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Sábado, 3 de diciembre de 2011
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Adrián Canale habla de su puesta de Parte de este mundo, que se ve en Puerta Roja

“Carver plantea un mundo muy teatral”

Los actores reciben al público en dos mesas en cruz en las que todos comen y beben, y nunca se sabe cuál de los relatos de Raymond Carver se interpretará primero: con esta idea cierra la trilogía que el director hizo sobre los textos del escritor norteamericano.

Por Cecilia Hopkins
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“Los poemas de Carver parecen comentarios líricos de sus cuentos”, afirma Canale.

Al frente del grupo H3O, el director Adrián Canale cerró con la creación de Parte de este mundo la trilogía dedicada a la literatura del norteamericano Raymond Carver, la cual había comenzado en 2006 con Parece algo muy simple y continuado al año siguiente con Hablar de amor. Si las dos primeras obras se basaron en un solo cuento del autor (“Parece una tontería” y “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, respectivamente), en esta oportunidad son ocho los relatos que se entrecruzan: entre otros, “La casa del chef”, “¿Es usted doctor?” y “Tanta agua tan cerca de casa”. Si bien Canale también realiza puestas de textos teatrales (su versión de Amanda y Eduardo es un ejemplo) se siente muy atraído por llevar a escena material literario de autores diversos. Claro que, cuando se trata de relatos, nunca lo hace al modo de los cuentacuentos tradicionales. “Siempre intervengo los textos de un modo personal –le asegura a Página/12–. Como me interesa tanto tener libertad como para estructurar el material a mi modo, será por eso que las obras de teatro, que están más determinadas, me dejan menos espacio para lograr ese efecto.”

La puesta en espacio de los tres espectáculos también fue diferente. En el primero, la disposición de escenario y platea fue convencional, en tanto que, en el segundo, el público formaba un círculo alrededor de los intérpretes. En cambio, todos los sábados a las 20.30, en Puerta Roja (Lavalle 3636), Parte de este mundo comienza de un modo inusual: los espectadores son invitados a ubicarse a lo largo de dos mesas dispuestas en cruz, para beber y comer junto a los actores. Integrado por Tian Brass, Valeria Castro, Sergio Di Florio, Yanina Manocero, Silvio Palmucci y Ximena Bizcarte, el elenco no sabe a ciencia cierta en qué orden irán apareciendo los relatos. Así, cada función es diferente, al punto que a veces unos cuentos dejan el lugar a otros. La idea es que el espectáculo cuente siempre no menos ni más de ocho historias. Lo que nunca falta son los fragmentos de poemas –tal vez los textos menos conocidos del escritor–, que sirven de enlace o de breves respiros entre una historia y otra. “Los poemas de Carver parecen comentarios líricos de sus cuentos –-dice Canale–. Dichos sin impostación, esos fragmentos tienen el poder de bajar el ritmo de algunas situaciones fuertes que aparecen.” Porque si bien todo aspecto cotidiano adquiere en Carver un formato de amenaza encubierta, esta impresión no siempre se mantiene: sus personajes pueden estallar en imperiosos pedidos de aclaración acerca de algún suceso, o bien pueden forzar una conversación banal para convertirla en la última oportunidad para revelar lo que se calla desde hace tiempo.

La sencillez del estilo de estos relatos le dio pistas al director acerca de lo que convenía mostrar en escena, con los personajes en primer plano, próximos a los espectadores. “Nada de trucos: ésa fue una de las frases preferidas de Carver y así quise proceder en el montaje”, argumenta el director.

–¿Por qué se sintió tan atraído por los relatos de Carver, al punto de construir una trilogía?

–Carver plantea un mundo muy teatral, en el que no juzga a sus personajes La simpleza de su escritura, la emoción que se contiene todo el tiempo, la fuerza que proviene de lo que está latente y no se expresa, son todas características suyas que me interesa trabajar desde la actuación.

–¿En qué influyó ese “nada de trucos”?

–En general, siempre busco un modo de comunicación basado en la simpleza y la precisión, al punto que parezca que los actores no están representando, sino que improvisan, algo que es muy difícil de conseguir.

–¿Cuál es el motivo para incluir la comida y la bebida?

–La comida tiene que ver con el compartir un momento, con estar cerca del otro, aun cuando en las fiestas familiares haya quienes se pelean todo el tiempo. Algo de eso quise: que el espectador sintiera que las discusiones estaban sucediendo de verdad en medio de la comida.

–¿Por qué dice que este espectáculo habla de la falta de certezas?

–Lo hace, pero no en un sentido amplio, sino en la esfera de las situaciones humanas cotidianas. Porque en estos relatos circula todo el tiempo la necesidad de ser amado, la necesidad de saber qué hacer, la dificultad de saber qué decisión hay que tomar en cada momento de la vida.

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