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Domingo, 12 de octubre de 2014
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LA MEXICANA SOL FERNANDEZ DIRIGE EL ESPECTACULO EX-NIÑAS

Memoria individual y valores colectivos

A partir del intercambio que se genera entre el paciente-espectador y el médico-actor, el nuevo proyecto del grupo Teatro Horizontal pone el foco en los recuerdos infantiles del público. El objetivo es hurgar en los engranajes de una sociedad disciplinaria.

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La obra dirigida por Fernández se puede ver los domingos en La Lunares.

“¿Usted fue niña alguna vez?”, pregunta la mujer, libreta en mano, enfundada en un ambo blanco, inmaculado. El adjetivo cambiará según el sexo del interlocutor, pero la respuesta siempre será afirmativa. La interpelación sorprende y arranca una sonrisa. Con firma incluida, el espectador-paciente se compromete a brindar información sustanciosa para el desarrollo de la obra. A éste se le entregará una libretita, similar a una cartilla de vacunación o a un boletín escolar, en la que el personal actoral especializado dará constancia de sus observaciones. Ex-niñas se llama la obra. En ella, las figuras convencionales de actor y espectador se diluyen para volcarse a un juego teatral donde la dramaturgia se pone al servicio de un ejercicio de reflexión y memoria.

La puesta, dirigida por Sol Fernández, es el nuevo proyecto del grupo mexicano Teatro Horizontal (ver recuadro), que en un doble proceso busca activar la memoria individual para repensar los valores colectivos. En la sala de La Lunares (Humahuaca 4027), convertida en un hospital con numerosos consultorios, un grupo de médicos y médicas atienden los domingos, a las 18. Su preocupación es indagar en los recuerdos de la infancia del público, y es por ese intercambio que se genera entre el paciente-espectador y el médico-actor que la obra logra romper con la linealidad del discurso y el tiempo teatrales. En la sala de espera, cada integrante del público aguarda el próximo “estudio”, con té y galletitas, y ese encuentro también genera miradas y risas cómplices entre quienes se saben jugadores fortuitos de un mismo juego.

En Ex-niñas, la infancia opera más bien como un disparador para hurgar en los engranajes invisibles de una sociedad disciplinaria que define, entre otras cosas, lo masculino y lo femenino. Con un trabajo destacable de improvisación, las funciones varían según la información individual que va aportando cada espectador, y concluyen con una síntesis actuada, hacia el final del encuentro, en la que se interpretan algunas de las experiencias compartidas.

“Con esta obra, trabajamos en aprender a escuchar al otro –cuenta la directora–. En cada función, las historias que contamos son el resultado de las entrevistas que realizamos previamente, pero hay otras historias que se mantienen, producto de las preguntas que nos hicimos sobre nuestra propia infancia o sobre personas que conocíamos. Ex-niñas nos permite encontrarnos con el otro, y darnos cuenta de que no es tan ‘otro’. La idea es traer al espectador, aceptar su historia, proponer el juego de escucharlo atentamente, empatizar con él y hacerle una devolución.”

–¿Qué la motivó a realizar una obra sobre la infancia?

–Quizá fue por un motivo personal, porque a mí me costaba mucho recordar mi propia infancia, y tenía la sensación de que la niñez es como un fantasma, porque con el tiempo la olvidas, y tú te transformas y te conviertes en otra persona. Sólo quedan los recuerdos, las fotos y las anécdotas vistas desde afuera. Además, la infancia es un lugar de encuentro con los otros, porque todos fuimos niños, y es también el primer contacto con la autoridad, de los padres y de la escuela.

–La puesta es muy catártica. ¿Cuáles son las historias o anécdotas que aparecen con mayor frecuencia?

–Lo que sucede es que, cuando piensas en la infancia, en general tomas lo que te cuentan tus padres sobre cómo eras de niño. Y cuando a uno le preguntan, surgen algunas cosas pendientes que quedaron, y que de pronto te das cuenta de que te marcaron un montón en decisiones que tomaste luego como adulto. Las historias que más surgen son las vinculadas con la injusticia que uno sentía porque no podía jugar o decir lo que otro niño sí podía. El poder del adulto sobre el niño o la niña es fuerte, y con el tiempo uno crece y quizá replica conductas que en su infancia lo hicieron sentir terrible. En la dinámica de recordar lo que nos decían cuando éramos niños, pienso que ahora no le diría a una niña: “Calladita te ves más bonita”, pero quizá, como a mí me lo decían, yo eso lo asimilé, aunque hoy lo niegue y diga que no me afectó.

–¿Por qué decidió contextualizar la temática en un hospital y abordarla desde la óptica médica?

–Porque el hospital es un lugar de autoridad que no se cuestiona nunca. Puede no gustarte, pero cuando llega una enfermera y te pregunta sobre tu vida sexual, tú vas a contestarle porque esa persona tiene autoridad. Entonces, quise jugar con eso, y funciona muy bien. La burocracia de esperar un turno y de las idas y venidas para hacer estudios está tan naturalizada que nos aprovechamos de eso en la puesta.

–A la obra asisten hombres y mujeres, pero se hace hincapié en la niñez femenina. ¿A qué se debe esta elección?

–Como mexicana, me crié en una sociedad mucho más machista que la argentina, donde es mayor la diferencia en el trato hacia la mujer desde la niñez. Una vez me llegó una historia de una mujer que recordaba haberse dado cuenta de que era niña cuando le dijeron que ya no podía jugar con sus primos y que tenía que permanecer en su casa, para atenderlos. Y es interesante también escuchar a los hombres contar sus historias de cuando eran niños. La falta de visibilidad del machismo fue uno de los motivos por los cuales surgió Ex-niñas. La necesidad de dejar de naturalizar ciertas situaciones, y empezar a preguntarse sobre ellas, es uno de nuestros objetivos.

* La obra puede verse, previa reserva en: www.teatrohorizontal.com
Informe: Candela Gomes Diez.

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