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Sábado, 8 de septiembre de 2012
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MARTIN SALAZAR ESTRENA COTIDIANO, UNA HISTORIA DE AMOR IMPOSIBLE

La vida en pareja, sin solemnidad

La obra ideada, escrita y actuada por el integrante de Los Macocos es una suerte de antología de esos entreveros absurdos entre dos que sea aman. “La idea es plantearlos como postales en las que el lenguaje se pierde”, explica. Se estrena hoy en Ciudad Konex.

Por Facundo Gari
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“Cotidiano tiene algunas cosas de clown, algo de bufón, pero el género es teatro popular”, afirma Salazar.

Once años lleva Martín Salazar felizmente casado: así descarta que idear, guionar y actuar en Cotidiano, una historia de amor imposible sea un gesto de despecho amoroso. En el mes en el que comienzan a reaparecer las parejitas melosas en las plazas, este miembro del hilarante grupo Los Macocos le pondrá una pizca de incomodidad a la cartelera teatral centrada en las pequeñas delicias de la vida conyugal, una antología de esos entreveros absurdos entre los que a priori se aman. “La idea es plantearlos como postales en las que el lenguaje se pierde. Da lo mismo las palabras que uses, cada una es una escalada de violencia. Son diálogos de una pareja que está bien, en la que hay amor, pero que se pelea sin saber por qué”, adelanta en diálogo con Página/12 en la recta final hacia el estreno de esta noche en Ciudad Konex (Sarmiento 3131).

Fragmentos de películas clásicas (Tarzán, Casablanca, Cumbres borrascosas), armonías cariocas de Chico Buarque y chistes cedidos por Liniers de sus viñetas conviven en la pieza con las actuaciones de Laura Silva (con quien Salazar trabajó en las macocales Don Quijote de las Pampas y Don Juan de acá), Esteban (de Los Primos Gabino) y Agustina Ruiz Barrea (directora del grupo de teatro comunitario Pompapetriyasos), todo bajo la dirección de Julián Howard (de Los Volatineros), también de la partida en los últimos espectáculos de Los Macocos. “Es un mix con un grupo de gente interesante, un link entre el teatro comunitario y el ‘profesional’, para cortar con la distinción entre vecino y actor”, propone Salazar en línea con lo hecho junto a Daniel Casablanca y Daniel Wolf en puestas anteriores. Por ejemplo, en ¡Todo a la basura!, que contó con la batuta de Ricardo Talento, director de Los Calandracas y fundador del Circuito Cultural Barracas. “Cotidiano tiene algunas cosas de clown, algo de bufón, pero el género es teatro popular. Quiero mostrar lo que le pasa a la gente. Es un humor parecido al de Pequeño Papá Ilustrado o al de Los Albornoz, de Los Macocos, con el que podés decir: ‘Ah, no soy el único boludo que piensa en divorciarse por una tarta’”, se ríe.

No es que considere que las rencillas domésticas carezcan de seriedad y sean particularmente aptas para el humor. “Continente viril, de Los Macocos, era una obra sobre los milicos, la tortura y la guerra de Malvinas, y era de risa. El tema de Cotidiano es más leve, sí, y tiene una cosa cercana a la moraleja, pero siempre busco salir de la solemnidad. Si hiciera una obra seria, tendría que ser sobre algo muy cotidiano porque me solemnizaría”, concede. Utiliza la palabra “solemnidad” a su vez como “estándar”: fue a ver varias obras sobre parejas y encontró que muchas tienen una parte erótica. “Te toco el culo. ¿Y? Me parecía bueno contar la otra parte de la relación, no la erótica, que no me llama la atención, no sé si porque me estoy poniendo viejo o porque ya la usé mucho. Marrone decía que no se calentaba con minas desnudas porque las veía todo el tiempo, pero que si se vestían bien se ponía loco. Acá ponemos el ojo no tanto en el culo sino en el vín-culo”, juega.

Aquello de que “el lenguaje se pierde” funciona en la obra como hipótesis central sobre la dialéctica en la convivencia. Para Salazar, la comunicación en la pareja pasa más por el contacto físico. “Cuando empezás a discutir, sabés que la estás embarrando, tenés una vocecita en la cabeza que te dice: ‘Por qué le dije eso’. Pero igual seguís redoblando la apuesta.” Por eso, “el amor imposible no es el de Romeo y Julieta: es el que tenemos en casa, por el que estamos todos los días peleándola”, remarca el dramaturgo, que además es profesor de actuación y clown. Chistoso es imaginarlo suplantando esa vocecita alarmista por un “tenés que tomar nota de esto para tu guión” en el contexto de una discusión con su mujer.

–Ah, entonces la autoría es compartida y no lo dice el programa.

–Pasa que me saltó la cosa machista.

–Que no aparece en la obra...

–No queríamos meternos con los celos ni con el machismo, que son cosas muy fuertes, de muy difícil escape. Estas son situaciones estúpidas que te pueden llevar a la peste de no hablar una semana, cuando ya ni te acordás por qué te peleaste. Garchás y está todo bien.

–¿No decía que el erotismo quedaba afuera?

–Sí, queda afuera. La intimidad está expuesta todo el tiempo. Entrás en Twitter y hay un loco que pone: “Ja, cómo me la estoy garchando a mi mujer”, y cuelga una foto.

–Cotidiano, de hecho, toca de sopetón el tema de las redes sociales.

–Hay un tipo y una mina que están siempre conectados sin dar bola a lo que pasa afuera, sí. Veo gente que está con los pibes y constantemente con el celular. ¡Estás con tu pibe, quedate con él un par de horas! Cuentan que los hijos de Piaget lo odiaban porque estaba todo el día tomando nota. “Pegame o haceme un mimo, pero dejá de anotar en la libreta, viejo.”

–Usted habla de vínculos, cita una anécdota de Piaget y alguna vez comentó que quería ser psicólogo. ¿Qué lo llevó a la actuación?

–En el ’83 era un boludo a cuerda e hice un test vocacional en el Borda. La tipa me dijo que tenía que ser actor. Yo quería estudiar psicología. Y no recuerdo su nombre para agradecerle. No sé cómo se le ocurrió, pero le hice caso.

–A lo mejor notó la calavera en la mano y los versos de Shakespeare que recitó usted durante el test.

–¡Ja! “¿Le parece, doctora? ¿Teatro?” Ahora mi mujer me dice “no seas payaso” y yo le respondo “no seas psicóloga”.

–¿Su esposa es psicóloga? La materia quedó en casa...

–Bueno, el teatro se mete de lleno en los vínculos. Y con mi mujer vinculeamos siempre que podemos.

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