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Miércoles, 20 de septiembre de 2006
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ENTREVISTA A ALEJANDRO ULLUA Y VALENTIN PAULS

“En la guerra, el hombre pierde principios morales”

El director y el actor hablan de Hic et nunc, pieza que, a partir de una guerra, pone al desnudo las miserias humanas.

Por Hilda Cabrera
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Hic et nunc se presenta todos los sábados a las 23 en el Teatro del Borde, Chile 630.

En Hic et nunc (“Aquí y ahora”) el tema es la guerra, “un montón de carne picada” después de un bombardeo. En la trinchera, el soldado Brian imagina ser un dios de hierro a bordo de un tanque. Concebida en 1996, durante un trabajo de investigación con intérpretes de alrededor de dieciocho años, esta pieza breve de Patricia Zangaro se presenta todos los sábados a las 23 en el Teatro del Borde. El tema y la originalidad de su tratamiento interesaron al director Alejandro Ullúa, también régisseur, dramaturgista y autor, entre otros espectáculos, de Acis & Galatea, La Canterina, Hipólito y Fedra (La pasión desbocada) y Canciones de cabaret. Cuando hubo que elegir protagonista, surgió Valentín Pauls. El director lo convocó a leer un fragmento del texto, y lo aprobó. Durante una jornada de bombardeos, el soldado Brian intentará avanzar hacia el burdel, donde se encuentran las chicas, cada una con su estilo: la que viste ropa de soldado, otra de larga melena, la aniñada, la stripper, Amapola Baker y una bailarina harapienta. “Comenzamos a ensayar a fines de 2005, y Valentín participó de la selección de actrices. Me decidí por un montaje minimalista, con apenas siete sillas y un banquito a modo de escenografía para no distraer la atención. El foco está puesto en la relación intérprete-personaje, que debe ser intensa y rápida”, sostiene Ullúa.

“No tenemos luces importadas”, completa Pauls, adhiriendo al despojamiento. Baterista de una banda de rock (La Chanfle), compara los afanes de los músicos con los de la gente agrupada en el teatro independiente: “Después de Cromañón nos cuesta conseguir lugares, y en esto no podemos esperar a que nos tiren una mano, porque pasarían años”. Tanto el director como el intérprete dicen disfrutar de la diversidad, en cuanto a formación y gustos de los integrantes del elenco, y de la discusión de nuevas propuestas, antes y después de cada función. Ullúa planea ya otro espectáculo con Pauls, que prefiere no adelantar. Proyecta además el montaje de una trilogía sobre el nazismo, de los autores rosarinos Patricia Suárez y Leonel Giacometto (coeditor de la publicación El espacio vacío), la puesta de una obra sobre el peronismo, de Selva Palomino, y un espectáculo que apunta al sexo.

–¿A qué se debe la elección de una pieza sobre la guerra?

Alejandro Ullúa: –Las guerras descubren que el humano posee sólo un barniz de cultura, que sometido a una situación de gran tensión pierde esos principios morales que rigen cualquier convivencia y deja al desnudo su verdadera naturaleza. Hay excepciones, pero en ese universo ligado a la muerte se fortalece lo que en una situación normal está apenas insinuado. Lo que me cautivó de esta obra es que Zangaro habla de jóvenes, casi niños, envueltos en una guerra que no identifica y que se extiende a otro plano. La acción no transcurre en la Primera ni la Segunda Guerra, ni en la llamada Guerra del Golfo contra Irak ni en las de secesión en Yugoslavia o las que siguieron. En todo caso es la suma de todas las guerras y la que se libra en el día a día contra la miseria y la ignorancia.

Valentín Pauls: –Que es la batalla de la gente marginada que no puede gozar de su derecho a comer y educarse. En esta guerra todos somos un poco víctimas y victimarios, porque no podemos detenerla. En la obra compongo personajes que padecen o mandan en la guerra, y cuando salgo del escenario me encuentro también con una guerra.

–¿Cómo es esa otra violencia?

A. U.: –Es curioso. Tengo 42 años y Valentín acaba de cumplir 19. El está terminando el secundario. Noté que, sin cambiar una coma, los actores construían personajes que les eran cercanos. Cuando Valentín se corporiza en el general me da miedo. Como director, propongo elementos para que el elenco construya una situación de violencia o de humillación y compruebo que tanto él como sus compañeras la triplican.

V. P.: –Creo que se debe a la locura. Brian es el que da paso a los otros personajes, tan locos como él. Esta locura está puesta en la violencia física y en las palabras, en su sarcasmo. Este soldado se divierte mientras otra gente muere, porque la violencia está tan incrustada en él que le parece normal.

–¿Y en épocas de paz?

V. P.: –En cualquier época, no hacer las cosas que están a nuestro alcance es también una forma de violencia. Lo que hace Brian en la obra es buscar huecos donde sobrevivir. A mí esto me deja, después de cada función, una gran energía. El trabajo en escena es muy frontal: requiere mucha concentración. Ahí, uno es otro durante una hora o dos, y sabe que lo van a juzgar, para bien o para mal, pero no puede detenerse.

A. U.: –Yo me formé bajo la dictadura y entiendo a Valentín. A mí esta obra me produce una reacción sanadora. El protagonista camina en la cuerda floja, como mucha gente. En la puesta, traté de que interactuara todo el tiempo con los demás personajes, con las prostitutas y los que él debe asumir: el niño, el general, el soldado rotoso, el cronista de guerra. La obra pone en claro la violencia, y uno no mide la cantidad de esfuerzos que ha demandado llegar al estreno. En Hic et nunc, diez personas coincidimos durante meses en los ensayos porque sentíamos que este trabajo nos daba oxígeno.

–¿Facilita esa coincidencia la posibilidad de jugar que ofrece el teatro?

V. P.: –Uno despacha los problemas que carga. Piensa en ser otro y descubre esa cosa infantil de gozar con lo loco. El teatro independiente tiene esa ventaja de la descarga, pero nos exige tener ganas. De lo contrario, no sirve.

A. U.: –Tener ganas también de mantener una línea ética, como la que recorre toda la producción de Zangaro, que entre muchas otras obras realizó la dramaturgia de A propósito de la duda (espectáculo pionero de los ciclos de Teatro por la Identidad). Me parece bien ocuparnos de la violencia y de otros problemas sociales sin caer en el panfleto, sacando a estos personajes del tratamiento convencional y mostrando sus cinismos y transformaciones.

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