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Viernes, 9 de octubre de 2015
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La autora y directora Analía Fedra García tiene dos obras en cartel

“Pongo en juego el trabajo actoral”

La directora de Greek vuelve a escena con dos espectáculos distintos, pero con un punto en común: la importancia del actor. Son Camaradería, inspirado en August Strindberg, y Las patas en las fuentes, sobre el poema de Leónidas Lamborghini.

Por Paula Sabatés
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“Lo primero en lo que me fijo en un actor es en su nivel de entrega”, afirma Analía Fedra García.

Luego del estreno de obras que tuvieron mucha repercusión en la cartelera porteña, tales como Greek (por la que ganó tres Premios ACE) y Muchas felicidades (La sagrada familia), Analía Fedra García volvió a escena con dos trabajos distintos pero con un punto en común. Son Camaradería, sobre el clásico Los camaradas, de August Strindberg, y Las patas en las fuentes, sobre el poema de Leónidas Lamborghini. Si bien son de distinta índole –el primero una obra de texto, el segundo de poesía–, en ambos espectáculos la directora y dramaturga cuenta con actores de un gran recorrido escénico y de gran virtuosismo: Walter Quiroz y elenco y Osmar Núñez, respectivamente. “Son obras muy disímiles pero con el foco puesto en el trabajo con el actor, que es en lo que me enfoqué”, dice la directora a Página/12.

En Camaradería, que sube a escena en el Portón de Sánchez, la directora y también dramaturga de esta pieza aborda la temática de los juegos de poder al interior de una pareja, la dominación de uno sobre el otro y lo que pasa cuando hay una posibilidad concreta de tener los mismos roles en una relación. Por su parte, en Las patas..., texto unipersonal al que le encontró “una potencia dramática impresionante”, lo que se narra es el itinerario de un sujeto “descolocado por la ciudad, intentando entender quiénes somos y qué nos pasa”. Esa segunda propuesta, que se estrenó en el marco del Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro Cultural de la Cooperación se puede ver ahora en la sala Tuñón de ese complejo.

“En ambos es mucho el trabajo actoral que está puesto en juego. Por eso también ambas son muy despojadas de escenografía o utilería. Hice un trabajo de síntesis escenográfica y mucho despliegue de imágenes. Los actores no tienen de donde agarrarse más que de su propio cuerpo y de sus compañeros”, dice la directora, que asegura que los espectadores de estos espectáculos “también tienen que trabajar, no son pasivos”.

–¿Por qué decidió trabajar sobre el clásico de Strindberg en Camaradería? ¿Qué le interesó de ese texto?

–Que es una obra de 1888 y tiene planteos sumamente modernos. Hay un personaje que dice que todos somos híbridos, mezcla de hombre y de mujer, una idea que es completamente fuera de contexto para esa época. Eso me atrajo. Es la primera obra que él escribe sobre la batalla de los sexos y es muy intensa, porque plantea el tema de la competencia profesional y del dinero dentro de la pareja, un tema muy intenso. La mujer aparece como queriendo manejar al hombre y tratándolo como a un nene, y éste como alguien que quiere parecer generoso con la mujer para que “crezca”, pero que cuando lo hace se pone nervioso y se tira para atrás. Me gustó esa zona de ambigüedades y de cambios permanentes. De todos modos en la versión original Strindberg condena mucho al personaje femenino, así que hice una adaptación en la dramaturgia que le dio un giro a los personajes.

–¿Y con Las patas en las fuentes cómo fue el trabajo? Porque significa su debut con la poesía en el teatro...

–Me lo tomé como investigación, hice un trabajo de análisis de estructura, porque en el poema no había escenas, está todo continuado. Traté de pensar dónde empezaba una escena, dónde terminaba, qué se ponía en juego y cómo llevar eso a escena. En el texto, Lamborghini plantea algo, luego sigue con otra cosa, y luego vuelve a eso. Fue difícil, pero un desafío interesante.

–En ambos espectáculos cuenta con actores muy virtuosos. ¿Qué tiene en cuenta a la hora de elegirlos?

–Lo primero en lo que me fijo es en su nivel de entrega, en que sean dedicados, en que amen profundamente lo que hacen y en que estén dispuestos a indagar. No tengo nada resuelto cuando los convoco, por eso los invito a descubrir conmigo. Y lo loco es que cuanto más grossos son, más se dejan dirigir. Osmar (Núñez) y Walter (Quiroz) se entregaron por completo y fue un placer. No vinieron a imponer, fue un trabajo en conjunto surgido de la idea de que no iba a ser fácil, porque ningún material lo es, y que tendríamos que mezclar intuición y trabajo.

–Por su puesta de Greek ganó varios reconocimientos de mucha importancia en el ámbito teatral. ¿Eso le significó algún beneficio concreto y material para estos trabajos posteriores?

–No, sólo una gratificación en el momento y para el afuera. Igual está bien, obvio que es lindo ganárselo cuando te mataste ensayando y lidiando con un montón de cosas. Pero no es que se me abrieron ochenta puertas. Hay gente que con menos premios accedió a más lugares que yo, no sé si será porque soy mujer o qué. Sí pasó que me empezaron a conocer otros teatristas. Eso estuvo bueno.

–¿Ve teatro, más allá de su producción? ¿Qué piensa de la cartelera porteña actual?

–Veo, sí. Pero a veces veo más búsqueda de reconocimiento que de indagación. También que hay modas temporales, es decir, alguien que aparece con una impronta y que es seguido por un montón que intentan copiarlo. Hay una excesiva producción, pero poco interés real por el trabajo, por el porqué, el para quién, el para qué. Se otorgan muchos subsidios, pero hay poco criterio en eso también. Por eso yo trato de ser sincera conmigo y ver qué estoy necesitando poner en escena en cada momento. Entiendo que a veces los tiempos son raros, que tenés a veces la máquina de producir te lleva a automatizarte y repetir cosas que ya hiciste o hicieron otros. Por eso me gusta estar desorientada cada vez que empiezo con un proyecto. No es que empiezo de cero, claro, porque ya hay cierto conocimiento del trabajo. Pero sí trato de hacer algo que ya me funcionó, porque no tiene sentido, porque no hay búsqueda. Y porque sumar en cantidad no tiene sentido. Ya la cantidad de obras que hay es inabarcable, y por eso hay tantos festivales. De todos modos, aunque tengo mis críticas, banco mucho a todos los teatristas independientes porque realmente ponemos todo nuestro capital humano y económico sin recibir retribución en muchos casos. Y eso está bueno y es destacable.

* Las patas en las fuentes se ve los viernes a las 20.15 en el Centro Cultural de la Cooperación, Av. Corrientes 1543.

* Camaradería va los sábados a las 21 en Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034.

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