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Viernes, 28 de septiembre de 2012
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ENRIQUE FEDERMAN Y SU PUESTA DE EL TRIANGULO DE LAS BERMUDAS, DE GISELA BENENZON

“No caer en un teatro de Wikipedia”

“Lo que se hace antes del estreno es sólo una parte”, dice el director, que trata de evitar los discursos demasiado evidentes.

Por Facundo Gari
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“La dirección es indispensable, pero puede ser vapuleada. La dificultad mayor es la conducción.”

El café se llama El Banderín: imposible eludir los giros futbolísticos en esa esquina del Abasto en la que todas las tardes parecen de domingo. No lo hace el director, actor, autor y docente Enrique Federman, que le pone un brazo de distancia al pragmatismo defensivo de Sabella en la derrota ante Brasil. “Estoy con Carlos Bianchi: ‘Sólo los necios no cambian’.” En la cancha y en los escenarios. Porque “lo que se hace antes del estreno es sólo una parte de la obra, después empieza la otra: el teatro es repetición y también perfeccionamiento”, dice. Se refiere a El Triángulo de las Bermudas, comedia escrita por Gisela Benenzon, interpretada por Laura López Moyano, Mariana Chaud y Alejo Mango, musicalizada por Jorge “Tata” Arias (Peter Capusotto y sus videos) y dirigida por Federman los viernes a las 21 en Beckett Teatro (Guardia Vieja 3556). “Hay que cambiar cuando algo no funciona, sin abandonar el estilo”, advierte. La pieza narra el reencuentro entre una mujer que sale de la cárcel, tras una condena por intento de parricidio, con su hermana y un hombre que asegura ser su padre, en una casa que va del inquilinato al hogar. “No me lo planteo como una familia disfuncional. Todas las familias son disfuncionales. La de la pieza es un triángulo y lo curioso es poner el ojo en el vínculo entre sus miembros”, explica Federman. Analiza que la “impunidad” es la nota saliente de la relación, pero subraya que su intención es “contar el cuentito atravesándolo de teatralidad”, no una reflexión directa. “Me fijo en cómo plantear las actuaciones y los recursos expresivos para contar el cuento. Meyerhold, discípulo de Stanislavski a principios del 1900, hablaba del trabajo del espectador: lo hace junto al actor, componiendo, suponiendo, conectando. Si le das todo dicho, se cae en un teatro de Wikipedia”, califica.

–¿Es peligroso, en esa tónica, el espectador?

–El espectador es un monstruo de mil cabezas, dicen. Puede ser peligroso, pero te la tenés que bancar. Una vez hice una obra que tenía la posibilidad de múltiples lecturas y escuché a la salida a un grupo de ocho personas; cada una contaba una historia distinta y cada una era posible. Hay que dejar abiertas algunas puertas.

–¿De ello depende el misterio?

–Hablaría de intriga, más que de misterio. Me interesa mantener la intriga, que se genere ese estado de abstención permanente y que exista la vuelta de tuerca. Cuando leí por primera vez este guión, siempre que estaba por aburrirme, la historia daba un golpe de timón no efectista. El texto tiene un par de vueltas que están presentes y potenciadas en la puesta. Le toqué cositas mínimas.

–¿Cómo concibe el rol de director?

–La dirección es indispensable, pero puede ser vapuleada. La dificultad mayor es la conducción. Si no hay director cada uno hace lo que quiere. El problema es que a veces habiendo director también cada uno hace lo que quiere. Pasa también en el fútbol. Entra a jugar lo humano, no sólo lo técnico. Hay gente que parece disciplinada y hace cualquiera y gente en apariencia indomable que se pone donde le pedís. Están los que hablan con cada miembro y les dicen cosas distintas, están los que hacen a lo Bielsa: “Esto es lo que quiero que hagan, síganme los que quieran”. He hecho obras sin grandes expectativas en las que el grupo hizo que crecieran.

–¿Usted cómo aborda a sus elencos: individual o colectivamente?

–Tengo que sacar una obra en la que todos son piezas fundamentales. Ese es mi pensamiento. No sé si está bien, pero por qué hacer diferencias. Planteo pero escucho, me arrimo a las creaciones colectivas. Buen trato, claridad, no ser el dueño del mundo y escuchar: laburo desde esos cuatro fundamentos. Pero todo se puede derrumbar porque está “el otro”. En general, lo que toca la tele lo arruina. Los actores que han trabajado mucho en TV y la tienen como paradigma están metidos en un sistema sin conducción, cada uno hace lo que se le canta el culo, con excepciones, claro. Pero en el grupo está, ahora sí, el misterio: a veces funciona, a veces no, y uno siempre cree haber sacado la fórmula.

–Por eso no se puede imitar el Barcelona.

–Es imposible. No por mala voluntad. Hay algo que entra en el terreno del misterio.

–En un Triángulo de las Bermudas cotidiano...

–El Triángulo de las Bermudas es un misterio. Tiene particularidades: es una virtualidad y en los mapas no dan un formato acabado de la zona. Esa ficción, y el teatro es una ficción, me pareció interesante. Los personajes se preguntan si no estarán ellos allí. En realidad, todos tenemos un Triángulo de las Bermudas en el que desaparecemos o, como se decía antes, nos colgamos de la palmera. A esta familia le pasa esto, y lo fui atravesando con visiones personales. Hay una frase que me dijo un analista que instrumenté acá: de cerca todos parecemos locos.

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