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Martes, 26 de diciembre de 2006
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BALANCE DE LA TEMPORADA 2006, CARACTERIZADA POR UNA GRAN ABUNDANCIA DE PROPUESTAS

La cantidad no siempre implica excelencia

La cartelera albergó tanto divertimentos como espectáculos de materia inquietante. Hubo obras destacables en el área oficial, como El niño argentino y Rey Lear, y en el circuito independiente se apreciaron varias obras de autores de culto extranjeros, como Quartett, de Heiner Müller.

Por Hilda Cabrera y Cecilia Hopkins
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El niño argentino, de Mauricio Kartun, uno de los estrenos del año.

Cómo sintetizar la temporada teatral 2006 de Buenos Aires ante una sobreabundancia de obras que imposibilita verlo todo, y más aún si a ese registro se le suman creaciones colectivas inacabadas y experimentos convertidos en ensayo abierto. Se agradece el disfrute que brindan las disciplinas artísticas, pero queda claro que cantidad no implica necesariamente excelencia. En ese estado de cosas se afirmaron convenciones que lucen como si fueran nuevas sin serlo y encantan a quienes siguen a sus artistas más allá de esas reiteraciones. En líneas generales, la cartelera albergó tantos divertimentos como espectáculos de materia inquietante. Se vieron obras destacables en el área oficial, como El niño argentino, de Mauricio Kartun, y Rey Lear, ésta por el despliegue de puesta y las actuaciones. En el circuito independiente se apreciaron varias obras, algunas de autores de culto extranjeros (4:48 Psicosis, de Sarah Kane; Quartett, de Heiner Müller, y El balcón, de Jean Genet). En teatro musical se ofreció un trabajo de apariencia modesta pero bien enmarcado, en el que se homenajeó a Roberto Arlt (Orejitas perfumadas), y entre los numerosos espectáculos que echaron mano de medios audiovisuales se apreció a El hombre que nunca existió, dirigido por Alberto Félix Alberto, quien mezcló temas urgentes con otros que bordearon con raro humor lo metafísico. Se estrenaron piezas basadas en textos literarios o periodísticos y en noticias difundidas por Internet, tendencia que circula entre los creadores más jóvenes. Las revisiones de los clásicos interesaron y ampliaron la convocatoria, sobresaliendo en este apartado Espía a una mujer que se mata, de Daniel Veronese, inspirada en Tío Vania, de Anton Chéjov, y El vuelo, de Marcelo Savignone, sobre Tío Vania y La gaviota, también del autor ruso.

Aun con estos ambiciosos títulos escasearon esos estrenos que el habitué lamentaría perder, y hubo espacio para las obras que sortearon el 2005 y para las reediciones, como Las pequeñas patriotas, con Norma Aleandro y Adriana Aizenberg, y De profesión maternal, de Griselda Gambaro, dirigida esta vez por Alicia Zanca. Entre las que cursaron las dos últimas temporadas se hallan De mal en peor, Variaciones Meyerhold, Doble concierto, Ella en mi cabeza, Del otro lado del mar, La omisión de la familia Coleman, El método Gronhölm, ¿Quién le teme a Virginia Woolf?, El camino a la Meca, el musical Los productores y Los hijos de los hijos.

Los circuitos oficial, empresarial y alternativo mantuvieron su coto, aun cuando los límites entre uno y otro ámbito se han ido esfumando debido a la circulación de obras e intérpretes. Dentro del área oficial, el Teatro Nacional Cervantes padeció por problemas de presupuesto (que fue de 5,6 millones en el 2006) y gremiales, aún no solucionados. Los independientes debieron remontar a su vez varios conflictos por la habilitación de salas (asunto que arrastran desde las muertes en Cromañón) y exigir una ley que los ampare. El 16 de noviembre, los teatros independientes (la mayoría agrupados en Artei) obtuvieron de la Legislatura de la Ciudad la aprobación de la ley 2724 (Ley de Consolidación para la Habilitación). El próximo paso será la sanción de la Ley de Habilitaciones para los futuros teatros independientes, con lo cual se evitaría un nuevo vacío legal. Por otro lado, la entidad Proteatro, creada para apoyar la actividad escénica no oficial de la ciudad, entró en emergencia en el mes de julio. La institución dejó en claro que el presupuesto adjudicado (de 1,5 millón) no alcanzaba para socorrer a los elencos y dueños de salas que habían cumplimentado su pedido.

Como en otros años, también en éste se realizó la Fiesta Nacional del Teatro. Organizada por el INT (Instituto Nacional del Teatro), puso a disposición del público 40 espectáculos en 19 teatros de Buenos Aires. Entre los preferidos por los espectadores y la crítica se ubicaron La omisión de la familia Coleman, No me dejes así y Tres viejos mares, del grupo sanjuanino Sobretablas.

Renovándose cada año, se presentaron los ya clásicos ciclos de títeres para adultos, los emblemáticos de teatro, memoria e identidad en La Plata, y el desde hace dos años también internacional Teatro por la Identidad, impulsado por Abuelas de Plaza de Mayo. En esta última edición ocupó las salas marplatenses. Otras iniciativas convertidas en realidad se relacionan con el teatro comunitario y barrial, y el teatro de calle, que cuenta con artistas y técnicos experimentados.

Se recordaron algunos aniversarios: los cincuenta años de la muerte de Bertolt Brecht; los setenta del fusilamiento del poeta y dramaturgo Federico García Lorca, y dentro del ámbito local, los 25 años de Teatro Abierto y de aquel intencionado incendio de El Picadero, el 6 de agosto de 1981. El centenario de la muerte del dramaturgo Henrik Ibsen inspiró espectáculos. Uno de éstos fue Recital Ibsen, con dramaturgia y dirección de Alejandro Tantanian. Allí, Elena Tasisto y Alfredo Alcón enlazaron con delicadeza y pasión aspectos de la biografía del autor noruego con fragmentos de sus obras.

En 2006 no despuntó una tendencia firme que indique una cercana renovación del arte teatral. Los cambios logrados tiempo atrás cristalizaron a pesar de la real inquietud de los creadores del teatro de Buenos Aires de abrirse a la experimentación. Quizás este intervalo –que para los impacientes resulta prolongado– sirva para poner mayor énfasis en la calidad; frecuentar el rigor y rescatar la sensibilidad, de modo que éstos no estén por debajo del placer que produce vulnerar lo cotidiano e ilusionarse con ser originales.

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