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Miércoles, 19 de agosto de 2015
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Balance del Festival Internacional en Formosa

Un mapa internacional que se dibuja desde los escenarios

En una abigarrada agenda que dejó mucha tela para cortar, hubo momentos especialmente intensos con un elenco cubano y más de un malentendido con los invitados de Corea. La décima edición de un encuentro coral por definición atrajo a más de 40 mil asistentes.

Por María Daniela Yaccar
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La audiencia de los confines, de El Salvador, un ensayo sobre la memoria con fuerte sentido político.

Desde Formosa

En el 11º Festival Internacional del Teatro de la Integración y el Reconocimiento, el teatro fue, ante todo, una ventana para mirar el mundo de hoy. Actuó como catalizador a través del cual traumas de las sociedades, tensiones de coyuntura, urgencias, necesidades y preguntas se hacían ineludibles para espectadores y hacedores. En tal sentido, no sólo los escenarios de la ciudad y del interior tuvieron peso. Igual importancia que las obras adquirieron los debates formales y las acaloradas sobremesas en el Club Náutico de la capital, donde lo coral del festival se expresaba en un murmullo que abarcaba multiplicidad de acentos. Era posible ver, en la misma mesa, a un formoseño, un cordobés y un porteño, compartiendo un vino y conversando sobre paisajes, fútbol, política y arte con un paraguayo y un chileno. Las bromas sobre rivalidades históricas, por supuesto, no faltaron. Entre el jueves y el lunes circularon por los escenarios formoseños elencos de Cuba, Brasil, Chile, Bolivia, Colombia, Nicaragua, República Dominicana, El Salvador, Estados Unidos, Canadá, Portugal, España y Corea, además de los países mencionados. “En un primer pantallazo puedo decir que la totalidad de espectadores supera los 40 mil”, indicó Daniel Luppo, uno de los organizadores.

El mismo día en que la bandera de Estados Unidos volvía a flamear en La Habana se desarrollaba en la capital formoseña el conversatorio “Dirigir teatro en Cuba hoy”. Quienes fueron quedaron atónitos con el video que mostró Pedro Franco, actor y director de Teatro El Portazo, de Matanzas, y vicepresidente de una organización encargada de la promoción del arte joven cubano. El video mostraba un fragmento del último trabajo del grupo, The Cuban Coffee by Portazo’s Cooperative (CCPC). “No sé cómo no los censuraron”, concluía un argentino. El espectáculo podría definirse como un cabaret político que, al tiempo que expone cómo se produce teatro en Cuba actualmente, sienta postura sobre la situación del país. Postura que emerge desde el amor a esa patria. “Sabemos los motivos de por qué nos vamos, pero ¿por qué necesitamos quedarnos?”, ha dicho el creador.

“¿De verdad se quiere ir?”, le preguntan distintos personajes con insistencia a un joven que plantea la posibilidad de dejar la isla. “Aprenderás que en todas partes los hombres son iguales. Que en toda forma de gobierno hay descontento”, le explica uno de los personajes, que es una travesti, al igual que el actor con vestuario de revolucionario y peluca rosa. “El espectáculo tiene como intención incluir a todos en un discurso sobre la urgencia de prosperidad y el futuro de la isla. Materializa un gesto de resistencia, tan conectado con nuestra tradición casi épica y abordado formalmente con el desparpajo y la ‘gozadera’ que nos caracteriza. Es nuestro pronunciamiento al derecho de participar desde la praxis en la construcción del futuro”, dijo Franco, de treinta años, a Página/12.

También dentro del festival era posible apreciar la mirada de artistas cubanos de otras generaciones que vivían en Miami. Entre ellos no hacían ninguna diferencia. Almorzaban, cenaban y caminaban juntos. “Somos una comunidad”, definió Franco. “Nunca dejas Cuba. Siempre va contigo”, aportaba Eddy Días Souza, director de Mi platero. “Desde el siglo XIX tenemos muchos dramaturgos fuera de Cuba que son parte de la cultura cubana: no los vemos como un elemento aislado, sino como parte de ese árbol.” Otro grupo cubano residente en Estados Unidos trajo Kassandra, que se pudo ver en un ex galpón ferroviario lindero a la costanera, devenido en espacio cultural. En esta obra del uruguayo Sergio Blanco y dirigida por Boris Villar la historia de la princesa troyana entreteje una metáfora sobre las heridas de un pueblo. Esta Kassandra es un personaje desgarrado, también una travesti, que acaba en la prostitución, y que tiene una profunda necesidad de ser escuchada. De ahí la puesta: un escenario circular, la princesa sentada entre el público, que en un momento fue invitado a tomar whisky. Con humor, el espectáculo abordó temas como identidad trans, pérdidas familiares, desarraigo, migraciones forzosas y drogas. Lo más curioso y significativo es que el personaje hablaba en un inglés precario. Para muchos espectadores fue un impedimento y se retiraron de la sala.

“Es un inglés pensado en español, con construcciones castellanas. Muchos de los inmigrantes que han llegado a Estados Unidos hablan un inglés parecido a éste. El personaje está sobreviviendo catástrofes y devastaciones, y de repente está en un contexto en que tiene que sobrevivir y salir a flote”, explicó Villar. En Formosa el inglés fue un problema. De hecho, se comentó que el intendente de la localidad de El Colorado interrumpió una función de Kassandra y le pidió a la actriz (Maribel Barrios) que continuara en castellano.

En semejante maremagnum de personas, historias y culturas también llamó la atención El Salvador. Los del Quinto Piso trajeron La audiencia de los confines, primer ensayo sobre la memoria, una obra con un fuerte mensaje político y una puesta muy sencilla, sin escenografía más que una tela roja y unos pocos objetos y un vestuario con el que cualquiera circularía por la calle. “Probablemente en Argentina y en Chile están desarrollando otras estéticas. Eso corresponde al pulso de cada país. Acá tenés que ver al teatro con otra perspectiva: tratar de entender cuál es la propuesta que cada país hace desde su contexto y realidad”, sintetizó Jorgelina Cerritos, dramaturga, actriz y poeta que en 2010 obtuvo el premio Casa de las Américas y por ello fue convocada a participar del festival. Las palabras de Cerritos son interesantes para pensar en el corazón de esta propuesta del gobierno formoseño –que cuenta con apoyo del Instituto Nacional del Teatro, en cogestión con el CEA Utopía 2000 y la asociación civil Arlequín Comandante Fontana–: ver teatro de países tan diversos exige espectadores más “sociológicos”.

En el “Encuentro de programadores, creadores y productores”, que ocurrió el sábado en el Centro Cultural del Mercado, representantes de diferentes países daban detalles sobre cómo funcionaban en cada lugar los derechos de autor. El clima del encuentro se alteró cuando Cerritos explicó que, para quienes hacen teatro en El Salvador, esa preocupación no existe. Contó una anécdota que muchos después reprodujeron: que el edificio que alquilaban para ensayar se ubicaba en el centro, “el ojo del huracán”, debido al accionar de las organizaciones delictivas conocidas como maras. De modo que, para ellos, las prioridades son otras. “Hace seis meses yo no iba por las calles de mi casa hacia el lugar de ensayo pendiente de todo, pero ahorita hay una cosa que te dicen, ‘las mujeres no se pinten el pelo’ o ‘no se vistan de tal color los hombres’, porque los pueden confundir con una u otra pandilla. Es una forma de terror. Están manipulando para que sea así”, sostuvo la dramaturga. “El tema de las pandillas existe de una forma muy recrudecida ahora. Estamos siendo sujetos de esa sensación de ahogo y aprisionamiento, que se refleja en La audiencia de los confines con tres personajes situados en una noche eterna. Llegaron los acuerdos de paz, creímos ver el sol, pero la noche se volvió a instalar.” Para Cerritos, el asunto de las maras es coyuntural, y siente que su dramaturgia está todavía más influenciada por la guerra civil que sufrió su país entre 1979 y 1992 y que dejó un saldo de miles de muertos. “El nuestro es un teatro de posguerra, que refleja esos recuerdos. Yo era una niña. Pero vi decapitados.”

Los países de Centroamérica suelen ser excluidos de eventos de estas características en América latina. Tanto Cerritos como Leandro Sánchez Arauz (de Managua) plantearon esta cuestión toda vez que pudieron. Tanto en el encuentro del sábado como en la audiencia que hubo con el gobernador Gildo Insfrán. “Pedimos que el sur mire al centro, porque estamos aislados de distintas formas, por políticas económicas y culturales. No existen en nuestros países decisiones fundamentales para el hecho teatral. Tenemos esa carencia y, sin embargo, no dejamos de hacer teatro. No tenemos leyes de cultura, fondos ni ministerios”, expresó Arauz a este medio. “No queremos folklorismo”, aclaró Cerritos. “No queremos que nos miren como los bichos raros de Latinoamérica, que se pregunten: ‘¿Hace teatro esta gente?’, ‘¿En medio de las balas?’. Tenemos espectáculos con la calidad y el derecho de estar en festivales internacionales.”

Se percibía cierta tónica compartida por las más de treinta obras que integraban la grilla. Muchas hablaban de la identidad y del ser de cada país. Dentro del menú, el plato exótico fue, sin dudas, Corea. “¿Teatro de Corea? ¿Cómo vamos a hacer para entenderlo?”, preguntaban los formoseños no bien se había lanzado la movida. Por cuestiones idiomáticas, los coreanos constituían un grupo endogámico y no habrían podido “sobrevivir” sin Juan, a quien llamaban “John”, su traductor. Lo seguían por todas partes. “Estuvimos en una escuela para presentar la obra. ¡Menos mal que no entendieron nada! Porque los chicos les gritaban ‘¡japoneses!’ y otras cosas... Hubiera sido un papelón”, contaba Juan. Había dos elencos asiáticos. La primera en presentarse fue la Compañía de Teatro Visual Ccotbbat, de Corea del Sur. En el Auditorio Teatro de la Ciudad, frente a la Plaza San Martín, se armó una larga fila de estudiantes de la zona. En La ventana de papel, debut de la compañía en América latina, la cuestión del idioma se resolvió fácil: casi no se precisaban palabras. El director y actor Lee Cheol-Sung hizo algunas intervenciones en inglés, explicando de qué iba la cosa, y una joven iba traduciendo. La obra fascinó a los chicos. Una dibujante trabajaba en vivo y una pantalla ubicada detrás de Cheol-Sung proyectaba las ilustraciones. Se trató de una historia en tres actos, titulados “El punto”, “Las líneas” y “Las escaleras misteriosas”. Gracioso Cheol-Sung y universal el trabajo: los formoseños estallaron en carcajadas cuando vieron que la dibujante creó un inodoro... y el actor se quedó sin papel. Al final, hubo juegos para los chicos, que fueron invitados a subir al escenario. La primera fue una nena de tres años. “Ella en el futuro podría ser como Evita, porque es muy segura”, dijo Lee.

Por otra parte, pese a que la grilla contempla la producción provincial, los qom no tienen representación en el festival. Luppo indicó que “el trabajo con los pueblos originarios se remonta a la realización, en los últimos años, de planes de gira, capacitaciones y ferias de teatro joven, llegando a comunidades originarias, que han recibido espectáculos y participado con obras propias. Estamos a punto de lanzar un programa específico entre las instituciones nombradas”.


En términos artísticos, Formosa aparenta ser una provincia más musical que teatral. En el interior hay una única sala y se encuentra en Comandante Fontana, ciudad cabecera del departamento de Patiño. Es un pequeño edificio en medio del monte. Lo fundó una maestra rural que comenzó a dar literatura dramática y generó un grupo de discípulos. No obstante, el entusiasmo que se veía en el centro por la propuesta se hacía todavía más evidente lejos de la capital. Hasta Laguna Blanca (departamento de Pilcomayo) llegaron con su Fiat Fiorino los cirqueros de la compañía porteña Les Ivans, un dúo de treintañeros llamados igual, que cumplió un record –siete funciones en cinco días– y que en las escuelas de la ciudad venía firmando autógrafos, no sin cierta sensación de contradicción. “Una nena me dijo que para ella era importante, entonces dejé de preguntar y seguí haciéndolo”, contó Iván Zlachevsky. En el interior hubo además funciones en Fontana, Pozo del Tigre, El Colorado y Clorinda.

Laguna Blanca se encuentra a 180 kilómetros de la capital provincial, es sede de la Fiesta Nacional del Pomelo, es la ciudad donde nació el gobernador y se la plantea como turística y universitaria. Lo primero es por el Parque Nacional Río Pilcomayo y lo segundo, porque en 2009 se inauguró un instituto que funciona como extensión de la Universidad Nacional de Formosa. Tiene 17 mil habitantes, considerando el área rural. Allí, las personas se dedican a la docencia, son agentes municipales o pequeños productores. Hay una asociación de músicos, también abundan los artistas plásticos y los artesanos. Pero no hay una sala de teatro, entonces la función de Les Ivans ocurrió en el Salón Justicialista, que inauguró a los pocos años de que Insfrán tomara el poder y que, en tiempos electorales, lucía empapelado con los rostros de Cristina Fernández, Scioli y el gobernador y de Perón y Evita, representados también en dos bustos que estaban arriba del escenario. Enfrente del salón está la casa de la madre del gobernador. Mientras sucedía la función, en el patio, debajo de un tinglado, había un grupo de gente preparando asado y escuchando folklore, que a la noche iba a festejar un cumpleaños o un casamiento.

Lo llamativo de la función de Las fábulas de Les Ivans, que mezclaba con teatro números clásicos de circo, como malabares y equilibrio, era el fervor que los jóvenes conseguían, tanto en niños como en adultos. “En Buenos Aires no genera tanta sorpresa un malabar: acá hacías malabares con tres clavas y era un truco raro, cualquier cosita generaba un estallido de risa o un aplauso”, resumió el otro Iván, de apellido Sirczuk. El momento que más sorprendió ocurrió cuando uno de los Ivanes se metió por completo adentro de un globo. Al final de la función, los chicos los rodeaban haciéndoles preguntas, felicitándolos o para pedirles fotos. “Es un acto bastante transformador. A pesar de que vamos por única vez, se deja una semilla en el lugar”, agregó Zlachevsky. Sin ir más lejos, un guardaparque que presenciaba la obra, y que fue tomado de punto por Sirczuk en un momento de interacción, amasaba un sueño: una sala teatral para Laguna Blanca. Según contó el subsecretario de Gobierno municipal, Mario Brancal, hay un proyecto del gobierno provincial de crear ese espacio, aunque todavía no se sabe cuándo. El coordinador de Cultura de Laguna Blanca, Luis Blasich, les regaló a los cirqueros un poema.

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