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Viernes, 4 de octubre de 2013
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OPINION

Roberto Arlt, entre la redacción y el libro

Por Rodolfo Alonso *

Cada nueva muestra del feliz interés editorial por inéditos del gran escritor argentino Roberto Arlt (1900-1942) me recuerda mi temprana adolescencia, cuando lo descubrí espontáneamente en librerías de viejo, donde se conseguían aún sus primeras ediciones y se arrumbaban, sin lectores, aquellas heroicas reediciones de Raúl Larra para su editorial Futuro. Prácticamente ignorado, Arlt fue entonces, y sigue siendo para mí, una presencia personal, casi íntima. Y no dejo de sonreír al imaginar lo que diría, con su ironía agridulce y socarrona (pero tan complacido), de su merecida resonancia actual.

Una investigadora mexicana, Rose Corral, ha reunido en un cuidado volumen, Al margen del cable, todas las crónicas periodísticas de Roberto Arlt publicadas en el significativo diario El Nacional, de México (1937-1941). Crónicas que habían aparecido previamente en nuestro memorable diario El Mundo, donde el autor integraba una brillante redacción de destacados escritores.

Es sin duda la notable capacidad creadora de Roberto Arlt –que podía convertir la sucinta noticia de un cable en un vívido, inquietante retrato literario– lo que motiva el interés de los editores mexicanos, sostenido hasta la muerte del autor. Pero hay algo más. Reparemos en el intenso, doloroso período histórico de lucha antifascista que acompaña estas crónicas: desde la Guerra Civil Española hasta la Segunda Guerra Mundial. Y recordemos, asimismo, no sólo que El Nacional es el diario fundado en 1929 por la revolución mexicana sino que, al asumir la presidencia el legendario general Lázaro Cárdenas, aquel proceso entró en una etapa de acelerada profundización: reforma agraria, nacionalización del petróleo, solidaridad con la República Española, cuyos refugiados políticos fueron acogidos con ejemplar amplitud. Del mismo modo que lo fueron nada menos que León Trotsky, perseguido y finalmente asesinado por el stalinismo, o las primeras víctimas del nazismo que ya devastaba Europa.

Lo que ese libro nos devuelve, entonces, no es apenas la penetrante capacidad creadora de Arlt, su apasionada inteligencia y su demoledora, sutilísima ironía, sino igualmente sus lúcidas opiniones de política internacional, en un momento clave y densamente trágico de la historia del mundo. Quien lea ahora esas páginas podrá comprender no sólo las sólidas razones del gran diario mexicano para publicarlo sino, también, la no menos sólida inventiva con que Arlt consiguió enfrentar su gran dilema (“Escribí siempre en redacciones estrepitosas, acosado por la obligación de la columna cotidiana”): supo hacer de sus crónicas buena literatura y de sus relatos, una tocante prueba de experiencia vivida.

Una reflexión final. No es que la narrativa ácida y mordaz de Arlt haya reflejado, simplemente, la realidad argentina sino que, mucho me temo, fue nuestro tanto tiempo desdichado país el que había terminado imitando, hasta el exceso, el mundo despiadado y grotesco del hondo, indeleble Roberto Arlt.

* Poeta, traductor y ensayista.

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