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Martes, 24 de septiembre de 2013
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Cineastas, notable puesta del director y dramaturgo Mariano Pensotti

Contar el cine con recursos del teatro

En una obra que cruza vida y obra de cuatro personajes dedicados a la pantalla grande, el espectáculo que se presenta de jueves a domingo evita el lugar común de utilizar proyecciones, cámaras o pantallas y se decanta por la escenografía y el trabajo actoral.

Por Paula Sabatés
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Todo sucede en el tiempo presente, no hay posibilidad de cortar, montar, borrar.

Cuando sobran recursos para hacerlo, Mariano Pensotti decidió que la mejor forma de hablar del cine en el teatro es ciñéndose a las posibilidades expresivas de este último lenguaje y no del primero. En su obra Cineastas no hay filmaciones, ni video. Tampoco cámaras. Los procedimientos que más le sirven para contar la historia que quiere narrar son esencialmente teatrales: una escenografía fija y cinco actores. Todo sucede en el tiempo presente, no hay posibilidad de cortar, montar, borrar. Cineastas es acontecimiento vivo. Por eso resulta tan loable que la obra que se estrenó hace algunas semanas y que va de jueves a domingos en el Teatro Sarmiento pueda mostrar de una forma tan aproximada y concreta al universo del séptimo arte.

Interpretada por Horacio Acosta, Elisa Carricajo, Valeria Lois, Javier Lorenzo y Marcelo Subiotto –todos con un gran trabajo– la obra pretende explorar la compleja relación que existe entre realidad y ficción. En palabras del autor y director, intenta “mostrar de qué manera la vida, las experiencias cotidianas, influyen en las ficciones, pero sobre todo en qué medida la vida es construida a partir de esas ficciones”. Con ese objetivo se centra en las historias de cuatro cineastas de Buenos Aires y en las películas que cada uno filma a lo largo de un año. De ese modo, como si fuera una especie de experimento, el director demuestra que ambas esferas (la vida y la obra de un artista) tiene mucho que ver entre sí, que se retroalimentan más incluso de lo imaginado por el propio sujeto en cuestión.

Las historias que escribió Pensotti son variadas. La primera que se ve es la de Gabriel, un reconocido director de películas comerciales que se entera de que tiene una enfermedad incurable y modifica la comedia que está realizando para que incluya sucesos de su vida personal. Luego se ve a Mariela, una realizadora experimental que mientras se separa de su marido prepara un documental sobre la separación de la Unión Soviética a través de sus películas musicales. La tercera historia es la de Nadia, la hija de un desaparecido que recibe el encargo de filmar una película sobre otro que sorpresivamente regresa vivo en 2013 y desequilibra la vida de sus hijos. Por último aparece Lucas, que trabaja en McDonald’s e intenta ridiculizar a la multinacional a través de una película de bajo costo. Acertó Pensotti en este punto, ya que lejos de presentar al cine como una disciplina con reglas estandarizadas, evidencia que existen distintas condiciones de trabajo, circuitos y formas de expresión que influyen luego en los resultados artísticos.

La vida de los cineastas y las películas que filman son mostradas al público en simultáneo. Esto es gracias a la escenografía, a cargo de Mariana Tirantte, que integra junto con Pensotti el Grupo Marea. Se trata de una especie de caja cuadrada que está dividida en dos, como si fuera el primer y segundo piso de una casa. Ese procedimiento, que sí tiene un guiño con el de la pantalla partida del cine, permite contrastar esos dos planos que suceden al mismo tiempo. Cuando en la planta de abajo se ve a Gabriel mientras se hace un control médico, arriba se ve al protagonista de su película en la misma situación. Cuando Nadia se queja de que su película alimenta a quienes sostienen que los desaparecidos están desperdigados por el mundo, en el nivel superior los hijos del hombre aparecido comparten sus contradicciones ante su nueva situación. Esta disposición resulta de lo más novedoso de la puesta.

Otro recurso que es interesante y que sí se utiliza frecuentemente en cine (aunque como posibilidad narrativa, no técnica) tiene que ver con cómo se cuentan las historias. Cineastas tiene para cada microrrelato un narrador. Este se encarga, micrófono en mano, de relatar –casi gritando– cómo se entrecruzan los dos planos presentados al público. Lo interesante es el tipo de narrador que construye Pensotti. Cada uno sabe todo acerca del personaje sobre el que le toca contar, desde sus datos biográficos hasta sus pensamientos más profundos. Escénicamente, incluso, caminan a su lado, como si fuesen una especie de sombra. Pero, inversamente, los cineastas no sólo no conocen a los narradores sino que tampoco los registran; para ellos son invisibles. Podría pensarse, si se quiere, como una metáfora de la figura del guionista, que es quien escribe la historia que se cuenta, pero cuya figura queda casi siempre opacada por la supremacía del director.

Quien conozca la obra anterior de Pensotti no dejará de advertir la importancia que el director otorga a la ciudad como espacio significante. Lo urbano, y particularmente la ciudad de Buenos Aires, ya había estado muy presente tanto en sus recordadas intervenciones urbanas (La marea e Interiores) como en su anterior espectáculo El pasado es un animal grotesco. Aquí vuelve a cobrar particular importancia y es parte fundamental de cada una de las historias de los cineastas. En el programa de mano de la obra es el mismo director quien escribe: “Lateralmente, la obra se propone como el posible retrato de una ciudad, también escenario del contraste entre lo efímero (los habitantes) y lo duradero (la ciudad en sí), a través del recorte de las historias de sus cineastas”. Con esto lo que quiere demostrar una vez más es que las ciudades nunca son conocidas por las historias de sus habitantes sino más bien por su producción ficcional.

“El cine tiene la pretensión de apresar la experiencia, de atrapar el tiempo, mientras que el teatro, al igual que la vida, es una experiencia en la que el tiempo se diluye.” En esa frase, que escribió sobre esta obra, Pensotti no sólo deja sentada su posición ideológica (que en sentido figurado el teatro es como la vida, mientras que el cine es otra cosa, lo que explica también por qué eligió hablar de éste en aquél y no al revés). También verbaliza el mayor mérito de su trabajo: el haber podido condensar lo más sustancial de un lenguaje en otro que, pese a lo que se piense, en muy poco se le parece.

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CINEASTAS

De Mariano Pensotti
Elenco: Horacio Acosta, Elisa Carricajo, Valeria Lois, Javier Lorenzo y Marcelo Subiotto.
Asistencia artística: Leandro Orellano.
Coreografía: Luciana Acuña.
Realización audiovisual: Agustín Mendilaharzu.
Iluminación: Alejandro Le Roux.
Música y diseño sonoro: Diego Vainer.
Escenografía y vestuario: Mariana Tirantte.
Dirección: Mariano Pensotti.
Funciones: jueves, viernes y sábados a las 21, y domingos a las 20 en Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715).

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