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Domingo, 16 de octubre de 2016
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BUFARRA, ESCRITA Y DIRIGIDA POR EUGENIO SOTO EN EL ESPACIO POLONIA

Aquello de lo que no se puede hablar

La obra de Soto se desarrolla en un espacio abierto, el patio del espacio cultural que la alberga. Sin embargo, la sensaci贸n que provoca es la de encierro, de agobio, la de necesitar aire y salir corriendo, ante la posibilidad de enfrentarse, parrillada mediante, a lo innombrable.

Por Paula Sabat茅s
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Bufarra, expresi贸n lunfarda con que se denomina a los violadores de ni帽os.

Hay una contradicci贸n casi po茅tica en cada funci贸n de Bufarra, pieza escrita y dirigida por Eugenio Soto que va los domingos y lunes a las 20.30 en el Espacio Polonia (Fitz Roy 1477): la obra se desarrolla en un espacio abierto, el patio del espacio cultural, y sin embargo la sensaci贸n del espectador durante todo su desarrollo es la de encierro, de agobio, la de necesitar aire y espacio, la de querer irse. Y es que la obra 鈥搚a lo anticipa su nombre鈥 habla de algo terrible que el espectador intuye que puede pasar y no soporta, de algo de lo que quiere escapar, algo de lo que incluso es dif铆cil escribir.

Bufarra es una expresi贸n lunfarda con la que se denomina a los violadores de ni帽os y ni帽as. La obra se llama as铆 porque el personaje central, Silvio, fue juzgado y condenado por ese delito, del que no se hace cargo y que, se presume, seguir谩 cometiendo eternamente. No le importa que la mujer de su amigo Vicente, a cuya casa conurbana llega a comer un asado, le grite todos los sin贸nimos de 鈥減ederasta鈥 a viva voz. Tampoco que se amigo le confiese que solo lo recibe porque conf铆a en su inocencia, mostr谩ndole que si lo creyera capaz de ese horror no le hablar铆a nunca m谩s. No solo es capaz, sino que esa noche, en esa casa, Silvio volver谩 a atacar. Y lo har谩 ni m谩s ni menos que con el hijo de Vicente, un pobre ni帽o que ama a Jesus y canta Ricky Martin con verg眉enza, y a quien su madre obliga a hacer dieta y proh铆be decirle 鈥渕am谩鈥 solo por ser adoptado.

De poco m谩s de una hora de duraci贸n, la obra presenta varios elementos interesantes, pero por su relevancia es conveniente resaltar dos. El primero es la utilizaci贸n de procedimientos para 鈥渕atizar鈥 lo terrible (que sigue siendo terrible y para nada ingenuo, claro), sobre todo provenientes la dramaturgia y las actuaciones. Como sucede siempre que algo duele y mucho, el humor aparece como un comod铆n que ofrece un respiro, breve, entre tanta arma, tanto grito, tanto manoseo y tanta oscuridad. Un humor que est谩 puesto sobre todo en la figura de la v铆ctima (en una gran interpretaci贸n de Leo Espindola), con la no ingenua intenci贸n 鈥揳l menos as铆 se percibe鈥 de retratarlo un poco, un poquito aunque sea, m谩s feliz.

El otro gran logro es la utilizaci贸n del espacio, algo que tambi茅n tiene que ver con lo 煤ltimo. Si bien al tratarse de un espacio real, el patio de Espacio Polonia, los puestistas debieron trabajar con la construcci贸n existente, el aprovechamiento del mismo es totalmente funcional al relato. Casi todo (lo que no duele) transcurre en el patio propiamente dicho, donde Vicente y Silvio comen un asado real lleno de chorizos y morcillas que invitan al p煤blico a otro ritual, adem谩s del del teatro mismo. Pero hay otro espacio, como si fuera una terraza cubierta, en la que tambi茅n transcurre la acci贸n, pero la que no se puede ver. All铆 sucede el abuso y algunas de las peleas m谩s terribles. All铆 se guarda el ni帽o 鈥搕ampoco ingenuamente llamado Angel鈥 cada vez que uno de los mayores le hace sentir lo fr谩gil que es. Esos dos espacios, conectados por una escalera, son muy bien aprovechados por el director y los actores, que justifican cada uno de los espacios disponibles y los ponen a disposici贸n de la acci贸n.

Como contrapartida, la pieza tambi茅n presenta algunos problemas, que tienen que ver sobre todo con los registros y los tiempos. Es algo dif铆cil determinar la 茅poca en la que se lleva a cabo la acci贸n, puesto que la vestimenta y el vocabulario empleado por los personajes, o el imaginario temporal que el espectador construye a partir de ellos, no se corresponden con algunos acontecimientos hist贸ricos que se narran. La misma discordancia se da entre los registros actorales: mientras que madre e hijo tienen una actuaci贸n m谩s naturalista (ella bastante m谩s que 茅l, de todos modos), los machos argentinos que comen asado y toman moscato guardan algo del costumbrismo o el grotesco de un teatro de principios de siglo, lo que puede ser desconcertante.

De todos modos, y aun en registros distintos, cada uno de los actores construye una lograda interpretaci贸n. Ellos son Facundo Cardosi (Vicente), Mart铆n Mir (Silvio), Leilen Araudo (Susana, la mujer) y el mencionado Esp铆ndola, adem谩s de Dar铆o Pianelli, que encarna al carnicero del pueblo, aquel a cuyos brazos correr谩 la 煤nica mujer de la historia cuando busque el consuelo que se necesita para escapar de tanto agobio. Ese que atrapa al p煤blico de principio a fin.

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