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Sábado, 27 de agosto de 2011
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Ciclo “El teatro y las transformaciones sociales”

Por la resistencia cultural

“Veíamos un predominio de un teatro más fragmentario y más relacionado con la imagen y lo visual y quisimos volver a un teatro más social y más político”, cuentan los organizadores del Almacén Cultural, donde se verán seis obras de distintos autores.

Por Paula Sabatés
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¿Qué onda con Borges?, con dramaturgia de Federico Costa y Marcos Arano.

Hasta fines de septiembre, la sala El Desguace: Teatro y Almacén Cultural presenta la primera edición del ciclo “El teatro y las transformaciones sociales”, creado y organizado por los fundadores del espacio, Paula Lagos, Daniel Kersner y Rubén González, y complementado por un jurado de prestigiosas personalidades del teatro argentino. El ciclo presenta seis obras, todas ya estrenadas (y algunas incluso premiadas) previamente, que pueden verse de miércoles a domingos en la modesta sala de cincuenta butacas, fundada en 2009 con el objetivo de ser un espacio abierto a las necesidades expresivas de la sociedad y un vehículo para la reflexión y la elaboración de artistas. La idea surgió como una consecuencia de la ideología de los que dirigen el espacio, en quienes lo social ocupa un lugar relevante dentro de su mirada sobre lo artístico. “Veíamos un predominio de un teatro más fragmentario y más relacionado con la imagen y lo visual y quisimos volver a un teatro más social y más político”, cuenta Kersner a Página/12.

Ahora, ¿acaso el teatro no es social por definición desde el momento en que, para ser un hecho, debe ser compartido por un emisor y un receptor? Y, además, ¿no es una manifestación política per se, más allá de que ésa sea una categoría semántica? Al respecto, Kersner aclara que lo particular de este ciclo “social y político” no responde a la mera etiqueta de producciones estéticas, sino que tiene que ver con que las propuestas seleccionadas “aluden a cuestiones sociales que han incidido marcadamente en la vida de los pueblos”, es decir que las obras tratan “temas paradigmáticamente sociales” (si es que hay algunos más que otros). Patricia Zangaro, prestigiosa dramaturga argentina que formó parte del jurado (que completaron los notables Cecilia Rossetto, Horacio Roca, Sergio Sabater y González y Kersner), agrega que el teatro que realza este ciclo se opone a otro que pareciera tener un compromiso únicamente con el arte y no con lo que pasa en la realidad cotidiana. “Plantearse hoy el teatro en relación con las transformaciones sociales cuando sigue habiendo un discurso cultural hegemónico que preconiza la inutilidad del arte en general y del teatro en particular es un acto de resistencia”, sentencia la artista.

El jurado recibió casi cuarenta propuestas teatrales, no sólo de la Argentina, sino también de Bolivia, México, Colombia y El Salvador. Zangaro cuenta que el criterio de selección partió de la premisa de que fuera justamente un teatro que no estuviera de espaldas a la realidad (dice que “como afirmaba Brecht, el teatro no puede transformarla pero sí hacernos tomar conciencia de que hay que hacerlo”). Kersner agrega que también se contempló que fueran trabajos que se preguntaran y que indagaran, más que obras que bajaran línea directa. Y también que se dio especial importancia a la originalidad y al hecho de que hubiera una diversidad notoria entre los trabajos que resultaran ganadores.

Así, las seis piezas corresponden a géneros, poéticas y estéticas muy disímiles, lo que hace enriquecedor al conjunto, que se ve plagado de distintas problemáticas sociales: Esa extraña forma de pasión, de Susana Torres Molina, toma tres situaciones de los años ’70 en relación con la militancia y la represión política, mientras que Rosa mística, de Ignacio Apolo, trata temas como el gatillo fácil, las complicidades de la policía y el rol de la Iglesia desde un disparador actual. Por su parte, ¿Qué onda con Borges?, con dramaturgia de Federico Costa y Marcos Arano, también director de la pieza, habla de la discriminación desde el interior del aula de un colegio secundario (en esta obra se utiliza el recurso del Teatro Foro, mediante el cual después de cada función el público debate y reinterpreta los roles que encarnaron los actores) y Néstor Sabatini revive el fusilamiento de un patriota de la Revolución de Mayo, la desaparición de su cadáver y la consecuente lucha de su mujer por que se haga justicia, trazando un paralelo con la lucha de las Madres de Plaza de Mayo, en La Coronela. Por otro lado, en Marx ha vuelto, protagonizada, escrita y dirigida por Leandro Sánchez Arauz, Marx regresa al mundo en una pieza crítica donde se recrean los aspectos más cotidianos del gran pensador. Y, por último, Palo y la bolsa, de Carla Llopis, quien dirige junto a Guillermo Parodi, recrea los orígenes del peronismo con música y canciones en una obra que se desarrolla en todo el teatro y obliga al público a seguir a los actores por los pasillos para no perderse el curso de la historia.

Con estas producciones como ejemplo de una idea de lo que debería ser el arte, los participantes del ciclo confían en que esta iniciativa abra paso a una nueva formar de concebir la producción artística y que contribuya a que se le dé más espacio al “teatro social”: “Ojalá éste sea el inicio de una forma de programación que le dé cabida a este tipo de producciones, que saque a relucir que en la ciudad de Buenos Aires hay otra clase de teatro y que los criterios de selección no deben ser solamente formalistas o provenir de las instituciones gubernamentales”, dice Ignacio Apolo, que cuenta que le interesó participar de la convocatoria porque le parece que llena “una zona estética ideológica interesante que no es explorada y que se manifiesta a través de un nuevo modo de hacer realismo sin bajar línea”. Néstor Sabatini, director de La Coronela –con la que exploró el género de tragedia por primera vez–, también sueña en grande con la posibilidad de que este festival deje una huella en la historia argentina y cita como ejemplo los casos de Teatro x la Identidad y Teatro Abierto, ciclos que identifica con un tipo de “teatro simbólico, de militancia, de resistencia, una manifestación que cuestiona y quiere expresarse a través de distintas metáforas y distintos géneros”.

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