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Domingo, 14 de agosto de 2016
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Mariana Mazover habla de su obra Mil Federicos, basada en Lorca

Resonancias del poeta y su vida

La directora y dramaturga escribió la obra a partir de improvisaciones junto al actor Hernán Lewkowicz, “freak” del poeta granadino como ella. “La indeterminación del texto juega en escena, abriendo distintas posibilidades de interpretación”, sugiere la autora.

Por María Daniela Yaccar
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“El terror opera del mismo modo en todos los tiempos”, dice Mazover.

Todo comenzó en un almuerzo de un jueves cualquiera. El actor Hernán Lewkowicz y la directora Mariana Mazover son amigos y habían coincidido en Piedras dentro de la piedra. En aquel almuerzo, aquel jueves, hace dos años, Lewkowicz empezó a recitarle a Mazover textos de Lorca. No los más conocidos: sabía de memoria los que nadie más sabe. Se rieron y se vieron a sí mismos como dos “freaks”, “maniáticos” de la obra del granadino. “A los dos días estábamos empezando a trabajar”, cuenta la directora y dramaturga. El resultado es Mil Federicos, recorrido arbitrario y sentido por la vida y obra de Federico García Lorca, lejos de la biografía, en el que ambos artistas –el escenógrafo Félix Pradón y el músico Gastón Grinszpun se sumaron más tarde– exponen lo que más les interesa, lo que más les afecta de todo lo escrito y vivido por Lorca.

En escena, Lewkowicz habla por momentos como si fuera Federico, y por otros se distancia y cuenta en tercera persona. Todo lleva a pensar que es un actor. Un actor que ama a Lorca, que se propone ser él, contarlo, reconstruirlo, que incluso imagina situaciones y lo explicita. El escenario está delimitado por arena. Es un círculo. Siempre la obra vuelve al mismo lugar: el fusilamiento. A un costado hay un músico, que jugará a lo largo del espectáculo otros roles. Objetos que cuelgan, como la luna omnipresente –algunos sorprenden cuando aparecen– y elementos como arena, agua y flores, son también protagonistas en Mil Federicos. Es una obra que no tiene un sentido cerrado, previo, buscado, sino que habilita múltiples miradas a partir de los detalles y de la conexión entre ellos.

“Mil Federicos surgió del deseo de dos amigos de trabajar juntos. Empezamos a pensar un proceso de creación que nos contuviera a ambos”, cuenta Mazover, autora y directora de Etiopía y Esquinas en el cielo, entre otras obras. El texto se construyó a partir de los ensayos, las improvisaciones. “Empezamos a trabajar aislando las imágenes recurrentes en toda la obra de Lorca, las que tienen que ver con la Luna, el mar, los caballos. Lo que más me resonaba de su biografía es el momento en que lo ejecutaron. Trabajamos con elementos: agua, huesos de vaca, tierra. Elegíamos uno y lo conectábamos con un asunto. Buscábamos construir textos propios a partir de imágenes lorquianas. Fue un trabajo de mucha lectura. Después de eso, paré durante tres meses para escribir”, resume Mazover. Otro punto de partida había sido la selección de textos “marginales” del poeta: cartas, alocuciones radiales y conferencias.

Cuando ya tenía el texto terminado se le ocurrió otra idea: convocar a un músico. Entonces, Mil Federicos dejó de ser un unipersonal. “El personaje del músico terminó de redondear un mundo. A Lorca lo mataron por dos cosas: por socialista y, sobre todo, por puto. No lo soportaban abierto y libre. Construimos en escena un movimiento entre dos cuerpos de hombres, sin que el encuentro entre ellos sea expreso”, revela la dramaturga. En todo el camino fue muy importante el trabajo escenográfico, que a partir de objetos y elementos vuelve concreto aquello que en principio parecía muy abstracto. “Signos múltiples conforman un espacio que en definitiva es como un limbo, el lugar del recuerdo de un personaje. La indeterminación del texto juega en escena, abriendo distintas posibilidades de interpretación”, sugiere la autora. Mil Federicos se presenta los domingos a las 18.30 en La Carpintería (Jean Jaurès 858).

–¿Cómo presentaría la obra? ¿Diría que es una biografía?

–No, ¡me hubiese dormido! Hay datos que no son, datos que no se saben… Más que ir a un lugar historiográfico, que es el de otro tipo de escrituras, me interesan las resonancias en mí. En nosotros. Me interesaba más nuestra búsqueda en el proceso de ensayos. Por ejemplo: a lo largo de la obra hay textos mezclados de Mariana Pineda, que me resonaba mucho en relación a su asesinato. Es interesante como Lorca en sus tragedias hacía morir a sus personajes: las muertes remiten a una condición de resistencia, a la reafirmación de una identidad, de una elección. Eso también pasa con la vida de él: le decían “andate, te van a ir a buscar” y él quería quedarse. Así que, más que trabajar con lo biográfico, nos interesaban las resonancias.

–¿Y por qué de toda su obra se han centrado en Mariana Pineda?

–Es la obra de él que más me marcó. Por la historia que cuenta, sobre una mujer que decide enfrentar al poder, en ese caso, por amor. Pero como forma de resistencia. Antes de leerla, cuando era chica, yo decía que me llamaba Mariana por Mariana Pineda. Es una identidad que me inventé porque me llamo como me llamo. Esa elección es mi huella dentro del material. Súper íntima y secreta. Son cositas que no importa tanto que el otro pesque; lo que importa es que eso me sostiene para escribir durante todo un proceso de trabajo. Esta obra es la mezcla de todos nosotros. Sueltos no hubiéramos llegado a esto. El teatro es un poco eso. Para los que lo hacemos, es significativo reconocernos en una búsqueda común. Cuando termino de hacer una obra soy otra. Se me cambian las preguntas, quiero hacer otra cosa. Termino y pienso: ¿qué pregunta nueva me deja? ¿Qué me importa de la palabra? Eso es lo central: en qué nuevo punto me deja a mí. ¿Qué relación tiene esta obra con Esquinas…, con Etiopía? Se me encadenan preguntas estéticas y existenciales.

–Y entonces… ¿qué le dejó Mil Federicos?

–Estoy trabajando con un par de amigas en algo más performático, para salir de adentro del teatro. No sólo tiene que ver con lo que me dejó la obra, sino con cómo está el país. Tengo una necesidad más concreta de ocupar la calle, de pensar la relación cuerpo-ciudad. Estoy trabajando en un proyecto que llamamos “La pandilla estenopeica”, que consiste en elegir espacios de intervención donde hacer fotografías y producir registros de escritura. Después, con eso, queremos armar una obra o performance.

–¿En Mil Federicos hubo una intención de que la figura de Lorca y la insistencia en el día del fusilamiento remitan a los desaparecidos? El título también puede ser leído por ese lado.

–Mil Federicos es un concepto que aparece en uno de sus textos tempranos y que conecta con la multiplicidad de posiciones que asume el personaje de Hernán. Por otro lado, con las cartas, también veíamos mil Federicos. Hombre de letras, hijo, amigo: era todos al mismo tiempo. Y sí, hay algo de eso, de que Lorca es todos los otros ejecutados. Es un sentido que se arma rápidamente, como funciona Antígona en el contexto argentino. El terror opera del mismo modo en todos los países, en todos los tiempos.

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