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Lunes, 24 de junio de 2013
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La versión argentina de Los Locos Addams, mucho más que un musical

Locos, pero no comen vidrio

La adaptación de Enrique Pinti es uno de los aciertos de la obra sobre la familia cómicamente siniestra creada en los años ’30 por Charles Addams. En una puesta impecable, Gabriel Goity y Julieta Díaz entregan performances que provocan ovación.

Por Eduardo Fabregat
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Los Locos Addams va de jueves a domingo en el teatro Opera.

Tienen el encanto de lo clásico, de lo que se recuerda en vintage blanco y negro y con las inolvidables máscaras de John Astin y Carolyn Jones. Pero abundan los ejemplos de clásicos al parecer indestructibles que terminan en copias desvaídas. La familia que imaginó el dibujante Charles Addams en la The New Yorker de los años ’30 dio pie a una serie televisiva que duró tres temporadas y caló hondo en el corazón de los espectadores, otra serie animada, quince libros y tres largometrajes, dos de los cuales contaron nada menos que con Raúl Juliá y Anjelica Huston en los protagónicos. En abril de 2010, la familia muy normal llegó a Broadway, donde tuvo dos años de representaciones para luego salir en gira y abrir la puerta a adaptaciones como la que acaba de estrenarse en la calle Corrientes. Y allí, en el soberbio escenario del Opera, queda claro que estos Addams están a la altura de su leyenda.

Lo primero, claro, es el guión: es obvio decir que Enrique Pinti era una apuesta segura, pero da gusto comprobarlo en cada línea y cada resolución. La historia tiene los sencillos resortes que se necesitan para disparar el mecanismo Addams: Merlina, la adolescente hija de Homero y Morticia, está enamorada del joven Tomás Beineke y quiere casarse, pero no sabe cómo podrá hacer convivir los mundos de su familia y la de su enamorado. El conflicto, de todos modos, no es ese choque, sino el que busca la complicidad de Homero para ocultárselo a su madre. Ahí radica uno de los grandes aciertos, porque el libro evita la facilidad de remarcar las diferencias entre los Addams y una familia socialmente aceptable como efecto cómico. Al cabo quedará claro que los Beineke también son de algún modo inadaptados, con lo que la gracia de Los Locos Addams pasa por otros lados.

Y si hay algo que sobra en esta puesta es gracia. Sobre todo en la primera parte, los Addams mantienen su espíritu corrosivo, de feliz desprecio hacia lo “normal”: no son graciosos porque Lucas esté enamorado de la luna, Homero coleccione instrumentos de tortura o Morticia siga cortando el capullo de las rosas. Son graciosos por el modo en que llevan el conflicto, por el tironeo del pater familia entre dos mujeres fuertes, por los hilarantes pincelazos de Largo y las pociones de la Abuela. Antes del entreacto, Los Locos Addams es más comedia que musical, aun con sus impecables coreografías y canciones contagiosas como “Si sos un Addams” y el demoledor cierre con la cena y el juego de “La verdad desnuda”, donde todo se descarrila. El segundo acto baja la intensidad y es más respetuoso de las formalidades del musical y la necesidad de dar un cierre romántico y feliz a la historia, aunque sin traicionar el estilo Addams (“Lo odio”, dice Merlina cuando Tomás parece flaquear en los planes, a lo que Homero comenta “¡Excelente comienzo!”) y reservando los mejores momentos para la pareja protagónica.

Porque allí descansa el otro gran acierto del espectáculo. Señalar las condiciones actorales de Gabriel Goity y Julieta Díaz no es precisamente el descubrimiento de la pólvora, pero su labor a cargo de los personajes centrales es el corazón de la puesta. No sólo por mostrar soltura y gracia en un género en el que no se los ve habitualmente, sino porque dan dimensión y profundidad a papeles que podrían ser pura caricatura. Apropiándose por completo del espíritu de esa pareja inquebrantable que de pronto se encuentra ante una grieta, transitan el escenario con encanto, transmiten autenticidad en algo tan delirante como la familia Addams, cantan y bailan con la naturalidad que dan seis meses de ensayos, se trenzan en diálogos que son puro ritmo cómico –como el momento en que no se ponen de acuerdo sobre de quién de los dos es madre la Abuela– y disparan one liners que desternillan a la platea (“Tendríamos que haberte sacrificado hace años”, le dice Morticia a la Abuela durante la cena; “Oh, mujer, fuente inagotable de sorpresas: ¡¡Tenés piernas!!”, se asombra Homero cuando su mujer se sube las faldas para el tango final). Ellos dos son los que se llevan la ovación más resonante en el saludo final, que reconoce igualmente a un elenco y cuerpo de baile de gran performance.

A veces los productores y creadores de teatro o cine no saben cuidar los clásicos y generan obras que, más que agregar, restan a la historia. Ochenta años después de su aparición y con tantos fantasmas conjurados, Los Locos Addams suman en Buenos Aires un capítulo que es puro disfrute.

8-LOS LOCOS ADDAMS

De Marshall Brickman y Rick Elice.

Adaptación argentina: Enrique Pinti.

Elenco: Gabriel Goity, Julieta Díaz, Laura Esquivel, Santiago Ríos, Gabi Goldberg, Marcelo Albamonte, Alejandro Viola, Dolores Ocampo, Marco Dimónaco, Jorge Chamorro, Kevin Tomás La Bella, Tadeo Viano Galve, Valentino Grizzuti y cuerpo de baile.

Coreografía: Sergio Trujillo.

Coreógrafo residente: Héctor Hernández.

Música: Andrew Lippa.

Dirección de orquesta: Gerardo Gardelín.

Dirección original: Phelim McDermott y Julián Crouch.

Dirección: Jerry Zaks.

Directora residente: Rocío Rodríguez Conway.

Teatro Opera, de jueves a domingo en horarios diversos.

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