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Martes, 10 de diciembre de 2013
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Entrevista al autor y director chileno Juan Carlos Zagal, en gira por Buenos Aires

“Las sociedades intentan recomponerse”

El teatrista presenta en el Teatro Presidente Alvear una trilogía que comenzó con Sin sangre y sigue con El hombre que daba de beber a las mariposas e Historia de amor: historias que observan las reacciones a diferentes formas de violencia social.

Por Hilda Cabrera
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“Después de siete años de experimentación hemos logrado perfeccionar nuestro lenguaje escénico.”

La pantalla color azul cielo instalada en el escenario dará idea de inmensidad. “Se oscurece la platea y ese cielo antes azul se transforma. Se hace noche y vemos qué había detrás de ese azul. Esto nos pasa en el día. La idea de inmensidad aparece con la noche”, observa Juan Carlos Zagal, autor y director chileno que se encuentra en Buenos Aires en breve gira con su compañía Teatrocinema. Su apunte es casi un anticipo de la conexión cósmica que se descubre en una de las obras de la trilogía que presenta en el Teatro Presidente Alvear. Espectáculos en los que la fusión de diversas disciplinas, incluidas las tecnológicas, permiten una “escenificación tridimensional”. Fundador de La Troppa, junto a Laura Pizarro y Jaime Lorca, equipo que años atrás presentó en Buenos Aires y festivales del interior Pinocchio, Viaje al centro de la Tierra y Gemelos, trae esta vez Sin sangre, de 2007, inspirada en la novela homónima de Alessandro Baricco (vista en Buenos Aires en el ciclo Tecnoescena 2008), El hombre que daba de beber a las mariposas (2010) e Historia de amor (2013). Obras llevadas a los teatros del mundo que Zagal espera sean apreciadas también por el público porteño: “Creemos que, después de siete años de experimentación, de creación de un mundo virtual y paralelo, hemos logrado perfeccionar nuestro lenguaje escénico”.

–En Sin sangre el eje es el enfrentamiento que deja una guerra fratricida asociada a situaciones de impunidad. La segunda obra de esta trilogía parece ir por otro camino, ¿es así? ¿Proviene de una leyenda?

–El hombre que daba de beber a las mariposas proviene de nuestra teoría del caos respecto del ser humano. La idea de que fuera una mariposa surgió de un fenómeno real: el vuelo de las mariposas monarca, que todos los años van y vienen entre México y el estado de California. Millones de mariposas migran. Se trasladan a los bosques de donde salieron sus antecesoras. Se aparean y mueren. Cumplen su ciclo de vida. Tomamos esa anécdota para recordar que también nosotros cumplimos un ciclo, que somos parte del universo y de quienes están y estarán en este mundo.

–Ese hombre, Filippo, agoniza e imagina un viaje...

–Que es mental. Repasa su vida y la inventa. De alguna manera, estamos diciendo que la muerte es transformación. El hombre sueña, recuerda experiencias vividas por él y el relato de un sobreviviente. Nos preguntamos cómo sintetizar ese caos de historias. El hecho de dar de beber a una mariposa le cambia la vida a la mariposa y puede cambiar el universo completo si es que, como sucede con la monarca, interfiere en la creación. Con ese gesto tan simple y tan generoso a la vez, el hombre de la anécdota podía ver el universo en las alas de una mariposa y viajar en el tiempo y el espacio. La historia dice que un día llegaron unos hombres armados al pueblo del que sobrevivió. Murieron los pobladores, pero las mariposas continuaron su recorrido. Y ahí es donde entra nuestro personaje, quien, yendo en bus, sufre un accidente. Mueren todos, menos Filippo. Muere su esposa, a la que amaba profundamente. Años después, sintiéndose sin energías y deseando reencontrarse con su antiguo amor, viaja hasta el lugar del accidente, abre los brazos y se lanza al vacío en momentos en que pasan las monarcas.

–¿Se trata de episodios, como en Sin sangre?

–Esa primera obra de la trilogía es más aristotélica y con flashbacks sobre las consecuencias que dejan los hechos violentos. El hombre... es más juguetona. Cuando el personaje se arroja al vacío, las mariposas se detienen a beber de sus manos extendidas y cambian la situación. Las alucinaciones de este personaje, sus fantasías, son parte de un universo interior tan grande y bello como el exterior. Tomamos la obra como un juego surrealista, y la ofrecemos al público para que juegue mentalmente con nosotros.

–Historia de amor es bien distinta...

–Está basada en una novela del francés Régis Jauffret. Es la historia de un psicópata y de la violencia que ejerce sobre su mujer. La obsesión de apoderarse del otro, el placer de la depredación. En este caso, una historia de amor se transforma en una monstruosidad.

–En Sin sangre relacionaba la historia original con la situación chilena. ¿Sucede también en Historia...?

–Las sociedades que han pasado por la tortura, la violación y los abusos reiterados intentan recomponerse. Todos hemos hecho nuestra resilencia (resistir y rehacerse), pero estas historias nuestras y las megaurbes generan depredadores que hacen lo que quieren. En Historia... decidimos indagar sobre esto. La pedofilia, por ejemplo, es un tema tremendo en Chile, pero se mantiene oculto, como secreto de familia. El femicidio es enorme. Quisimos indagar en la mente de un personaje psicópata, el protagonista, porque así lo plantea la novela, a la manera de un monólogo, en primera persona. En esa situación, la mujer violada se aísla, y ni los amigos ni el Estado ni la policía logran darle un sostén. El depredador gira a su alrededor y ella lo acepta. En esos casos, los opuestos se acercan de tal manera que el choque produce una energía que los atrapa, hasta que en algún momento caen.

–¿No ha cambiado esa situación en Chile?

–Algunas mujeres se animan a la demanda, incluso se promulgó una ley para el caso de las mujeres que retiren la denuncia por temor o cualquier otro motivo. Cuando esto ocurre, el Estado continúa la demanda. Se avanzó, pero aún falta mucho para proyectarnos con la fortaleza de los pueblos dignos y de los países en los que se pueda vivir y construir. Algo pasa con la sexualidad y la frustración.

–¿El espectador toma conciencia de la urgencia del tema?

–Nos hemos metido en las patas de los caballos. Algunos aceptan que se hable de esto, pero otros lo rechazan. Necesitábamos plantear el problema, porque la impunidad es muy violenta todavía. Quien cometa un acto en contra de una persona debe responder ante la Justicia y ante nosotros, los ciudadanos. Los abusos a nivel sexual, laboral, judicial y los relacionados con la salud y la educación son enormes.

–¿La fusión de lenguajes ayuda a transmitir estas ideas?

–Lo intentamos. Seguimos dialogando con el actor en vivo, las imágenes y el comic. El trabajo es en blanco y negro, y la actuación y la síntesis del gesto nos sitúan en las márgenes del comic. Las imágenes se asemejan a viñetas y los cambios de planos son vertiginosos y evolutivos. La obra muestra a una ciudad laberíntica, oscura y solitaria, muy moderna también.

–¿Qué aporta el comic?

–Queríamos una tragedia contemporánea y encontramos en el comic y la ciudad la estética y el lugar exactos para nuestros héroes y antihéroes, nuestras víctimas y depredadores. Las viñetas grafican bien la personalidad del psicópata, su bipolaridad, el paso de la euforia a la depresión más profunda, el amor más increíble al odio más desatado.

–¿Quiénes son los otros personajes?

–Los protagonistas son el hombre y la mujer; los otros aparecen en viñetas. Nos dibujaron. También yo aparezco con el gesto de los personajes del comic.

–¿Introdujeron nuevas disciplinas y tecnologías respecto de Sin sangre?

–Hemos entendido más la premisa de la edición en vivo. No es un único video, sino cientos de videos. Y tanto el iluminador como el técnico de multimedia y los actores iniciamos juntos nuestras operaciones en vivo.

–¿Cuál es el papel de los personajes “dibujados”?

–Ahí entramos en el tema del voyerismo, porque vemos que se producen abusos y no hacemos nada. De eso trata la obra. Los diarios publican algo, pero de un caso conocido hay cuarenta silenciados, y de un tipo preso, treinta impunes.

–¿Cómo involucran al espectador con estas técnicas?

–En el teatro convencional están la escenografía, los actores desplazándose y los espectadores en sus butacas. En lo que hacemos, los personajes aparecen y desaparecen sin transición en el cambio escénico. En Historia... una mujer espera el metro o subte, y ahí ya tenemos seis o siete planos distintos del subte. Es como si el espectador se pusiera detrás de una cámara imaginaria gigantesca que toma al teatro desde distintos ángulos. Se mueve la cámara junto con los actores y los sets y creamos el juego propio del cine y de la literatura: el viaje en el tiempo y el espacio de forma instantánea. Porque al leer con dar vuelta una página podemos pasar a otro tiempo y lugar, y sin ninguna transición, sólo con nuestra capacidad de creer. Cuando en Odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, un hombre-simio lanza un palo en un acto de soberbia, aparece una nave en el espacio. Leí la novela en la que se basó Kubrick, y ahí dice que entre el palo y la nave pasaron tres millones de años. Ese nivel de abstracción lo tenemos todos, incorporados al juego, la literatura y a todo aquello que nos permita fantasear.

* Trilogía Teatrocinema (Chile). Dirección de Juan Carlos Zagal. Obras: El hombre que daba de beber a las mariposas. Funciones: Hoy y mañana a las 20. Historia de amor, adaptación de la novela de Régis Jauffret. Funciones: jueves 12 y viernes 13, a las 20. Teatro Presidente Alvear, Av. Corrientes 1659 (4373-4245). Coproducción de la Compañía Teatrocinema con fundaciones e instituciones de diversos países.

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