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Viernes, 4 de abril de 2014
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RODRIGO CARDENAS DIRIGE NINGUN CIELO MAS QUERIDO, EN EL OPALO

“Una reivindicación no es por decreto”

La obra aborda la guerra de Malvinas, pero la protagonizan cuatro ingleses y un escocés que viven en las islas y que quieren hacer una revolución socialista. “Es raro poder reírte con una obra aun sabiendo que el final es tremendo”, asegura el director.

Por María Daniela Yaccar
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“No es la visión del inglés de Thatcher: es la del inglés de izquierda”, dice Cárdenas sobre la obra.

“La guerra es irreproducible”, asegura Rodrigo Cárdenas a Página/12. Pero hoy dirige, justamente, un espectáculo sobre la guerra de Malvinas. Ningún cielo más querido (viernes a las 21 en Junín 380, y desde el 17 de abril, también jueves a las 21) es una obra extraña, de la autoría de Carlos Balmaceda. El texto y las actuaciones permiten reírse del tema, o sea, del horror; pero esto no quiere decir que no sea abordado con seriedad y responsabilidad. Lo primero que descoloca en esa sala pequeña, íntima, que es El Opalo, son los sujetos de la escena: cuatro ingleses y un escocés que viven en las islas, que quieren hacer allí una revolución socialista, y que están un poco –demasiado, en realidad– confundidos.

Resulta que quedan atrapados en el medio de una guerra. Ellos no lo sabían. Habían fundado en las Malvinas un partido y después un ejército que estaba siguiendo los pasos de las guerrillas argentinas y que discutía sobre los postulados de Marx y sobre Perón. Pero, de pronto, quedan atrapados en el medio de una guerra. Se encuentran con un soldado tucumano, conversan con él, intentan negociar. La obra atraviesa diversas etapas y estados de ánimo. Cárdenas, hombre del teatro y amante del fútbol, quien tuvo por años un unipersonal sobre Racing en cartel (El caso R. C., por Racing Club o Rodrigo Cárdenas), dice que ésta es la obra que más contento lo puso en toda su carrera. “Por el texto, por el grupo humano y la onda de la gente de la sala”, dice.

En esta etapa de su vida quiere correrse de la temática futbolera y del club de sus amores –sobre los que hizo varios espectáculos e incluso un corto con Diego Capuso-tto, Tiempo de descuento– y poner el ojo en otros hechos. “Quedé etiquetado con el fútbol”, advierte. No tenía previsto dirigir una obra sobre Malvinas, pero quedó fascinado con el texto de Balmaceda, que combina sus facetas de sociólogo y standupero en Ningún cielo.... El elenco lo integran Ramiro Cárdenas, Diego Cosin, Rubén Estévez, Ricardo Galizia, Jorge Nolasco y Jorge Schwanek. Por su parte, Cárdenas tiene en cartel también La malcriada, ópera insolente (sábados a las 19.30 en Paseo La Plaza, Corrientes 1660), y pronto repondrá Doña Rosita y el don Juan.

–¿Cómo llegó a este autor?

–Hay dos Balmaceda: uno que es bastante gorila y éste. Conocí al autor por temas futbolísticos. Los dos somos de Racing. El hacía un espectáculo que se llamaba Los muchachos humoristas, muy divertido, en el momento del conflicto con el campo. Después escribió ésta, su primera obra. Me gustó mucho y me dijo de dirigirla. El tenía un subsidio y con plata que pusimos nosotros la hicimos. Fue un placer todo. La obra era más larga, la recortamos un poco. Estamos muy contentos. Me parece una visión realmente inteligente del asunto. Es raro poder reírte con una obra sabiendo que el final es tremendo. Todos sabemos el final de la historia y, sin embargo, nos reímos. Aparece algo que me divierte mucho: las grandes discusiones sobre la revolución. Me divierte la ingenuidad, el desconocimiento. En otra época me peleaba por todo eso, como la gente de mi generación y sobre todo la anterior. Estos ingleses están completamente equivocados, me parece gracioso.

–En esta obra, los ingleses no son enemigos, y eso que es sobre Malvinas...

–Eso está bueno. El escocés me cae muy simpático y su confrontación con los ingleses es muy divertida, histórica. Al empezar la obra, uno piensa que los personajes son porteños, parecen salidos de la mente de Fontanarrosa. Falta que hablen de minas. Bah, hablan de minas también. Tienen proyectos delirantes. Esas diferencias yo las viví: soy de la generación que era adolescente cuando empezó la dictadura. Las viví, aunque no al nivel de mi hermano (N. de R.: tiene un hermano desaparecido, a quien le dedicó un espectáculo, El argentino en Windows).

–Hay muchas obras sobre Malvinas. ¿Qué aporta de nuevo Ningún cielo...?

–Lo que me llama la atención es que con los ex combatientes hay una cuestión social: la gente no los reconoce. Y eso por más que el Gobierno meta subsidios, los ampare, haga monumentos, lo que quiera. No pasa lo mismo con ellos que con los desaparecidos. Pareciera que no son argentinos, parece que son de otro país: no se los ve como compatriotas que fueron a pelear. Me acuerdo perfecto de las contradicciones de ese momento. Realmente se creó una cosa futbolera: había gente que no quería que la Argentina ganara la guerra, porque eso representaba la perpetuación de los milicos en el poder. Estamos hablando de gente, de argentinos que fueron y dieron la vida, y había gente que no quería que ganaran. La guerra es inconcebible, pero se generó eso. Fue fortísimo, espantoso. Para mí lo fue, porque tenía un hermano desaparecido. Es una reivindicación que apoyo. No está bueno que hayan muerto tantos argentinos. Pero una reivindicación no se da por decreto. Tal vez si algún día se recupera parte de la isla... eso me interesó de la obra. Al grupo también: la visión contradictoria sobre ese suceso y el humor.

–No debe haber sido fácil seleccionar el elenco adecuado para recrear ese contexto.

–Traté de elegirlos de la misma edad. ¡Y de que fueran grandotes! A algunos los conocía, a otros no. Hay una cosa fundamental: ideológicamente, más o menos coincidimos todos. Más o menos no, mucho. Son todos de 50, excepto el pibe, mi hijo, de 25, que en la obra tiene 20. No faltaron a ningún ensayo. No hubo discusiones, sólo enojos por fútbol. Pensamos ir a Londres, a un festival. Queremos ir con esta obra. Es genial porque no es la visión del inglés de Thatcher: es la del inglés de izquierda. Es muy inteligente el autor. Tenemos pensado otro proyecto con él, está escribiendo una obra que se llama Los clones de Perón: aparecen distintos “Perones”, de todas las gamas.

–¿Por qué definen a la obra como grotesco kelper?

–Sin lo dramático no hay humor, como dice Berson en La risa. Es una definición del grotesco. Nos causa gracia Stefano, de Discépolo, y al mismo tiempo nos queremos morir. La cosa de frustración más profunda no está tanto en Ningún cielo.... Le pusimos “grotesco” sobre todo por la argentinidad. Y porque desde una situación dramática, un episodio concreto, aparece el humor. Tiene argentinidad, aunque los personajes son ingleses. Mi idea original, que no se pudo hacer, era poner los subtítulos en inglés. Pero no daba el espacio. Elegí una sala chiquita porque quería que los actores estuvieran cerca de la gente.

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