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Miércoles, 14 de octubre de 2015
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Jorge Costa y su espectáculo independiente Humanidad S.A.

El vagabundo en estos tiempos

El punto de partida fue el célebre personaje de Charles Chaplin, pero el actor, productor y director buscó una actualización que, además, le permitiera pintar la mirada sobre la pobreza aquí, y cómo los derechos se reciclan en pos de otros valores.

Por Paula Sabatés
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“No hago teatro cool ni teatro comercial, lo odio y me parece que va en desmedro del arte.”

De fondo, sólo música. En escena, un hombre bajito, de una gracia enorme, con un bastón, un sombrero negro y un bigote. Es Jorge Costa, actor, director y productor, y lo que está haciendo es un homenaje a Chaplin. Con la voluntad de hacer una obra sobre el “valor humano”, el teatrista eligió el símbolo del vagabundo, personaje que inmortalizó el humorista británico, porque consideró que fue él quien “llevó esa bandera el siglo pasado”. Pero en Humanidad S.A., si bien hace un homenaje a Chaplin, el actor construye su propio vagabundo, uno al que tuvo que “ubicar” en la contemporaneidad porque –dice– “ya no existe como tal”.

La pieza recorre un día en la vida de este vagabundo: su despertar, la búsqueda de trabajo para poder comer, sus intentos por mantenerse alejado de la autoridad y otras aventuras. En escena, el personaje de Costa es acompañado por otros personajes que colaboran con ese devenir. Los más influyentes son una anciana mendiga que podría ser su madre y un comisario que lo persigue durante todo el espectáculo. Los encarnan Julia Muzio y Esteban Parola, quienes junto a Costa también protagonizan Tamorto, espectáculo de humor y denuncia que se encuentra realizando una nueva y exitosa temporada en la cartelera porteña. Pero también hay otros personajes menores que simbolizan a la sociedad de consumo (consumidores de un supermercado, una médica de un hospital de la Ciudad de Buenos Aires que no quiere atender a los pobres), y que dan cuenta de cómo los derechos se reciclan en pos de otros valores. A ésos, el director los vistió con máscaras, para denunciar su falta de humanidad.

De una notable calidad, el espectáculo no tiene comparación con otros de la escena porteña y es un claro ejemplo de la exploración interna y única de un creador. De corte independiente, la calidad en las interpretaciones resuelve los presumibles problemas de un trabajo sin grandes inversiones, y torna a Humanidad S.A en un poema constante donde hay videos, “efectos especiales” (artesanales y muy bien logrados) y un ritmo notables. Un trabajo auténtico que, pese a ponerse al hombro uno de los personajes más estereotipables de la historia, les escapa a los lugares comunes y a las cosas que políticamente “funcionan” en el teatro.

“En mi formación aparecía siempre la imagen del vagabundo de Chaplin, generalmente recomendada por profesores que me decían que había algo de él en mí. Al principio les decía que no me hincharan, que Chaplin ya era historia pasada. Pero insistieron mucho, sobre todo el coreógrafo Carlos Veiga, gurú de este espectáculo, y decidí probar. Al tiempo les di la razón. Me dediqué a estudiar qué me unía a ese tipo y así surgió el espectáculo”, cuenta el director a Página/12.

–¿Y qué los unía?

–Un montón de cosas. Desde cuestiones familiares hasta anécdotas extrañas. Por ejemplo, él relata que encontró de casualidad a su bastón. Y yo estando por San Telmo un día, en el que ni siquiera estaba ensayando, decidí probar a ver si lo conseguía. Es inconseguible, pero caminé y me metí en una galería y encontré la caña que uso en la obra, que es idéntica a la que yo había imaginado. Me cobraron cien mangos porque me vieron cara de gil, pero la compré. Y de todos los imitadores de Chaplin que he visto, ninguno tiene la que tengo yo.

–De todos modos no imita a Chaplin, sino que construye su propio vagabundo desde la inspiración...

–Sí, de hecho mi vagabundo es una mezcla de Chaplin, Buster Keaton, Harold Lloyd y algunas cosas de Harry Landon. Hay cosas que el vagabundo de Chaplin no haría, porque no es Chaplin, soy yo.

–Dice que el punto de partida fue pensar dónde estaría el vagabundo hoy. ¿Por qué? ¿Dónde lo encontró?

–Tuve que pensarlo hoy porque el de Chaplin es de una raza de vagabundos que ya no existe, de hecho por eso Chaplin lo mata. No existe porque duele, porque la sociedad no lo permite, porque denuncia la falta de humanidad. Era aquel vagabundo que viene del inmigrante, que no sabe dónde está su hogar, que es nómade. Pero no hay que perder de vista que Chaplin lo veía de arriba, porque ya era millonario cuando hizo sus largos. Yo lo veo desde abajo, y en esa búsqueda lo descubrí en una línea delgada entre el conurbano y la Capital y entre el pobre y el trabajador. Una mezcla del cartonero circunstancial y el changarín. Ahí lo encontré. Pero él no tiene resentimiento en cuanto a lo social, es bastante desapegado.

–En las películas de Chaplin el personaje central siempre se enamora de una mujer, lo que motoriza toda la historia. En su obra, sin embargo, eso no sucede. En cambio, la relación que entabla es con una anciana que podría ser su madre. ¿A qué se debe ese cambio?

–No veía la funcionalidad de la mujer, no me convencía. Por eso elegí la mujer opuesta a las que elegía Chaplin, que siempre eran muy jovencitas. De todos modos, si se lo piensa hay un cierto enamoramiento hacia esa madre anciana, que incluso después de hacer la obra yo no creo que sea su madre real. Creo que él la ve en un estado de sufrimiento del que se apiada y que les viene bien a ambos, porque él también necesita ese amor. Y creo también que fue un acierto esa mujer, porque su sufrimiento es lo que convierte a la obra en un melodrama, lo que le da el sostén que yo como vagabundo no podía encontrar en los juegos y en otras cosas.

–¿Encuentra algo en común entre este trabajo y otros suyos anteriores?

–Mire, en este momento tengo dos obras en cartel, ésta y Tamorto. A las dos las produzco y las pongo en escena gracias a un equipo que labura conmigo y hace que eso sea posible. Y antes de hacer ambas obras tuve que tomar una decisión. La de si quería tener una carrera artística o un camino artístico. Elegí el camino. Son obras que no existen en la cartelera teatral más allá de nuestro grupo. No hago teatro cool, ni teatro comercial, lo odio y me parece que va en desmedro del arte. Tampoco hago teatro under. Al menos en estas dos obras hago el teatro que me sale, el que tiene mis preguntas, mi experimentación. Y lo hago porque amo esto. No especulamos, ninguno de los del equipo. Hacemos este trabajo de todo corazón.

* Humanidad S.A. se ve los domingos a las 19 en Teatro Pan y Arte, Boedo 876.

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