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Viernes, 20 de abril de 2007
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INICIATIVA DEL IUNA

Nace una compañía de comedia musical

Ricky Pashkus lidera el grupo que hoy presenta su primer espectáculo.

Por Alina Mazzaferro
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La obra se exhibe hoy a las 20.30, en el Borges.

Una nueva compañía nació en el seno de la escena porteña. Se trata de la primera agrupación permanente de comedia musical argentina, que creó el Instituto Universitario Nacional de Artes (IUNA) con varios objetivos a la vista. El primero: permitir que los alumnos del área de estudios de danza con orientación en comedia musical adquieran experiencia escénica, al igual que lo hacen los especializados en danza contemporánea, que hace ya un tiempo tienen su compañía propia –bajo la dirección de Roxana Grinstein–, que funciona con éxito. En segundo lugar, la misma no será sólo un hervidero de nuevos talentos, sino también de coreógrafos y directores que podrán allí desarrollar un género poco explorado en la escena nacional, que en materia de musicales se dedicó a seguir a pie juntillas los moldes norteamericanos. Las metas iniciales de su director e ideólogo, Ricky Pashkus, son tan auspiciosas como ambiciosas: confiesa que pretende abarcar el enorme espectro del musical –incluyendo los géneros primigenios de lo que fue el musical argentino, desde el sainete a la zarzuela–, pero también generar un repertorio original y propio.

En medio de tanta expectativa, el primer espectáculo (que tendrá una nueva función hoy a las 20.30, en el Centro Cultural Borges) trajo una de cal y una de arena. “Somos conscientes de que depende del esfuerzo y la calidad de estas primeras presentaciones que se genere un público que se interese por nuestra obra”, escribió el mismo Pashkus para el programa de mano. Esa fue la sensación que se instaló en la audiencia a lo largo del primer acto. Marcela Criquet presentó una pieza de su autoría y dirección, El sistema se encuentra bloqueado, con una dramaturgia inconsistente, pobres números musicales, gags que no extrajeron ni una sonrisa del público, momentos dramáticos forzados e inmotivados, unísonos vocales monótonos, gritados, desafinados... Un vago intento por recuperar el espíritu de la obra de Bertolt Brecht –con personajes marginales exponiendo sus miserias, como en La ópera de tres centavos, con voluntad de reflexionar acerca del sistema–, pero sin lograr la ironía, la crítica, el efecto de distanciamiento (esa puesta al desnudo de los procedimientos teatrales), la desnaturalización de lo cotidiano y sobre todo la jugosa trama que se cose en ese submundo característico del genial autor alemán.

Afortunadamente, Pashkus tenía un as bajo la manga para la segunda parte del programa: un homenaje a A Chorus Line, que si bien no es más que un revival de la estética de uno de los musicales norteamericanos más tradicionales y estereotipados, no es nada menos que eso, con todo el espíritu y la magia de los clásicos números de sombrero bombín y levita con lentejuelas. Esgarabal es el nombre que el director eligió para su creación y también para ese mundo imaginario que es el del musical, en un homenaje no sólo a la famosa obra de Michael Bennett, sino también a los movimientos de Bob Fosse y a todas aquellas producciones que a lo largo de la historia del teatro han combinado en igual medida el canto, la actuación y la danza. En Esgarabal, los alumnos del IUNA hacen de sí mismos, de chicos que quieren triunfar en la comedia musical y dejan a la vista sus expectativas, sus inquietudes, sus ganas, pero también los pormenores que deben atravesar para lograr pertenecer a ese universo que tanto anhelan.

“Esgarabal da de comer, da de beber...”, cantan todos, porque es Esgarabal, el sueño americano de triunfar en Broadway –o, en la versión local, en calle Corrientes–, lo que desean para su futuro como artistas. Y esta docena de intérpretes lo canta con entusiasmo, con humor y con una veracidad puesta en cada una de las palabras, que logra arrancar la sonrisa de la audiencia, cómplice, que sabe de los trajines que deben atravesar esos chicos cada vez que van a una audición, cada vez que se embarcan en el sueño-Esgarabal de la vida real. Todos se lucen en esta producción que reproduce el entusiasmo que los llevó a participar de esta naciente compañía; todos demuestran sus dotes para el baile, afinan en ensambles vocales y algunos despliegan sus prometedoras voces. Toda una sorpresa para un público que vio algo muy distinto en ese mismo elenco en el primer acto, lo que prueba la importancia de la dirección, especialmente cuando se trata de un grupo aún no profesional que recién comienza a afianzarse. Afortunadamente, la Argentina no carece de especialistas en materia del más tradicional de los musicales (como Gustavo Zajac, director y coreógrafo formado en el corazón de Broadway). Tampoco faltan los artistas provenientes de otros campos que han explorado nuevas formas de combinar la danza, el canto y la actuación: Omar Pacheco dirigió Tanguera a pesar de estar alejado del teatro comercial; Carlos Casella y los demás integrantes de El descueve se animaron a fusionar las tres disciplinas de un modo innovador, entre otros. Será, entonces, tarea del padre de esta nueva compañía estudiar cuáles serán los primeros pasos de su bebé y de la mano de quién comenzará a darlos.

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