espectáculos?

Alejandro Awada: –Nada más y nada menos que poner en escena el valor y la expresividad de la palabra sin ningún agregado actoral. Esto no pasa por hacer un personaje sino por ser puente entre el poeta y la gente. Si logramos eso, nos daremos por satisfechos. Entiendo que la poesía debe ser dicha desde ese lugar, que pretendemos sea liso, llano y limpio. Lo más claro posible. Cuando escucho a mis compañeros, me emociono profundamente, y esto es porque ellos saben cómo “decir” la palabra.

–¿Esa emoción les permite evaluar el trabajo?

A. A.: –A mí esto me da gran placer. Siento que estamos construyendo algo muy bello.

–¿Cuáles son los poetas seleccionados para las voces masculinas?

I. P.: –Villafañe, con Una leona entra en el mar; Alonso y sus textos de Sudestada; y Kisielewsky, con Electrificar Rusia, que también pueden ser dichos por actrices.

A. A.: –Me llama la atención lo jóvenes que eran todos ellos cuando se manifestaron poéticamente sobre el país. Me conmueve ese sentimiento de dolor por lo que no es y el deseo profundo de que sea. Describen un mundo muy doloroso y a la vez manifiestan un carácter esperanzador. Pienso y me digo que yo, a la edad de ellos, vivía adentro de una galletita Melba.

–¿De qué manera coordinan lectura, canto y música?

Claudia Tomás: –A mí me toca leer y cantar. Trabajamos con Ingrid y Leonor sobre los temas elegidos, y llegamos a la conclusión de que el canto y la música debían hacer alusión a estos poetas. A partir de ahí elaboramos los temas con Benito Grande, quien me acompaña en guitarra.

Benito Grande: –Creamos interludios musicales, buscando traducir en música lo que nos va dejando cada poema dicho. Es una manera de representarlo y continuarlo a través del sonido y el ritmo; una forma de integrar música y palabra en un espectáculo, en el que agradezco participar.

–¿Consideran una tarea compleja descubrir “el sonido” de un poema?

Patricio Contreras: –A diferencia de los textos, los poemas no traen una explicación al margen o al pie de página. Sabemos, además, que debemos ser fieles. Pero es cierto también que la forma de transmitir aquello que ha querido expresar el poeta depende de cómo le resuena a cada uno. Hay palabras que uno no sabe por qué al pronunciarlas lo conmueven o abisman. Creo que esto sucede cuando los poetas utilizan palabras “definitivas”, poderosas, empujadas por la enorme necesidad de expresarse. Diría, por “una necesidad desesperada”, porque no se escriben poemas si se está conforme con la vida que se lleva. Solamente alguien que está en carne viva apela a la poesía.

–¿Influye en el hallazgo de sentido la experiencia del actor y de quien escucha? Por ejemplo, las imágenes que despierta un verso de Kisielewsky sobre el exilio, donde se dice: “(...) aquí la patria se mete en la niebla y no regresa...”?

P. C.: –Sí, claro, además porque los poetas lo expresan muy sintético. Por supuesto que uno tiene que esforzarse desde lo intelectual, un instrumento que ayuda, pero reconozco que hay una zona donde todo es intuición. Tampoco será recibido de la misma manera por un muchacho de 12 años que por un hombre de 60, pero una y otra experiencia es válida. Con todo, me siento feliz de participar de este recital, porque es de una enorme nobleza. Cuando Leonor lo organizó, me dijo: “¡Dale, Contreras, si vos podés!”. Yo andaba complicado, y dudé. Pero ella insistió: “¡Dale, que son poetas!”. Probablemente les dijo eso a todos. Me convenció. Recordé a una de las poetas de Mascaró que ya no está, a Leonor García Hernando, quien acostumbraba escribir en el Café La Paz. Esto era en 1975, cuando llegué a la Argentina. La imagen que tengo de ella es la de una joven “caracterizada” de poeta. Tenía el pelo largo y llevaba boina. Su rostro era muy especial; coqueta dentro de su estilo. La veía escribir en su cuaderno y me parecía misteriosa y distante. Nos saludábamos, pero yo imaginaba que ella estaba alejada de la cotidianidad, del ruido del café. Es probable que no estuviera desconectada sino muy alerta, pero su mirada me intimidaba.

–Les resulta raro este reencuentro...

P. C.: –Raro, pero lindo. Por eso supe que debía aceptar. También porque muchos se llenan la boca hablando de los poetas, pero no los leen. Así que todo lo que podamos hacer es bueno, como es bueno que la gente tome el gusto de escuchar poesía y sienta, además, que puede escribir versos.

–¿Una inspiración que acaba en la adolescencia?

P. C.: –Así parece... Sólo siguen los buenos.

C. T.: –No es fácil instalar ese gusto en una sociedad que acepta la pauperización de la palabra.

–Por suerte están los que resisten...

Elena Tasisto: –Me siento muy cerca de la poesía y me gusta leerla en voz alta, como a la prosa. Hice mucho teatro en verso. Coincido con mis compañeros en que Leonor, como coordinadora y directora, supo crear un espacio de encuentro al que es imposible negarse. Esto de buscar, junto a Juano e Ingrid, la obra de estos autores y darlos a conocer de esta manera, me hace muy feliz. En este trabajo, mi guía es la palabra. Cada uno de nosotros ha vivido circunstancias diferentes, pero aquí sentimos que hay algo en común, algo que nos une, tal vez invisible, pero presente.

Leonor Manso: –Nos llevó bastante tiempo a Ingrid y a mí idear este espectáculo. Decidimos que lo importante era el rescate del grupo Mascaró y las palabras de los poetas. Una recuerda hechos históricos concretos, gente que ha vivido de una manera terrible y personas a las que han asesinado y desaparecido, pero no tiene tan presente la visión de los poetas. Leyéndolos, siento que transmiten imágenes que van directo al corazón. Conocí a García Hernando. He conversado con ella. Una vez me pidió que le presentara un libro. Tengo la imagen de una persona muy espiritual. A Luis Eduardo Alonso no lo conocí, pero a través de este trabajo lo siento cerca. Es interesante ver cómo todos ellos reflejaron el tiempo que vivieron. Los que fallecieron, y los poetas que están con nosotros, Juano, que impulsó este trabajo; Sergio y Nora, todos se propusieron, como grupo Mascaró, vivir poéticamente. Como dice Villafañe, ellos sabían que con la poesía no iban a cambiar el mundo, pero que ese estado poético al que aspiraban se parecía mucho al mundo transformado. Si todos pudiéramos vivir así, sería otra cosa. El mundo poético tiene que ver con la belleza. Me gusta recordar un texto de García Hernando que leemos al final del espectáculo: “Fuimos los mejores –escribió– porque la belleza ocupó totalmente nuestro corazón”.

Contra la huida del tiempo

El mentor de Los poetas de Mascaró fue Juano Villafañe, quien integra Mascaró, poeta y responsable del área de políticas culturales del Centro Cultural de la Cooperación. Acaso para moderar la huida del tiempo, se rescata aquí la producción de dos poetas fallecidos de Mascaró: la tucumana Leonor García Hernando (1955-2001), que participó del consejo de redacción de la revista Mascaró (1984) y publicó Mudanzas (1974); Negras ropas de mujer (1987); La enagua cuelga del clavo en la pared (1994); Tangos del orfelinato, Tangos del asesinato (1999) y El cansancio de los materiales (2001). El otro poeta es Luis Eduardo Alonso (1951-2002), quien publicó Canto a dos lágrimas ante el invasor (1975); La mar (1982); Las Indias (1985); Sudestada y una pieza teatral, La tierra sin mal, estrenada en Buenos Aires en 1984.

Los poemas de Sergio Kisielewsky, premiado y traducido; Nora Alicia Perusin y Juano Villafañe, quienes siguen produciendo e integraron en su tiempo el taller De Lellis y participaron de la revista Mascaró, comprenden varias décadas. Al primero pertenecen Algo de la época (1980); Memoria caníbal (1987); Corazón negro (1994); Electrificar Rusia (1998) y La belleza es un campo minado (2006). Nora Alicia Perusín publicó en 1980 su primer libro de poemas, perteneció a la redacción de la revista Mascaró hasta 1988 y dio a conocer Los soles oblicuos, en 1999, y La distancia es una frontera que se mueve, en 2007, a través de Ediciones del Dock. Juano Villafañe ha sido cofundador de revistas literarias en distintos países de América latina y se halla vinculado con editoriales, siendo invitado periódicamente a congresos y festivales internacionales.

Textual

* Los poetas de Mascaró. Espectáculo de poesía y homenaje. Con Alejandro Awada, Patricio Contreras, Leonor Manso, Ingrid Pelicori, Elena Tasisto y Claudia Tomás. Músico invitado: Benito Grande. En la Sala González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1651 (tel.: 5077-8000 y 5077-8080). Funciones: sábados a las 19. Entrada: 50 pesos.

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