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Sábado, 14 de mayo de 2016
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LA COMPAÑIA CIRCO NEGRO PRESENTA SU NOTABLE ESPECTACULO ANIVERSARIO

Un conjuro hecho de lenguajes mezclados

Mediante un muy laxo hilo argumental en el cual cada integrante de la troupe asume un rol delirante y festivo, el grupo celebra sus diez años con homenajes a cuatro obras importantes de su carrera: Mamushka, Mandala, Tréptico y Grandes éxitos.

Por Andrés Valenzuela
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“El circo no necesita coherencia, aunque nos gusta que tenga sentido”, plantea Mariana Sánchez.

La chica se columpia en un trapecio primero, pasa a un arnés luego y empieza a girar y girar y girar. Cuando de su cintura empiezan a surgir papelitos plateados, el conjuro se completa y la sala entera del Club de Trapecistas (Ferrari 252) se predispone a dejarse asombrar por el notable espectáculo Aniversario, que la compañía Circo Negro presenta cada sábado a las 21 y domingo a las 20 hasta el 11 de junio. Luego aparecen los personajes y el –muy laxo– hilo argumental en el cual cada uno de los integrantes de la troupe asume un rol delirante y festivo. “La obra se estructura porque la compañía cumple diez años y decidimos homenajear cuatro obras importantes de la carrera del grupo: Mamushka, Mandala, Tréptico y Grandes éxitos”, explica Mariana Sánchez, directora del colectivo, responsable del espacio y, también, la profesora que formó hace una década a sus artistas, hoy a su vez docentes del Club. “Los personajes tampoco tienen mucha coherencia, son una excusa para hilar los números que presentamos, porque tampoco el circo necesita coherencia, no es teatro, aunque nos gusta que tenga sentido al menos para nosotros”, plantea Sánchez.

Durante una hora y media de shows, el grupo integrado por Luciana Losada, Andrea Silva, Lula Rocca, Rana López Pérsico, Luciana Álvarez, Gota Converso y la cantante lírica María Teresa Ciarla discurre en el piso y en las alturas, enroscándose en telas, girando en un rombo de metal y llevando el teatro negro al universo de la acrobacia, y a su vez trayendo esta al terreno de la comedia física. “Estamos en una época en que los lenguajes ya están mezclados: nosotros tenemos una cantante lírica subida a una hamaca que canta cosas recontra clásicas de repertorios antiguos con números modernos de circo, con proyecciones y gente que baila; es la época en la que estamos”, define la directora. “Además tiene que ver con el bagaje de cada intérprete, ya no hay nadie que haga solo circo”, considera. “El que hace circo, hace teatro, hace danza, hace música, un montón de otras disciplinas complementarias y que nutren la calidad de ese artista”, afirma. Por eso, además, funcionan las partes actuadas de la obra, que aportan un tono y facilitan las transiciones, sin correr la atención del foco circense.

Y si la noción de “circo” presupone una cantidad enorme de posibilidades, el caso se repite hacia adentro de cada disciplina. Aniversario es en buena medida ejemplo de esa diversidad para los trapecistas. Aquí la acrobacia en altura no se limita únicamente a los trapecios clásicos. Aparecen estructuras raras como “el rombo” (en rigor, un prisma regular de forma romboidal), elementos antiquísimos como la vieja y querida soga, los aros, las cintas (aquí fluorescentes, que aportan un momento de particular belleza), y la tela colgante, tan en boga en el último tiempo. “Se inventó hace poco, hace veinte años no existía”, aclara Sánchez. “Francia y Canadá, que son los que tienen las escuelas de circo más modernas, se disputan que fueron ellos los que empezaron a trabajar, pero realmente fue alguien que dijo ‘voy a colgar una tela y experimentar’, porque antes no se hacía”, cuenta la trapecista. Sus primeros experimentos con esta variante eran una investigación con pocas referencias, apenas el relato y muestra de una amiga brasilera, y una recorrida por el barrio de Once probando la resistencia de los distintos tejidos. “Decía que era para una escenografía”, ríe. “Era muy difícil hace 15 años explicar que querías hacer acrobacia, que te ibas a enroscar en la tela y soltarte; hoy lo decís y ya saben”, comenta, y señala que ella encontró el punto justo con telas de acetato, pero que sabe que en otros países se usan otros tejidos. “Es algo que todavía está desarrollándose y como novedad siempre suma muchos puntos entre el público”, reconoce.

Más allá del hilo conductor laxo que une las partes del espectáculo, la selección de los números que presenta también sintetiza la historia y la evolución del grupo. El acercamiento al teatro negro (o al circo negro, como su nombre indica) surge en verdad de una carencia original. Es que el grupo cuajó cuando Sánchez y su compañero de vida encontraron el espacio que transformarían en el Club de Trapecistas. “Antes era muy difícil ensayar y pensar proyectos a largo plazo; lo intenté varias veces y no pude hasta no tener un espacio mío, donde pudiera colgar cada cosa donde se me daba la gana, hacer un agujero para poner un anclaje si quería y realmente adueñarme de un espacio”, recuerda la directora. Fue entonces, con sus alumnos más avanzados, que se planteó su primer espectáculo, Mamushka. “Y fue con luz negra porque no teníamos ni un tacho para iluminar la sala”, rememora. “Tejí los telones y empezamos a investigar, improvisar y trabajar, porque teniendo un espacio propio podíamos hacerlo y sostener temporadas largas”.

Varios pasajes de Aniversario están atravesados por la música hindú y proponen un ambiente meditabundo, que contrasta, pero se integra muy bien al concepto general de la obra. “Eso tiene que ver con mi práctica, que hago yoga también”, explica Sánchez. “El yoga es una práctica espiritual, además de física, que trabaja con la meditación, la contemplación, con distintos estados del ser humano que yo quería inducir en el espectador”, cuenta. “Por eso, la música que se repite en el cuadro de las velitas que te invita, después de todo lo que viste de colores y demás, a un momento en que el espectador queda consigo mismo”.

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