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Miércoles, 27 de noviembre de 2013
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Perro, un cuento rural, de Hernán Grinstein

Dignidad, fidelidad y dominación

Por Paula Sabatés
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Grinstein y Marcos.

“Una desgarradora pregunta sobre los límites de la dignidad, la fidelidad y la dominación.” El programa de mano de Perro, un cuento rural no podría describir mejor esta propuesta de Hernán Grinstein, que surgió de un montaje dirigido por Claudio Tolcachir en Timbre 4 hace cinco años. Protagonizada por el mismo autor y director, la obra que se verá mañana por última vez en Espacio Polonia (Fitz Roy 1477) hace foco en un ser especial, El Perro, promesa de campeón que entrena sin tregua para una pelea que arregló su “dueño”. Pero esta situación sirve de pretexto y contexto para hablar de otros temas que se sumergen en lo más profundo del campo, donde todos los personajes están llenos de matices distintos, pero comparten una desgracia: la de estar completamente solos.

Lo primero que hay que decir de Perro... es que deja una gran pregunta: El Perro, ¿es en verdad un perro o es la dura metáfora de un hombre privado de toda libertad y convertido en bestia para provecho de otro más “fuerte”? Encarnado por Grinstein, que hace un excelente trabajo corporal, el personaje presenta una ambigüedad tal que es difícil para el público decidirse. ¿Por qué un perro tendría acercamientos amorosos con una mujer? Pero, al mismo tiempo, ¿por qué un humano vería al veterinario o pelearía en el ring en una categoría de animales? Si bien el personaje habla y casi todo el tiempo camina en dos patas, abogando más por los que lo creen hombre, lo cierto es que El Perro será para cada espectador lo que cada uno quiera. Y ése es precisamente el mayor acierto de la pieza.

Si es perro u hombre poco importa, verdaderamente, hacia el final del espectáculo. Porque la obra no deja de hablar, en ninguno de los casos, del sometimiento y la humillación que puede provocar el ser humano. Ese “ser especial”, como lo define el programa, es golpeado, manipulado y dominado bestialmente de muchas y distintas formas por un hombre que se cree superior y lo obliga a ser su criatura. Su relación evidencia el dolor de muchas de las que se dan en los interminables paisajes rurales e invita a pensar en la finitud de la existencia y en cómo se vive esa finitud cuando uno no tiene a nadie para compartirla. Claro que todo eso no puede ser ameno, por lo que la puesta es dura, cargada de violencia y angustia.

Los espacios para mostrar esta atmósfera son tres: una pulpería donde trabajan Ricardo y El Tuerto, los dos hombres que desafiarán (con un oso) al Perro en la pelea, luego la casa de Tony, el hombre que tiene de esclavo a Perro y a Leyla, una prostituta renga que sueña con ser cantante y, por último, el ring, donde tendrá lugar la lucha final. Este último espacio es montado en el momento para esa escena en particular, mientras que los dos primeros coexisten en el espacio escénico durante toda la obra (y se van iluminando según en cuál se desarrolle la acción). Se trata de un logrado trabajo de Fabricio Mercado y Macarena García, realizador y asesora de escenografía, y de Lucía Feijoó y Christian Gadea, a cargo de la iluminación.

Con respecto a la actuación, ya se ha mencionado el gran trabajo de Grinstein que, además de componer la subjetividad de ese sujeto tan particular, le pone su cuerpo entero. Su Perro se babea, se masturba, corre, salta y hasta se ahoga en escena, siendo siempre el centro de atención. Maday Méndez compone a una Leyla entre inocente y provocadora, José María Marcos le da vida a un hombre bruto, cruel y desagradable que logra su rol de “amo” y Francisco Franco y Tulio Gómez Alzaga colaboran en crear el imaginario cotidiano con sus campesinos trabajadores.

Lo que podría objetársele a Perro... es su relato lineal, por un lado (en casi toda la obra suceden las mismas acciones), y su falta de originalidad para retratar el mundo del campo (no es la primera propuesta en la que éste se presenta como un lugar en donde la siesta se corta con sangre y la sangre con más sangre). De todos modos, si la intención del director fue crear una estampa de la cotidianidad de ese espacio, que da la sensación de que lo fue, entonces ambas objeciones perderían su carácter de tal y Perro... sería un intento más de escenificar ese imaginario. Un intento inteligente, ágil y bien actuado.

7-PERRO, UN CUENTO RURAL

De Hernán Grinstein

Actores: José María Marcos, Hernán Grinstein, Tulio Gómez Alzaga, Francisco Franco, Maday Méndez.

Realización de escenografía: Fabricio Mercado.

Asesora escenográfica y de vestuario: Macarena García.

Iluminación: Christian Gadea, Lucía Feijoó.

Colaboración artística: Fernando Gabriel Rodil.

Fotografía: Gustavo Pascaner.

Dirección: Hernán Grinstein.

Función: jueves a las 21 en Espacio Polonia (Fitz Roy 1477).

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