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Domingo, 16 de marzo de 2014
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Los Descontrolados de Barracas presentan su espectáculo Es lo que hay

Una invitación al pensamiento crítico

La murga-teatro del Circuito Cultural Barracas encontró en esta frase repetida la motivación para decir que “sí tiene que existir el conflicto, porque es una forma de crecer, de luchar y de estar conscientes”, según explica Ricardo Talento.

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“Nuestra construcción y organización es política, y es de la comunidad”, dicen Talento y Brodiano.

Es feriado de Carnaval y, mientras la ciudad descansa, la persiana metálica roja del Circuito Cultural Barracas comienza a subir lentamente. En su interior, todo adquiere sentido. La estética del conventillo, con sus colores estridentes, se conjuga con las pinturas del maquillaje y con los disfraces de los murgueros, quienes están por llegar. Es que Los Descontrolados de Barracas salen para el corso en unas horas, y sus levitas inconfundibles, de color azul, naranja y amarillo, aguardan su próxima función. Integrada por vecinos de todas las edades y clases sociales, la murga porteña de Barracas ya tiene casi dieciocho años de bombo, platillo y baile en su haber y trabaja todos los años para hacer un aporte alternativo al género. Tras haber recuperado su feriado, el Carnaval nuevamente “metió la cola” y copó las calles, ritual en el que Los Descontrolados no quisieron ser menos y por ello volvieron a los corsos para ofrecer su nuevo espectáculo: Es lo que hay, que tendrá su presentación oficial en la puerta del Circuito (Iriarte 2165), hoy a las 16, con acceso libre y gratuito, y con la participación de La Redoblona, la murga de FM La Tribu.

Respetando el esquema clásico de entrada, crítica y retirada, la murga no deja de tomarse sus licencias y en ellas es donde radica su poder transgresor. Su llegada sonora antecede el momento de la crítica donde, sin dudas, se luce y sorprende al público. “‘Es lo que hay’. Nuevo dicho popular, que anda en boca de todos... Hemos encontrado el modo de explicar

lo inexplicable; de aceptar como inevitables agachadas, malos tratos, trampas, mentiras, negros salarios, promesas de paraísos... Con sólo poner un voto, sin involucrarnos nosotros en lo que construimos a diario”, comienza a recitar una de las oradoras-murgueras. Con dramaturgia de Ricardo Talento –director del Circuito– y con la dirección de Mariana Brodiano –directora de Los Descontrolados de Barracas–, Es lo que hay suspende por un rato la promesa de la alegría carnavalesca para invitar a pensar sobre lo que pocos cuestionan.

“Esta vez fue difícil armar el espectáculo, porque es un año de tensión política, entonces pensábamos que cualquier cosa que abordáramos iba a leerse para un lado o para otro. Sin embargo, apareció este tema, de esta frase que se repite y aparece para no establecer una tensión, porque no se piensa el hecho de discutir ideas como un hecho de crecimiento. La murga toma posición al respecto y sostiene que sí tiene que existir el conflicto, porque es una forma de crecer, de luchar y de estar conscientes de lo que estamos construyendo. Porque si ‘es lo que hay’, si todo está bien, si no existen problemas, no hay parámetros de construcción. El mismo espectáculo, justamente, tiene conflicto”, señala Talento.

Lejos de ser grandilocuente, la reflexión no omite el humor como recurso esencial y construye numerosos guiños al género. Tal es así que la puesta revela, de forma paródica, algunos de los lugares comunes que giran en torno de la murga porteña, lo que abre otro debate. “Esas miradas prejuiciosas acerca de la murga surgen de nuestra propia experiencia. Hay quienes creen que somos barrabravas, pero también están los que nos tildan de ‘cultos’ y nos mandan a cantar al Colón, porque cantamos a varias voces”, asegura Brodiano. Es a partir de esos prejuicios, que se construyen desde distintos sectores sociales, que surge la pregunta acerca de la significación de lo popular. Y así lo hace saber Talento, reconocido trabajador de la cultura. “Nosotros insistimos mucho en la calidad. Creer que lo popular no tiene calidad es algo que contradice ideológicamente lo que uno quiere proponer. Lo popular es barroco, y por eso no puede ser cualquier cosa. Desde lo popular, nosotros tenemos que tratar de generar la mejor música, la mejor poesía, y hacer lo mejor que podamos. Si las 140 murgas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se plantearan estas cosas, se generaría una gran asamblea popular.”

Es lo que hay actúa como disparador de distintas problemáticas, pero que confluyen en un mismo interés: entender que todo se construye y que nada viene dado. A su vez, su contenido no es ajeno al contexto en donde se exhibe –la calle– y por eso motiva otras preguntas, como el sentido del Carnaval como rito plebeyo, devaluado en su organización en el último tiempo, que se debe recuperar y reivindicar.

“Nuestra propuesta no es la que predomina, porque existen discusiones con algunas murgas que se estancan en un esquema de ‘murga museo’, que se aferra a lo tradicional del género de la murga porteña”, argumenta Brodiano. No obstante, Talento observa y celebra algunos avances: “Este año se hizo un congreso entre las murgas para saber qué hacemos y para quién lo hacemos. Hay tremendas tensiones y está bárbaro, porque al menos se está empezando a discutir. Existen miles de personas que el único acceso que tienen a un hecho artístico es el corso, por eso no podemos devaluar ese espacio”.

Para este colectivo cultural, la premisa de “el arte como transformador social” es, sin dudas, más una conducta aplicada que una consigna idealista, y así lo entiende su director. “Nuestra construcción y organización es política, y es de la comunidad. Desde este grupo comunitario intentamos revisar todo lo que construimos, y cómo lo hacemos. Muchas de las cosas que nos pasan son parámetros culturales que nos siguen atravesando y que provienen de una cultura dominante. A la creatividad se la piensa como patrimonio de algunos artistas. Nosotros, en cambio, consideramos que la creatividad es una esencia humana que, como es la más peligrosa que tiene el ser humano, se la mutila desde el comienzo. Por eso, los juguetes, por ejemplo, ya vienen jugados. Soy de la última generación que desarmó un reloj para ver qué había adentro. Hay una filosofía de mutilación que hace que uno acepte lo que hay y que no se imagine transformando nada, y así no hay posibilidad de cambio. Nosotros, desde nuestro lugar, creamos el marco para que esa creatividad se desarrolle. No hay un mundo posible si no somos capaces de imaginarlo. De otra manera, siempre vamos a pelear contra algo que imagina otro. Al contrario, uno tiene que construir, y eso es hacer política.”

Informe: Candela Gomes Diez.

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