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Jueves, 6 de octubre de 2005
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GUSTAVO GARZON, DIRECTOR DE “LA CANTANTE CALVA”, DE IONESCO

El teatro del absurdo, en el barrio

Por tercera vez, el actor incursiona en la dirección. La idea fue hacer una puesta para público sin entrenamiento.

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Garzón y su elenco de La cantante calva.
¿Cómo abordar el absurdo y a la vez no caer en un teatro de elite? ¿Cómo hacer que el público encuentre fácilmente sentido en el mismísimo sinsentido? Este fue el desafío de Gustavo Garzón, esta vez en rol de director, en La cantante calva, pieza de Eugène Ionesco, que se presenta los domingos a las 20 en La Sodería (Vidal 2549). “Este es un teatro de barrio y raramente la gente que viene ha tenido contacto previamente con el absurdo. Lo que buscamos es que cualquiera, hasta el que ve poco teatro, pueda entender la obra”, cuenta Garzón, revelando que para ello decidió establecer lineamientos claros como ejes de la pieza, aunque sin modificar el texto de Ionesco.
“Es muy difícil para alguien que nunca tuvo contacto con el género poder entender una obra donde los personajes dicen cualquier cosa, como el abecedario completo o frases sin sentido. Entonces nos parecía que para ayudar a que la gente pudiera seguir con interés la obra, era necesario que alguna historia estuviera clara. Porque lo peor que puede pasarle a un espectador es aburrirse”, explica.
La idea de llevar el texto que data de 1948 y que fue escrito como un juego, a partir de frases inconexas aleatoriamente extraídas de un manual de inglés, fue del propio elenco que, entusiasmado con el proyecto, convocó a Garzón para realizar la dirección. Este aceptó de inmediato, en primer lugar porque consideró “un desafío transitar este género y trabajar con esta obra genial, por su ocurrencia y su juego de palabras”, pero también atraído por la motivación del grupo (muchos de ellos, alumnos de Garzón, aunque entrenados previamente con otros maestros) conformado por Claudio Amato, Sergio Conte, Susana Daich, Pablo Fisherman, Muñeca Mocciola y Paula Pasman. “Yo me entregué a la experiencia y de a poco fuimos encontrando un color, una dinámica –cuenta Garzón–. Cuando me formé como actor, nadie me explicó cómo hacer este tipo de obras. Me enseñaron obras realistas, naturalistas, clásicos; pero con el absurdo...¡a arreglárselas!”
Con el mismo aire experimental con el que Ionesco escribió la pieza en la época de posguerra, Garzón y su equipo comenzaron a explorar los modos de abordar el texto. “Gustavo descubrió en la obra una musicalidad, un ritmo, que no sólo se ve en las marcaciones de las actuaciones sino también en la puesta, que tiene una impronta coral”, explica Mocciola, una de las actrices. Para lograr esta musicalidad, el proceso de ensayo fue más que arduo. Garzón sometió a los actores a una disciplina cuasi coreográfica para que la palabra, el movimiento y la música (hay un pianista tocando en vivo) encastraran con extrema precisión, a modo de un trabajo de relojería. “Cuando queríamos trabajar la psicología de los personajes se nos desbarrancaba todo, porque Ionesco mismo se contradecía. Por ejemplo, un hombre dice que tiene dos hijos y su mujer dice que tiene uno. Entonces, la construcción del personaje se realizó desde el comportamiento. Todo el grupo se sometió con mucha humildad y mucha entrega a un trabajo que en principio nadie sabía a dónde iba y al que después juntos le fuimos encontrando un color”, resume el director.
De este modo, y luego de un largo entrenamiento –que duró un año y medio–, el Sr. y la Sra. Smith, así como también los Martin y otros tantos pintorescos personajes creados por el dramaturgo rumano, llegan al espacio escénico de Núñez con esta obra que, además de ser una desopilante comedia, no es otra cosa que una profunda y punzante crítica al conformismo y a la hipocresía de la pequeña burguesía de la época, una puesta en evidencia del automatismo del lenguaje y de la mecánica de lo cotidiano propia de una clase. “Este hombre, que para ser burgués es muy pequeño y para ser pobre es muy rico –analiza Garzón– intenta asimilar las formas de la alta burguesía y oligarquía, y por ello repite palabras huecas.” ¿Y quiénes son el Sr. y la Sra. Smith de hoy? “Somos todos, los de clase media –dice el actor que incursiona por tercera vez en la dirección y que confiesa que seguirá haciéndolo–; todos queremos ser más ricos y acercarnos al consumo, cuando en realidad no accedemos nunca al verdadero consumo. Copiamos las formas, pero se trata de formas sin fondo. En este sentido, la obra tiene plena actualidad porque, además, retoma temas como el amor, la incomunicación y el dolor, que siempre han interesado al hombre. Los grandes autores escribieron cosas que van más allá de la pequeña realidad que los rodea, superan eso y logran que cualquier persona del mundo, en cualquier lugar y época, pueda leer eso y sentirse impactado o tocado. Ionesco fue un pionero se animó a romper con el orden establecido por la palabra cuando nadie lo hacía. Descubrió que con el lenguaje, tal cual lo usamos, no se llega a ningún lado y que la comunicación está más allá de las palabras.”

Informe: Alina Mazzaferro.

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