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Lunes, 21 de octubre de 2013
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Rita Terranova y Héctor Giovine protagonizan El jardín de los cerezos

“Chéjov comprende a sus personajes”

Aunque los actores ya habían intepretado el clásico ruso a lo largo de sus carreras, dicen que la puesta de Nicolás Pérez Costas es para ellos completamente nueva. Y el tema de la obra sigue vigente: “El sujeto cambia de pilcha pero es siempre el mismo”, afirma Giovine.

Por Paula Sabatés
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“La obra habla de todos los siglos porque habla del ser humano”, señalan Giovine y Terranova.

Rita Terranova y Héctor Giovine transforman una entrevista en una larga charla sobre la vida y la filosofía del teatro, a las que encuentran profundamente ligadas. “El teatro es la vida y la vida te enseña”, repetirán ambos más de una vez. En su caso es literalmente cierto. Dirigidos por el joven Nicolás Pérez Costas, los actores protagonizan El jardín de los cerezos, obra de Anton Chéjov que ya habían interpretado a lo largo de sus carreras (a Terranova, incluso, su actuación de aquel momento le valió el Premio Trinidad Guevara a Mejor Actriz). Y aseguran que aunque se trate del mismo texto, para ellos es una obra completamente nueva. “Nunca es lo mismo hacer un personaje a los 17 que a los 50, porque en ese tiempo te han pasado cosas y esas cosas se acumulan y hacen que puedas entender los personajes y los conflictos de otra manera”, aseguran.

El hecho de que sea Pérez Costa quien dirija la puesta no es menor para entender por qué la obra presenta tantas novedades para estos actores. Autor, director, coreógrafo y actual director artístico del Teatro El Cubo, el actor de 29 años se formó y ha desarrollado su experiencia fundamentalmente en el teatro musical. Esa formación se nota en la puesta, que si bien es una obra de texto, posee un ritmo y una musicalidad propias. Colabora en eso la música en vivo, a cargo de la pianista Nazarena Mastronardi, y una estética onírica en la que se destacan el vestuario y la escenografía. Completan el elenco los jóvenes Christian Alladio, Cecilia Barlesi, Alejandro Cupito, Juan Guilera, Damián Iglesias, Iara Martina, Leonardo Odierna, Bruno Pedicone, Agustín Pérez Costa, Valeria Ruggiero y Renata Marrone, hija de Terranova en la ficción y en la vida real.

La obra cuenta la historia de una familia de la aristocracia rusa que se ve en problemas financieros y económicos y que sin embargo no se preocupa por retener lo que está a punto de perder: su casa con su preciado jardín de cerezos. Con ese pretexto, Chéjov habla de los ajustes que produce un cambio de siglo, de las consecuencias del fin de la esclavitud, del ascenso y descenso de las clases sociales y de cómo los personajes no viven grandes tragedias ni discuten temas universales, sino que transcurren por situaciones aparentemente vulgares como la vida misma. “Lo interesante es que la obra habla de todos los siglos porque habla del ser humano. De aquellos que viven en la decadencia y en la mentira que ellos mismos han creado y que no tienen la fuerza de revertir. Lo mismo que pasa ahora con muchas personas, porque el sujeto cambia de pilcha pero es siempre el mismo”, afirma Govine a Página/12.

–En una entrevista, Nicolás Pérez Costa dijo que lo que más le interesaba era rescatar los subtextos de los personajes, ese “mundo oculto” tan presente en toda la obra de Chéjov. ¿Cómo fue ese trabajo?

Rita Terranova: –Lo hicimos desde la verdad y la profundidad y desde la conexión con el otro. Los vínculos resultaron fundamentales, porque un actor con su personaje te devuelve cosas del tuyo y te ayuda a construirlo desde otro lado. A mí siempre me pareció que los personajes de Chejov se trabajan desde un lugar sensible. Hay que sentirlos, y en base a ese sentimiento va apareciendo todo lo demás.

Héctor Giovine: –El desafío es encontrarle el motivo a la historia y a los personajes, porque por más aparentemente superficiales que parezcan hay que dotarlos de un relleno. Esto es así en todas las obras de todos los autores. Claro que el desafío es mayor cuando se trata de personajes de un gran dramaturgo, porque penetra en el alma del espectador como nadie. Esos personajes son inabarcables, hacés trescientas funciones de El jardín de los cerezos y siempre te queda algo por descubrir.

–Debe ser complejo intentar construir personajes inabarcables como los que definen...

R. T: –Sí. Por eso creo que lo principal con ellos es ponerles el cuerpo y de ahí va a salir todo. Eso es Chéjov. Fue el primero que trabajó con lo que pasa, más que con lo que se dice. No importa qué dicen las personas sino cómo lo dicen y por qué. Además es un autor muy amoroso. Hay algunos que toman partido por los personajes, él simplemente muestra objetivamente cómo son.

H. G: –Los muestra con una enorme piedad, los comprende. Nos acerca sus macanas y sus virtudes. No está con el dedito levantado acusándolos, jamás los juzga. Y eso hacemos los actores cuando los encarnamos.

R. T: –Por eso es que hacer un gran texto como este a uno lo engrandece. Porque esa manera de mirar al ser humano indudablemente se contagia. Por eso siempre hay un muy lindo clima, siempre que hice la obra lo sentí.

–Hablando de eso, ambos ya habían hecho la obra, cada uno por su lado, hace algunos años. ¿Qué les pasó con eso?

R. T: –A mí me tocó el mismo personaje, pero la verdad es como si fuera una obra nueva. Todo es diferente y además yo tengo diez años más, que no es poco. Obviamente hay una base de comprensión que ya estaba e incluso había algunas cosas del texto que tenía muy fijadas y que al momento de ensayar le pedí a Nicolás acomodar. Pero el recorrido con los compañeros y el director fue nuevo. El vínculo con el hermano, que es el personaje que hace Héctor, fue totalmente distinto, por ejemplo. En esta puesta eso es maravilloso, ambos hemos logrado un vínculo que creo que cuenta mejor la obra.

H. G: –Yo ahora hago otro personaje, pero me pasó igual. Cuando uno lee la obra, que en mi caso sucede una y otra vez porque me encanta, no hay novedades. Pero cuando la volvés a hacer vos, por más de que ya la hubieras hecho, son todas novedades. Es otra historia. Cambian sobre todo los para qué.

–¿Por qué creen que sucede eso?

H. G: –El actor es muy curioso, mira mucho todo el tiempo y consciente o inconscientemente saca conclusiones de la gente a la que observa y se nutre de todo eso. Eso hace que no sea lo mismo hacer un personaje a los 17 que a los 50.

R. T: –Porque te han pasado cosas. Porque la vida se siente de otra manera. Por eso siempre los actores hacen personajes más jóvenes, porque uno de más grande está parado en un lugar en el que puede comprender a los personajes de otro modo. No es una razón así nomás, es que de otra forma no se puede. El teatro es la vida y la vida te enseña. Sin vida, entonces, ¿cómo vas a hacer teatro?

* El jardín de los cerezos se puede ver los sábados y domingos a las 17 en el teatro El Cubo, Zelaya 3053.

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