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Domingo, 6 de octubre de 2013
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MARUJA BUSTAMANTE Y VIVI TELLAS HABLAN DEL BIODRAMA MARUJA ENAMORADA

El amor como constructor de ficciones

La actriz fue parte del taller de biodramas de la directora, quien luego la invitó a crear juntas una obra a partir de cuestiones que aparecieron en el trabajo: el amor, los novios y la erotomanía. Puede verse los domingos en El Extranjero.

Por Carolina Prieto
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Bustamante e Iti El Hermoso, los protagonistas de Maruja enamorada.

Se conocían de nombre hasta que, en febrero pasado, Maruja Bustamante llegó al estudio de Vivi Tellas para asistir al taller de biodrama. El eje era trabajar sobre la familia propia desde una mirada teatral, ficcional. Y ocurrió una suerte de flechazo: Tellas se sintió envuelta por el material que Bustamante traía, por la generosidad con que abría su mundo privado para desde allí, zambullirse en la ficción. “Maruja está siempre en un estado de gracia. Sentí una afinidad muy fuerte con ella, con su energía, con su capacidad para poder estar con otro y compartir”, asegura Tellas. Una vez terminado el taller, la invitación no se hizo esperar: “Le dije que quería hacer una obra con ella a partir de ciertas cuestiones que aparecieron en el trabajo. El amor, los novios y la erotomanía”, cuenta la directora a Página/12.

Así nació Maruja enamorada, un espectáculo intimista con actuación de Bustamante y del músico Iti El Hermoso –con quien la actriz integra el dúo musical Te Amo–, que se presenta a sala llena los domingos a las 20.30 en El Extranjero (Valentín Gómez 3378) y acaba de ser invitado al Festival Internacional de Sucre, en Bolivia. Se trata de un viaje por la vida amorosa de Bustamante, verdadera mujer orquesta de la escena independiente, desde sus primeros romances infantiles hasta los más actuales, pasando por un abanico de experiencias que campean por las más variadas emociones. Y en el medio, Maruja e Iti escenificando las historias con distintos recursos: canción, actuación, baile, poesías, proyecciones, voces en off. Una multiplicidad de desencuentros amorosos en los que se cuelan anécdotas familiares que generan ternura, tristeza, dolor, alegría, alivio. Ese recorrido que resuena en la platea, y que se tiñe de delirio, humor o dolor. “En el proceso de trabajo nos dimos cuenta de que las dos sufrimos de erotomanía. Creemos que las otras personas siempre están

enamoradas de una. Es algo que nos da mucha risa y sobre lo que ironizamos: te sentís tan importante que el otro siempre te ama. Es que el amor es un terreno muy fértil para imaginar y para la ficción”, comenta Tellas.

–¿Cómo fue el proceso de creación?

Maruja Bustamante: –Poniendo el cuerpo a los recuerdos, que ya están pasados por muchas ficciones. Hay muchas cosas que me contaron, como cuando arranco hablando de mi primer noviecito de los tres años y medio. Pongo el cuerpo sobre el recuerdo de otros, de esas personas que me hablaron sobre ese episodio. Todos los novios que nombro existieron, pero construimos un material ficcional dramático a partir de ellos y de ciertas situaciones. Vivi planteó un juego de condensación en los principios y los finales de cada relación: cómo empieza y cómo termina cada historia. Así fueron apareciendo una serie de microrrelatos.

Vivi Tellas: –Planteamos la hipótesis de que el amor termina cuando empieza, juntando esos dos extremos y volcándolos en un momento trágico. Es una idea poética, ficcional, que nos sirve para pensar el amor. La obra es una ficción sobre el amor, cómo el amor te hace imaginar y te hace construir una ficción. Lo interesante es que la obra misma empezó a generar su propio material. Por ejemplo, le pedí a Maruja que llame a su padre para invitarlo a participar de la obra y esa charla telefónica aparece en el espectáculo. También un ex novio de Maruja se enteró de la obra, la llamó, le mandó una foto, le pidió que no hable mal de él y todo esto también está. O cuando los padres se juntan después de mucho tiempo en la casa de Maruja y bailan, como hacían antes. Y aparece grabado. Es como una obra que se genera a sí misma, que se va montando y escribiendo a la vez. Y cada escena tiene su color específico, su nota. Lo mejor que puede pasar es que la risa se confunda con el llanto, llegar a superponer esas emociones. Eso es lo más complicado. Pero no es un llanto dramático el de la platea, es más bien catártico.

M. B.: –Y tengo que mantener un equilibrio. No irme para el hiperhumor ni para el melodrama.

–¿Qué piensan de la gran naturalidad que transmite el espectáculo más allá del proceso de construcción que implicó?

V. T.: –Está bueno que dé esa impresión de naturalidad, como si siempre hubiera sido así, mientras que en realidad supone un trabajo de construcción enorme. Todo está decidido, elegido, pensado. Cada elemento está en relación con el todo. No se trata de alguien hablando de su vida, sino escénicamente qué pasa con eso, qué se puede construir ficcionalmente a partir de ciertos elementos biográficos.

–Tellas, ¿cómo surge su interés por cruzar ficción y documental?

–Ya en el Rojas, cuando armé el ciclo Proyecto Museos, empecé a buscar teatralidad por fuera del teatro, en ese caso trabajando con los museos de la ciudad no dedicados al arte, sino a otras disciplinas. Cuando dirigí el Teatro Sarmiento durante ocho años, armé el ciclo Biodrama: invité a distintos directores a que trabajaran sobre la biografía de algún argentino vivo. En ese momento me conmovió mucho un proyecto que me habían acercado sobre el caso de una bailarina que había estado en Singapur y había sido asesinada –junto con el resto del elenco– por el régimen. Una única mujer que sobrevivió a la masacre quería hacer un proyecto escénico sobre el caso. Y pensé que sería bueno que un teatro porteño, como el Sarmiento, mirara a las personas comunes y sus biografías. Sobre todo en un país como el nuestro, en el que hubo miles de de-saparecidos. Después conocí al alemán Stefan Kaegi y fue una influencia muy fuerte, un gran maestro: él trabajaba con personas que no son actores. Así arranqué con el Proyecto Archivos, trabajando con personas comunes, pero cuyas vidas tienen algo de teatral. Y dirigí obras como Mi mamá y mi tía, Escuela de conducción, Tres filósofos con bigotes, Cozarinsky su médico, La bruja y su hija.

–¿Cualquier biografía es capaz de devenir en biodrama?

V. T.: –Tengo que encontrar algo de teatralidad en esos mundos. Busco algo parecido al teatro, elementos como la repetición o la audiencia.

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