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Sábado, 5 de octubre de 2013
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EL TEATRO NEGRO DE PRAGA PRESENTA ANTOLOGIA - TEATRO DE GRANDES MILAGROS

Diez actos para redescubrir el asombro

La compañía fundada por Jirí Srnec hace 52 años repasará en el Coliseo los mejores cuadros de su historia. “A mi padre lo pone feliz que ahora haya teatro negro en todas partes”, asegura el hijo del creador y manager del grupo, aunque se queja de impostores de su país.

Por María Daniela Yaccar
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El Teatro Negro de Praga se presenta en la Argentina desde principios de los años ’70.

El teatro siempre es una ilusión. Hace nada menos que 52 años, un hombre que hoy tiene más de 80 llevó este pensamiento al extremo. Estudiaba música, artes plásticas y teatro para evadir el servicio militar obligatorio. Corrían los ’60 en Praga y Jirí Srnec tuvo una idea que daría la vuelta al mundo: el teatro negro. Es el truco –en la actualidad popular y utilizado incluso en la Argentina– por el cual objetos fluorescentes flotan en un escenario negro, movidos por cuerpos invisibles gracias a la luz ultravioleta. Hoy se presentará en Buenos Aires la compañía fundada por Srnec, la original, llamada Teatro Negro de Praga, que deslumbró a Sudamérica por primera vez a comienzos de los ’70. El grupo checo trae Antología - Teatro de grandes milagros, un espectáculo que repasará los mejores cuadros de su historia, como “La lavandera”, que fue el germen de la técnica.

Por el país pasó Jirí Srnec hijo, heredero de la compañía y quien suele estar a cargo de las giras mientras su padre sigue creando insistentemente en su país. El grupo ya recorrió diferentes zonas de la Argentina y todavía le quedan destinos como Santa Fe, Misiones, Corrientes, Salta y Jujuy, entre otros. El show de hoy es a las 20 en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125). “Mostraremos lo mejor de Teatro Negro”, adelanta Srnec hijo. “Es mejor que lo que mostramos en la Argentina en 2009”, añade. Hace cuatro años se pudo ver La bicicleta voladora, una obra para grandes y chicos, en la que volaban bicicletas y las flores se desprendían de la tierra. Dice Srnec que el público argentino pidió revancha y que por eso volvieron. El joven de 29 años está fascinado con los halagos latinoamericanos, con el cariño de un público que, evidentemente, no sólo demuestra pasión por los héroes musicales.

El espectáculo se compone de diez sketches. Así como hay actores invisibles, que manejan los objetos, hay otros que ponen el cuerpo en escena. El elenco lo completan bailarines. Srnec insiste en que el cuadro fundamental es “La lavandera”, el primero del teatro negro a nivel mundial, que data de 1959 y muestra calzoncillos y pantalones que vuelan y bailan al son de la música de Srnec padre. También están “El fotógrafo”, que está inspirado en la época del cine mudo, “Las maletas”, “El mago”, “El pescado” y “Los faroles”, entre otros.

–¿Qué le contó su padre de “La lavandera”, el sketch que dio origen a la técnica?

–Mi papá en ese momento tenía 30 años. Es un sketch para un actor y una actriz. Todo comenzó cuando mi papá iba a una escuela de títeres y dirigió un sketch pequeño en su clase. En ese espectáculo todo era visible, no había nada que tuviera que ver con el teatro negro. Pero algunos de los manipuladores estaban vestidos accidentalmente de negro. La cortina también era negra, entonces la gente era invisible. Mi papá se dio cuenta de que era un buen truco. Fue lentamente descubriendo las posibilidades de esto. Del ’58 al ’61, el teatro tuvo mucha evolución. “La lavandera” tiene una historia divertida: mi papá se inspiró un día en que fue al dentista. Mientras el odontólogo le daba una inyección, él podía ver desde su silla, a través de la ventana, ropa colgada en una soga. Y pensando en eso inventó este sketch, el primero para Teatro Negro. En los ’70 pensaban que el nombre hacía referencia a que la compañía era de gente negra. ¡Un productor de Estados Unidos le pidió a mi papá que le cambiara el nombre!

–Y el nombre ahora alude a un género.

–Mi papá es un artista de verdad. Nunca pensó en las patentes. Y todos usan este nombre ahora. En Praga hay siete grupos de teatro negro que dicen que son los originales. Durante el comunismo no todo era un negocio. Todo pertenecía al gobierno. Eras artista porque querías serlo. Nadie quería hacer teatro negro porque no daba dinero.

–Es la contracara de haberse extendido tanto, ¿no? En la Argentina hay grupos que hacen teatro negro también.

–Y eso a mi padre lo pone feliz. La cosa es que en Praga ellos dicen que son nosotros. En Facebook nos han escrito comentarios negativos de espectáculos que no eran los nuestros. Nos matan nuestro nombre. En la Argentina tuvimos un manager con el que terminamos mal, porque patentó el nombre “Teatro Negro de Praga en la Argentina”. En la gira de 2009 nos avisaron que él tenía registrada la marca. Tuvimos que cancelar algunas funciones. El mundo de las marcas registradas tiene que ser distinto al del arte. Podés ser artista u hombre de negocios, no las dos cosas.

–Más allá de estos percances, que son más fuertes en la actualidad, ¿cómo fue creciendo la compañía con el tiempo?

–No estoy desde el principio, pero cuando era niño ésta era la única compañía. Todo era mucho más fácil. Tengo recuerdos de diferentes partes del mundo adonde viajamos con mis padres. Cuando entré, a los 16 años, todavía estaba en la escuela. Entre 2005 y 2008 fue el período más duro de nuestra historia. A veces pensábamos que era el fin de Teatro Negro. Pero mi papá es un artista: quiere hacer teatro con o sin comida. Ahora tenemos nuevos pintores y vestuaristas. Este año es importante porque volvieron las giras y los productores otra vez nos buscan. El próximo abriremos un teatro en Praga. Por muchos años no tuvimos uno propio. Ojalá podamos abrir las alas.

–¿Qué se siente al llegar a un país tan lejano y que lo que hacen guste?

–En América latina la respuesta es muy buena. Es uno de nuestros lugares favoritos. En Centroamérica es súper bueno el público, siempre. En la Argentina, cuando trajimos Peter Pan (en 2004), el teatro parecía un estadio de fútbol: manos arriba, aplausos... En otras partes del mundo, como China, ellos piensan. No dicen nada y no ríen mucho. Es buena la respuesta, pero no es como acá. Las primeras veces pensábamos que no les gustábamos, pero seguimos yendo. En Venezuela y acá nos piden fotos, para los actores es muy lindo. Mi papá tiene muchas historias. A veces me cuenta cosas que nunca le había escuchado decir, y me parecen interesantes: por ejemplo, ha hecho funciones con presidentes. En Nicaragua, el teatro estaba al lado de la casa de gobierno, así que el presidente de Nicaragua vio a Teatro Negro. Es lindo hacer espectáculos con presidentes: cantamos el himno del país antes del espectáculo, con todos de pie. Y atrás del escenario está la gente de seguridad que siempre nos pregunta por qué apagamos todas las luces.

–¿Y usted por qué eligió esto?

–Fue accidental. Yo estudiaba teatro, pero drama. A los 19 años me casé. Mi mujer era bailarina, así que la única posibilidad de estar juntos era ir al teatro de mi papá. En la gira de 2002, el manager no le pagó a mi papá derechos de autor, entonces él lo despidió y nos preguntó a mi esposa y a mí si podíamos ser los nuevos managers. Nosotros teníamos 19 años, no sabíamos nada... así que hicimos muchas cosas malas. Era muy difícil para nosotros. Y no podíamos estar más juntos. Fue un tiempo duro. Nos divorciamos, pero me quedé en el teatro. Cuando tengamos nuestro teatro en Praga espero poder hacer las cosas que amo, como tocar la guitarra.

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