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Viernes, 10 de junio de 2016
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FESTIVAL INTERNACIONAL DE DRAMATURGIA EUROPA + AMERICA

“El atractivo que tiene este festival es que cruza culturas”

En su segunda edición, que empezará hoy, once directores argentinos estrenarán obras de destacados autores extranjeros. El público podrá conocer dramaturgia contemporánea de Alemania, Brasil, Austria, Croacia, Polonia, Rumania y Suiza, entre otros países.

Por María Daniela Yaccar
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Pie de Monte, del austríaco Thomas Arzt, es dirigida por Alberto Ajaka.

En la segunda edición del Festival Internacional de Dramaturgia Europa + América, once directores argentinos estrenarán obras de destacados autores del panorama internacional. A partir de hoy, el público podrá conocer dramaturgia contemporánea de Alemania, Austria, Brasil, Croacia, España, Francia, Italia, Polonia, Rumania, Suiza y Uruguay. “El principal objetivo es generar un entramado para encontrar un modo de producir alternativo, en referencia al montaje de piezas de otras latitudes y el ejercicio que conlleva: el teatro es una de las posibilidades de cruzar escenarios y cambiar de contexto los materiales para ver hasta dónde pueden trascender”, resume el curador de la propuesta, Matías Umpiérrez, en diálogo con Página/12. Y concluye: “Este festival navega entre diversos conflictos locales-globales y los cambia de territorio para resignificarlos en el encuentro entre las dramaturgias contemporáneas de América y Europa”.

Las obras son Mishelle di Sant’ Oliva, de Emma Dante (Italia), con dirección de Alfredo Staffolani; Toda la verdad sobre la vida y muerte de Kurt Cobain (Rumania), de Peca Stefan y dirigida por Sofía Wilhelmi; Pieza plástica, de Marius von Mayenburg y con dirección de Luciano Cáceres (Alemania); No daré hijos, daré versos, de Marianella Morena (Uruguay), con dirección de Francisco Lumerman; Hay que sacar a pasear al perro, de Tomislav Zajec (Croacia), con dirección de Matías Sendón; Holyfood, de Marek Kochan (Polonia), dirigida por Ignacio Sánchez Mestre; y La vez que estuve muerto y Martin L. Gore no me vino a visitar, de Daniel Mezger (Suiza), con dirección de Agostina Luz López. Además, se podrán ver Un hombre con gafas de pasta, de Jordi Casanovas (España), en versión de Silvia Gómez Giusto; Alberto Ajaka dirige Pie de Monte, del austríaco Thomas Arzt; de Francia se podrá ver Los ojos de Ana, de Luc Tartar y dirigida por Paula Marull, y de Brasil, La fuerza de la imaginación, de Cássio Pires con dirección de Cecilia Meijide.

“Armo una especie de puzzle”, define el curador. “En las obras aparecen temas recurrentes de la dramaturgia extranjera, problemáticas económicas, sociales y políticas. También cuestiones más existenciales. Lo interesante, pienso, es que el espectador pueda hacer un recorrido, ir encontrándose con temas que van desde el cuerpo, cuestiones de género y de humanidad, más existenciales, y definiciones del cuerpo en relación con lo político y lo social”, profundiza.

El festival es un “proyecto cooperativo y colaborativo”. No sólo se cruzan países, también es posible gracias a un tejido de instituciones, como la European Union National Institutes for Culture (EUNIC), embajadas, organismos de distintos países –como Off (Brasil) e INAE (Uruguay)– y salas independientes del circuito porteño, que trabajan en coproducción. Por otro lado, las sedes son el Konex, Timbre 4, el Anfitrión, el Elefante y el Espacio Callejón. “Nos interesa dejar una huella en el encuentro con el público. Por eso las piezas tienen dos funciones estreno, en el marco del festival, a 75 pesos la entrada. Esto es para que los espectadores puedan ver varias piezas. Otro tema central es que las obras siguen en la programación de Buenos Aires, durante tres meses más, ya con el precio regular que propone cada sala”. En concreto, el festival se extenderá hasta el 26 de junio.

En esta nueva edición estarán presentes algunos de los autores, quienes viajarán especialmente a Buenos Aires para presenciar el estreno de sus obras en este suelo. Llegarán Mezger, Tartar, Zajec, Kochan, Stefan, Pires y Morena. Otro condimento de la propuesta son las charlas que habrá luego de algunas funciones, con la participación de los directores y la coordinación de periodistas, críticos y referentes del ámbito teatral.

“A partir de la lectura del texto pienso en qué director puede dialogar con él y lo charlo con los representantes de los teatros. En algunos casos, el director elegido viene dialogando con asuntos o problemáticas que aparecen en el texto que se le asigna, o con cuestiones formales. En otros casos, en cambio, me interesa ver a los directores trabajar con dramaturgias muy distintas a las que crean”, detalla el curador. “Lo más interesante de la contemporaneidad es que los autores son muy libres al escribir. Los textos son distintos, dispares. Algunos no siguen necesariamente la clásica convención teatral, en la que se delinean personajes, o situaciones con acotaciones de texto… en muchos casos se pueden distinguir voces que suceden en la acción dramática, pero muchas veces no son personajes”, analiza.

Un dato relevante es que en la primera edición del festival se presentaron trabajos que continuaron en cartel después de dos años. Por ejemplo, la croata Mi hijo sólo camina un poco más lento, con dirección de Guillermo Cacace, o la alemana Hamlet está muerto sin fuerza de gravedad, dirigida por Lisandro Rodríguez.

Presentar el plato

“El atractivo que tiene este festival es que cruza culturas”, desliza Silvia Gómez Giusto, la responsable de llevar a escena la obra del español Jordi Casanovas, Un hombre con gafas de pasta. “En la Argentina tenemos la tendencia de dirigir las obras que escribimos. En Europa sucede que hay autores que son sólo eso, no directores. Eso hace una diferencia, porque si sólo escribís ahí termina tu obra, y después aparece otra mirada. Acá hay una auto-mirada, una auto-reflexión sobre lo que escribimos”, apunta.

Entonces, a la directora le pareció “interesante” tener que “escuchar” el texto de otro. “El cruce cultural es alucinante, es lo que más me atrajo. Pensé en cómo se produce la teatralidad en el mundo. Porque a pesar de las grandes diferencias culturales, aparecen temas universales y que son de actualidad. Hay una obra sobre el bullying, por ejemplo”, ejemplifica.

La obra que le tocó es “completamente universal”, por eso el texto no le resultó “tan lejano”: “Se ríe de los estereotipos de intelectuales que tenemos impuestos. En esta pieza, Casanovas tiene mucha libertad para escribir, se permite que el estilo de la obra pegue un giro, eso me resultó atractivo. Es un escritor muy directo. Cuando lo empecé a montar, descubrí que es un gran dialoguista, por cómo consigue el ritmo de la comedia. No tiene mi forma, mi tipo de humor. Tuve que traspasar una barrera que me creé yo misma”, relata Gómez Giusto.

“Uno está acostumbrado al teatro local, a escribir las obras y dirigirlas. Queda todo en la última palabra de uno. Acá, otra persona ya puso hasta un final… este festival nos corre a los directores de nuestras seguridades y lugares cómodos. Es una manera distinta de encarar un proceso artístico. Es diferente partir de una intuición propia, una creencia, las ganas de transitar y experimentar sobre ciertos temas. Acá están todos los ingredientes en la mesa: uno tiene que ver cómo presenta el plato”, reflexiona.

Meter la cuchara

Con el Colectivo Escalada, Alberto Ajaka presentará Pie de Monte, del austríaco Thomas Arzt. “En Buenos Aires estamos acostumbrados a trabajar con Shakespeare, Chéjov, Strindberg, Ibsen… los autores contemporáneos quitan solemnidad al encuentro, porque no son textos canonizados. Eso afloja. Uno puede meter su cuchara con menos prejuicios y preocupación. En general, los materiales que me he cruzado de países con altos estándares de vida reflejan eso en la dramaturgia, a veces de manera implícita, y están lejos de nosotros, que tenemos una enorme porción de la población que no llega a cubrir lo necesario para salir de la línea de pobreza”, dice Ajaka.

“Me interesa eso especialmente; me divierte tener, en todo caso, ese problema en términos de adaptación”, agrega. La obra que le tocó es una historia de siete treintañeros “perdidos”, amigos entre sí, desde el colegio secundario, que están “decidiendo sobre cuestiones de sus vidas”. “Hay dos que están juntos, que se están yendo a vivir lejos de la ciudad, a buscar su sueño ahí. La obra tiene una carga erótica importante, hay relaciones cruzadas, triángulos que se cruzan con otros triángulos”, adelanta Ajaka. “La asocié al trabajo que hacemos con mi compañía. Porque nos conocemos, conozco la vida de ellos y sus familias, su recorrido en los últimos diez años… roza una temática universal, en tanto que humana: la circulación del deseo”, desliza.

“Es interesante sacar prejuicios de lado. Uno reniega y putea, pero después se amiga con eso. Trata de entender que no va a entrar a la cabeza del tipo, sino ver qué es lo que emerge”, dice el director, que no suele trabajar, tampoco, con textos de otras personas. “Si alguien quiere hacer una obra mía afuera se vuelve loco. ¡Hasta en Formosa se volverían locos! Pero hay cosas de las que te tenés que agarrar, en un caso así. Yo me la paso agarrándome la cabeza cuando hago mis obras. Me peleo conmigo mismo”, confiesa. Y concluye: “Es piola el encuadre del encuentro, está buenísimo que se repita. Porque uno sale un poco de su jaulita”.

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