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Domingo, 16 de junio de 2013
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FRANCISCO PESQUEIRA PRESENTA SU ESPECTACULO CANCION DE CINE

Aquellos temas que hicieron historia

Enamorado del cine argentino, Pesqueira juega a transformar la pequeña sala del Teatro El Búho en un cine barrial y desde allí desgrana un rosario de canciones asociadas a momentos culminantes de la historia de la pantalla nacional.

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Con Canción de cine, Pesqueira propone a sus espectadores un viaje al pasado.

Francisco Pesqueira habla del cine como si se tratara del aire que respira. El actor y cantante, miembro del trío humorístico Carne de Crítica, es de los que se guardan una escena para ilustrar cada anécdota de la vida. En su infancia se rateaba de la escuela para ver Camila. A los trece años quedó impactado con La historia oficial, cuando su familia todavía estaba sacudida porque un hermano suyo había peleado en Malvinas. Ahora podría recitar nombres de extras. Pero aunque dedicó su vida a la actuación y en algún momento soñó con integrar el star system argento, no tuvo éxito con el celuloide. “Mi experiencia linda lo patético”, admite. Canción de cine, homenaje a las canciones del cine argentino es su revancha (domingos, a las 19, El Búho, Tacuarí 215). Acompañado por el pianista Ramiro Pettina, Pesqueira canta los temas del cine nacional que marcaron su historia. Los dirige Carlos Argento.

El espectáculo juega a transformar la pequeña sala del Teatro El Búho en un cine barrial. Al ingresar, el público es agasajado con una cajita de maní con chocolate. A Pesqueira y Pettina, ambos vestidos de gala, los secunda una pantalla que muestra momentos inolvidables del cine nacional. Pesqueira hace comentarios, algunos de carácter personal y otros más informativos, sobre las películas. Y va entonando las canciones que formaron la banda sonora de películas como La historia oficial (“El país del no me acuerdo”, de María Elena Walsh), Kamchatka (“Palabras para Julia”, de Goytisolo y Paco Ibáñez), Otra historia de amor (“Todo sin vos”, de González Gil, Mahler y Bianchedi), Los pasajeros de una pesadilla (“Cuatro estrofas”, de Alejandro Lerner), entre otras. Al mismo tiempo, homenajea a Niní Marshall, Libertad Lamarque, Tita Merello y Lolita Torres. Pesqueira intentó no olvidarse de nada ni de nadie. Está Trapito, de García Ferré; La guerra gaucha, de Lucas Demare; las películas de Leonardo Favio; La burrerita de Ypacaraí, de Armando Bo. “Fue mucho más difícil sacar que poner”, dice el actor.

Pesqueira propone a sus espectadores un viaje al pasado. Y cuenta detalles, muchos, de sus relaciones con las películas a las que rinde tributo: su amor por las grandes divas, sus incontables salidas al cine, el costado político que encontró a los films. “Todo lo que me dio el teatro es lo opuesto a lo que me dio el cine”, se resigna el cordobés. La peor experiencia fue la de su participación en La Nube, de Pino Solanas. “Pero estoy orgulloso de que mi nombre aparezca en los créditos”, asegura. Cuenta Pesqueira que cortaron excesivamente sus apariciones y que, para colmo, lo doblaron. Supone que fue por su acento provinciano, porque la película es de 1998 y todavía lo tenía mucho más marcado. Encuentra consuelo en una historia de Kevin Costner, quien quedó afuera del montaje final de Reencuentro, film en el que interpretaba a un hombre muerto que aparecía en fla-shbacks. “Soy un cholulo confeso”, se define Pesqueira.

–En el espectáculo ofrece muchísimos datos...

–¡Y me han acotado mucho! Podría nombrar el elenco entero de todas las películas. Les digo a los espectadores que si me quieren preguntar algún dato se los cuento por Facebook. Siempre fui muy memorioso. Mis ex parejas me han llamado para preguntarme nombres de actores. Un día me descubrí sabiendo el nombre de un extra que figuraba en los créditos de una película, que era Clarence Williams III, quien al día de hoy está creciendo en su carrera. Pero, pese a que tengo mucha memoria, me puedo equivocar. Algunos me dicen que “hay que agrandar la mesa” no lo dijo Sandrini. Y les contesto que sí, que lo hizo en la remake de Así es la vida. En su momento lo dijo Enrique Muiño. La gente se queda con un primer dato. Y tiene la necesidad de decirte si has cometido un error.

–Los fanáticos siempre compiten contra otros fanáticos, ¿no?

–Sí. Vienen algunos y me dicen “¿cómo vas a cantar algo de Lolita Torres?”. Hago mucho hincapié en que lo hago con respeto. En cuanto a lo musical hicimos un trabajo de diseño muy personal. “Besos brujos” no la puedo cantar como lo hacía Lamarque. Me remito a cómo me la cantaba mi madre, que me acunaba con esa canción. El material importante merece respeto. En este mundo que no recuerda nada, al que se encarga de recordar le dicen lo que se olvida. Por eso es un trabajo tan quijotesco.

–¿Tiene especial fascinación por el cine nacional o hizo un recorte para el espectáculo?

–El cine nacional viene por un tema familiar. Tuve con él un romance cuando volvió la democracia. Tenía trece años y fue un momento muy fuerte. Mi hermano Ramón había ido a Malvinas. Familiarmente había sido una eclosión. Coincidieron la democracia y mi adolescencia naciente. Nos vinimos todos de Córdoba a parar al Hotel Castelar para ver la asunción de Alfonsín. Fue impactante ver La historia oficial en ese entonces. Me enamoré de Camila y me quedé casi libre en el colegio por ir a verla. Entre los 15 y los 18 empecé a ver las películas de Torre Nilsson. Desde entonces no dejé de ver e investigar el cine nacional.

–Usted aborda particularmente el cine popular, no se mete con el under. ¿Quiso dar vuelta mitos, como ése de que es lento y aburrido?

–Hay directores que no podés confesar que te gustan, porque hay una idea muy elitista sobre el cine. Algunas películas que se hacían para lanzar discos de varios intérpretes del género popular las hacían, sin embargo, directores como Aristarain, que luego cobraron muchísimo prestigio. A veces no había mucho para ver: cuando era niño, no había la cantidad de películas de Pixar o de Disney que hay hoy. Había una cada tanto, se reestrenaba Blancanieves, que es del ’37. Cuando veía películas, analizaba guiones y veía cómo jugaban políticamente. Las que mostramos en el espectáculo son la banda sonora de mi vida. Siempre registré cómo las vi, quién me llevó, dónde estaba, cuál era la situación del país. No es lo mismo ver La historia oficial hoy que haberla visto en el cine General Paz en 1985. Había una esperanza tan profunda que el cine se impregnaba de eso.

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