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Domingo, 1 de junio de 2014
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OBRAS TEATRALES SOBRE FUTBOL EN LA CARTELERA PORTEÑA

“En realidad, es el fútbol el que se vuelve teatral”

Lo dice Bernardo Cappa, uno de los directores que conocen bien ambos terrenos. A días del Mundial, cinco piezas ilustran sobre negocios sucios y barras bravas, pero también sobre cábalas, festejos y pasiones que se escenifican cada fin de semana.

Por Paula Sabatés
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Cinco obras teatrales sobre fútbol evidencian que la pasión no se vive sólo en Brasil. A días de que empiece el Mundial, la cartelera porteña alberga historias que ponen el acento en distintos temas relacionados con ese deporte, contados desde diferentes registros. Así, dramas sobre negocios sucios, barras bravas y violencia, pero también comedias sobre cábalas, festejos y pasiones se escenifican cada fin de semana para dar cuenta de este fenómeno que los hacedores viven como muy natural: “El teatro habla de las pasiones, también de las argentinas, y el fútbol es la mayor de todas. ¿Cómo no iba a estar presente?”, razona Rubén de la Torre, autor y director de Barrilete Cósmico, el partido del siglo en diálogo con Página/12.

Si bien la cercanía de la Copa del Mundo sirvió como marco y excusa para la presentación de los espectáculos (algunos aguantaron el estreno hasta este año para coincidir), los directores aseguran que estos proyectos fueron pensados hace tiempo y que todos tenían ganas de hablar de fútbol más allá del gran torneo internacional. De hecho, algunos de ellos ya habían trabajado con el tema. “Mientras ensayábamos la obra no sabíamos cuándo íbamos a estrenar, jamás hablamos del Mundial, es más, ahora mismo no lo tenemos en cuenta. Lo que nos interesa del fútbol como teatralidad no está en el Mundial”, asegura Bernardo Cappa, a cargo de Es un sentimiento, aunque De la Torre opina que “hacer la obra en estos meses es una linda manera de palpitarlo”.

“A mí me interesó plantear la disyuntiva que hay respecto del cruce entre fútbol y psicología, que muchos encuentran como antagónicos”, comienza Ignacio Steinberg. “Hay periodistas, jugadores y hasta técnicos que se oponen a la idea de una ayuda psicológica para el mejor funcionamiento del grupo, como si no se tratara de un complemento absolutamente necesario para cualquier grupo humano.” La pelota se mancha, comedia de Eduardo Grilli que él dirige, se pregunta si el fútbol es el reflejo de una sociedad. En la pieza, un jugador prepara su traspaso a un club europeo luego de que su estrella, un brasileño, muriera tras beber de un bidón (teléfono, Bilardo). La obra refleja la ambición que rodea a un futbolista y su entorno, que pareciera siempre buscar sacar algún provecho de esa relación. “Sabemos que con el título nos oponemos a lo que dijo Maradona, pero hasta Diego sabe que la pelota se mancha, no por casualidad, sino porque la manchan todos los que cambian deporte por negocio. Los únicos que no se manchan son los hinchas, inocentes que creen y aman la camiseta y el deporte”, asegura Steinberg, que dice que el enfrentamiento en la obra entre un argentino y un brasileño “fue un guiño para anticipar la final en el Maracaná”.

A Patricio Abadi, las imágenes que conforman La comedia del fútbol y El estadio de arena, sus dos obras en cartel sobre fútbol, se le despertaron desde muy chico: “Mi padre me ha acompañado siempre a jugar, más allá de los climas y las distancias. En esos kilómetros eternos, taciturnos, con papá al volante, yo iba enhebrando el rosario de personajes que ahora, veinte años después, cobran vida en estas obras”, recuerda. En la primera, un arquero miope, un referí solitario, un eterno suplente, una mujer policía, una jugadora socióloga y un DT olvidado se encuentran en un club nocturno. Con mucho humor, cada uno se desahoga en un monólogo que da cuenta de que no todo es color de rosa para quien vive del fútbol. A El estadio de arena, el autor la define como “una mirada poética” sobre un movimiento que atravesó los años ’90 en Solanas, una playa en Uruguay, donde se llevaban a cabo torneos de fútbol. “El fútbol actual goza de vértigo, pero carece de poética”, asegura el autor, que formó parte del Combinado Argentino de Dramaturgos, un equipo que fue a Europa a jugar contra los seleccionados de Italia y Alemania, donde además participó en la Feria del Libro de Frankfurt leyendo “una suerte de soccer-non-fiction” que escribió a partir de consignas que propuso la Federación alemana.

Para Cappa, que es hijo del director técnico Angel, “hoy el fútbol está muy bastardeado y sólo queda un sentimentalismo, una especie de amor exagerado a los colores, a las banderas”. Según el director, que ya había trabajado sobre el tema, “ese negocio de los sentimientos, esos afectos exagerados, son muy teatrales, son actuación pura”. A partir de esas ideas, el dramaturgo escribió Es un sentimiento, “un intento de explicar el fútbol, el asado, el chori y el truco a una extranjera”. En la obra, Mario regresa a su Matanza natal para presentar su novia noruega a su familia. Pero lo que él imaginó como un gran día pronto se transforma en tragedia, puesto que la ciudad está dividida por un conflicto entre barras bravas en el cual su familia está involucrada. “Hacía mucho que quería trabajar con las barras, con el mito que las justifica. Después de mucho tiempo de ensayo me apareció la imagen de un patio, un asado y una señora a la cual le llega la nieta con unas banderas de la barra de Almirante Brown que le dio su novio para que esconda”, cuenta Cappa, para quien la obra representa “la confusión que produce la intención de explicar la argentinidad y lo ridículo que es el orgullo de tener esos mitos”.

Por último, Barrilete Cósmico, el partido del siglo, se ubica temporalmente en el 22 de junio de 1986 a las 15, día y hora en que se jugó el partido en el que Maradona metió el gol con la mano y el “de todos los tiempos”. En la pieza, dos hermanos y un vecino se juntan a ver los cuartos de final del Mundial de México ’86. Despliegan una serie de rituales y cábalas para que todo salga bien, pero la irrupción de una mujer, amante de los tres (cosa que entre ellos no saben), hace que todo se arruine. Con humor y el relato de Víctor Hugo Morales de fondo, se suceden gritos, armas, amenazas, cornetas, alcohol, festejos y más. “Ese partido fue inolvidable y me pareció el mejor momento para hablar de la pasión. Muchos espectadores salen con piel de gallina y nos dicen que se acordaron de ese momento y lo vivieron como si fuera real. Es muy emocionante ver de lo que son capaces los hombres por su pasión, sobre todo con el relato de Víctor Hugo detrás”, afirma De la Torre, quien se cuidó de “no caer en la comedia chabacana”.

Además de la pasión, tema indiscutible en cada una de estas propuestas, otros dos aparecen en primer plano: la relación del fútbol con la violencia y el lugar de la mujer dentro de su universo. Para Cappa, que en su obra explora de sobra el primer punto, “el fútbol es una de las formas que tenemos de simbolizar la violencia”. Según el teatrista, utilizamos la ficción que representa un partido de fútbol como descarga, como la vía “para no ejecutar esa violencia en la vida real”. El director asegura que el problema es el dinero que “absorbe como si fuera un agujero negro todo lo simbólico”. Para Steinberg, por su parte, el ingrediente pasional es inevitable en un deporte tan popular pero “la violencia es prescindible”, aunque sostiene que para erradicarla de ese lugar que no le corresponde es necesaria una educación que sostenga la conciencia individual, la solidaridad y la ética. Coincide De la Torre, para quien la violencia no es algo propio del fútbol, sino algo “que hay en todos lados” y que llega allí por la adrenalina que genera la pasión. En su obra, los tres amigos amenazan y amordazan a la mujer para que los deje ver el partido. Pero el director asegura que “no son tres barras bravas, sino tres tipos comunes a los que la pasión les despierta eso”.

Con respecto a las mujeres, éstas aparecen en las cinco obras con lugares muy diferentes: en Barrilete..., como quien impide a los fanáticos (hombres) disfrutar del partido; en La comedia... como trabajadoras del fútbol al igual que los hombres (la jugadora y la policía); en Es un sentimiento como fanáticas que sienten el deporte con la misma intensidad que el sexo opuesto; en La pelota... como parte de esa red de sanguijuelas que rodea al jugador; y en El estadio de arena como una figura estimulante para que el hombre pueda jugar. “Las actrices y el público femenino parecen disfrutar mucho de este código, en principio asociado al mundo masculino”, asegura Abadi, que dice haber prestado mucha atención a este punto. Y De la Torre aclara: “En mi obra no es que los hombres tengan un problema con la mujer por ser mujer. Si el que los interrumpía era un perro, le iban a hacer lo mismo. Creo que hay muchas mujeres que entienden más de fútbol que los hombres. De hecho, antes de cada función regalamos una pelota al espectador que hace más jueguito y más de una vez ganó una mujer”, cuenta.

En sus discursos, los directores y dramaturgos describen con características teatrales al fútbol y con patrones futbolísticos al teatro. Pero ¿cuál es la relación entre ambas disciplinas? “Que ponen en movimiento emociones de mucha intensidad”, arriesga Cappa, aunque para él, “en realidad, el fútbol es el que se vuelve teatral. Es la representación de un nosotros, los hinchas de Independiente que nos enfrentamos a los otros, los hinchas de Racing. Nos inventamos un mito y hacemos un pacto. El partido es el relato de ese enfrentamiento simbólico como si fuera una obra de teatro. Los jugadores, como los actores, padecen ese relato y al mismo tiempo es la excusa que les permite jugar, actuar.” Por su parte, Steinberg señala que “ensayar es entrenarse, el vestuario y el camarín son el momento sublime de la preparación, del repaso de la letra y la concentración, y cada función es el partido que nos jugamos frente al público”. Aunque en el teatro falte el equipo contrario, el director asegura que “no hace falta, porque el estímulo es ser ‘otro’ todas las noches”. Para De la Torre, la relación se da, más que entre fútbol y teatro, entre éste y la actuación. El director compara al teatro comercial con las grandes ligas y al circuito alternativo con el “fulbito” y dice que hay algo de la exposición que genera cada una de estas instancias que se da de igual modo en actores y jugadores.

Por último, los directores trazan un paralelismo entre el director técnico y el director teatral, ya que coinciden en que ambos organizan el relato (escénico o deportivo) dando pautas y proponiendo leyes para que jugadores y actores puedan desplegar su potencial. “De todos modos, los que salen a jugar y transpiran son ellos. A ambos directores no les queda otra que comerse las uñas y ver cómo se desarrolla todo. Aunque los DT por lo menos pueden gritar cosas de afuera, cosa que nosotros a veces nos gustaría mucho”, concluyen.

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