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Viernes, 30 de agosto de 2013
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DANIEL SUAREZ MARZAL Y ALEJANDRO PAKER HABLAN DE EL HOMBRE ELEFANTE

“La obra interpela a la normalidad”

Famosa por la película de David Lynch, la historia de Joseph Merrick, El Hombre Elefante, tiene ahora su puesta teatral porteña. “¿Quiénes somos normales?”, preguntan sus hacedores.

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Suárez Marzal y Paker se proponen emocionar a los espectadores.

¿Qué es lo normal? ¿Y cuáles son los parámetros que definen su opuesto: lo anormal? Mucho han disertado las ciencias sociales al respecto, y en este ámbito fue el filósofo Michel Foucault quien especialmente problematizó el concepto de anormalidad. El teórico francés estudió el funcionamiento de las instituciones modernas concebidas con el objetivo de castigar y disciplinar al que no se ajustara al orden social prestablecido. Así, los “anormales” encuentran en ellas su justo lugar: el delincuente va a la prisión, el loco al manicomio, el enfermo al hospital.

A fines del siglo XIX, en la Inglaterra victoriana, el joven Joseph Merrick encontraba ese lugar en un hospital de Londres, aislado de la sociedad que lo rechazaba por las terribles deformaciones que lo habían convertido en El Hombre Elefante. Forzado a trabajar en ferias y espectáculos circenses, debido a su apariencia, sufrió maltratos y humillaciones hasta que un prestigioso médico, Frederick Treves, interesado en su patología, le dio asilo. La historia del Hombre Elefante, que llegó al cine en 1980 con dirección de David Lynch, y también tuvo su adaptación teatral, con la pluma de Bernard Pomerance, tiene actualmente su puesta en el Teatro Astros (Corrientes 746), dirigida por Daniel Suárez Marzal y protagonizada por Alejandro Paker, acompañado por un elenco notable integrado por Gustavo Garzón, Raúl Rizzo, Graciela Tenenbaum, Marcelo Xicarts y Julieta Cayetina (jueves y viernes, a las 21, sábados, a las 21.30, y domingos, a las 20).

Como un ensayo lúcido sobre las miserias humanas y el poder, pero también sobre la dignidad y la redención, la puesta deja más preguntas que respuestas: “La obra de Pomerance es paradigmática porque va a la esencia del porqué de la diferencia. Lo maravilloso es el desarrollo del personaje de Merrick; la preciosa redención de un hombre que se salva a través de la fe, de su espíritu y de sus pasiones”, asegura Suárez Marzal. La trama es tan compleja como polisémica y actúa como disparador de diversas inquietudes. Tras su internación, Joseph Merrick (John en la ficción) se convierte en el fenómeno de la época, y los aristócratas, artistas y miembros de la alta burguesía desean conocerlo. El proceso normalizador en el que Merrick se sumerge hará que su entorno se enfrente a sus propias debilidades. “La obra habla más bien del aprovechamiento que hace la sociedad sobre la discriminación, y esto es lo que la hace actual. Lo ‘diferente’ se transforma en objeto de culto y de veneración. La pregunta es: ¿quiénes somos normales?”, reflexiona el director.

En su puesta, El Hombre Elefante es Alejandro Paker. El actor, “bicho de teatro” como se define, sostiene que la puesta genera controversia y debate, por su temática vigente: “Este caso ocurrió hace más de cien años, pero se replica en la actualidad, lo que obliga a preguntar por qué somos así y por qué no aceptamos que el otro sea diferente. La discriminación tiene que ver con el miedo y también con la de-sinformación. La obra es una metáfora de eso”. Paker le pone el cuerpo a la composición de este personaje. Tal como sugiere el libreto original, la deformidad del protagonista prescinde de cualquier artificio, y es creada por el actor, que en este caso conmueve y se destaca con su transformación en vivo frente al público, que admira y agradece la revelación de esa metamorfosis, sin artilugios.

–¿Cómo fue interpretar al Hombre Elefante?

Alejandro Paker: –Investigué mucho; vi la película, y leí la biografía de Merrick. También trabajé mucho el cuerpo con una contorsionista, para poder sostener la temporada y no dañar mi físico. Luego, con Daniel comenzamos a investigar cómo habría sido su voz, porque por lo que se sabe apenas se le entendía cuando hablaba. El era un ser de espíritu noble y puro.

–¿Qué efecto provoca la obra en el público?

Daniel Suárez Marzal: –Provoca emoción, que es lo que debiera provocar siempre el teatro. Como un enfermo que está siempre agonizando, y que nunca muere, el teatro permanece porque es un sacudón para nuestras emociones; es como un espejo, porque toca cosas centrales de la vida del hombre.

A. P.: –Yo cuando voy al teatro me gusta que me despierte sensorial y emocionalmente. Yo busco sanación, como espectador y como actor, y lo que quisiera de esta obra es que nos desanestesie. El público se va emocionado, y creo que eso ocurre cuando uno se mira al espejo, no para verse las arrugas, sino para verse a los ojos, de verdad.

Informe: Candela Gomes Diez.

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