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Domingo, 22 de julio de 2007
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JUAN CARLOS GENE, TITO COSSA Y UN CONFLICTO SIN FIN

“El origen de esto es la falta de reflexiones sobre la cultura”

El director y el dramaturgo expresan su desazón por la situación del Teatro Nacional Cervantes. Con dos obras listas pero paralizadas, reclaman una solución y otro modo de encarar el campo cultural.

Por Hilda Cabrera
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Gené tiene lista Todo verde y un árbol lila; Cossa realizó una adaptación de Cremona, de Armando Discépolo.

Dos personalidades del teatro, distinguidas en el país y el extranjero, vieron frustrados los estrenos de sus obras en el Teatro Nacional Cervantes, paralizado por la demora en hallar una solución consensuada al conflicto laboral con los trabajadores agremiados a la Asociación Trabajadores del Estado (ATE). Todo verde y un árbol lila, reciente creación de Juan Carlos Gené (autor, actor y director), y la adaptación de Cremona, de Armando Discépolo, realizada por Roberto Cossa (dramaturgo) no son las únicas piezas proyectadas para esta temporada, pero sí las consideradas de peso por lo ambicioso de las puestas y el prestigio de los autores. Gené preside el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (Celcit) y Cossa integra el MATe (Movimiento de Apoyo al Teatro), entidades que lideraron varias convocatorias tendientes a buscar una salida. En diálogo con Página/12, uno y otro aportaron reflexiones sobre un estado de cosas que calificaron de gravísimo.

“Se complicó
demasiado”

–Gené, ¿se logró algún acuerdo?

–Hasta hoy no. Tanto de parte del Cervantes como del Estado no pasa absolutamente nada. El teatro está paralizado. Tratamos de mantener la obra ensayando semanalmente, aun cuando el compromiso con el teatro terminó.

–¿Recibieron el pago por el trabajo?

–Cobramos por los ensayos y las funciones. El teatro cumplió con todo desde el punto de vista legal. Gremialmente, no podemos reclamar nada salvo el hecho artístico de no estrenar.

–¿Qué destino le darán a lo hecho?

–Nos estamos movilizando para producirla y poder presentarla en otra sala. Desde la actuación, el espectáculo está listo, pero nos faltan la escenografía, el vestuario... Mi impresión es que este conflicto se complicó demasiado y que el Estado prefiere ignorarlo.

–¿A qué se refiere cuando dice “Estado”?

–A todo lo que no seamos nosotros, desde el Cervantes hasta las instituciones y los organismos de mayor nivel de la burocracia nacional.

–¿Por qué cree que se intenta ignorarlo?

–Porque se crea un conflicto entre dos gremios: la CGT y la CTA. Este es año de elecciones presidenciales y el Gobierno no tiene ningún interés en echarse encima a la CGT. Digo esto porque el planteo lo está haciendo la CTA. De otra manera no se entiende esta demora. Me cuesta creer que los funcionarios sean tan torpes. ¿Qué puedo pensar, entonces? Entre mantener cerrado al Cervantes y desatar un conflicto gremial, lógicamente se va a preferir lo primero, porque el costo político es menor. Esta es mi interpretación, de lo contrario no se explica que esto se arrastre tanto tiempo.

–¿Recibió alguna explicación de las autoridades a nivel personal?

–Las mismas que se han publicado: que es un conflicto gremial muy trabado, planteado por los técnicos artísticos del Cervantes y por el sector artístico-técnico de la Secretaría de Cultura. Pero yo no juzgo la actitud de los trabajadores, opino en cambio que el Estado tiene la obligación de resolverlo.

–¿Qué le produce esta situación?

–Me siento totalmente irrespetado. En mi vida me vi en algo semejante. Todos sabemos que el Cervantes arrastra problemas de años, pero es evidente que éstos tampoco interesan. Siempre hay una causa.

–La histórica es la falta de presupuesto...

–Mi vida profesional transcurrió teniendo siempre como telón de fondo los problemas del Cervantes.

–¿Cree que surgen del campo de la política?

–Ojalá pudiera pensar que el Cervantes fue o es usado políticamente. Me inclino por decir que es pura torpeza. Lo que nos pasa es muy tonto. El teatro nos presta la sala para ensayar una vez por semana porque no queremos que se deshaga el espectáculo. El elenco está listo para estrenar y si se detiene se derrumba, pero si continúa ensayando también, porque la obra ya maduró y le siguen impidiendo el encuentro con el público.

Todo verde y un árbol lila, escrita y dirigida por Juan Carlos Gené, iba a estrenarse el 19 de abril. Conforman el elenco Gené, Daniela Catz, Francisco Cocuzza, Livia Fernán, Esteban Pérez y Mario Petrosini.

“La cultura es un derecho”

–Cossa, ¿cómo es su caso?

–Entregué la adaptación de Cremona, asistí a un ensayo y casi enseguida comenzaron los conflictos y el teatro entró en crisis. Me pagaron por mi trabajo, pero no voy a cobrar por derechos de autor porque la obra no se va a estrenar.

–¿La da por perdida?

–No es fácil montar un espectáculo con diecinueve intérpretes fuera del Cervantes o el San Martín. Cremona es una obra maravillosa, y trabajar sobre un autor como Armando Discépolo es un placer. La adapté a este tiempo: la acorté, porque es muy larga y un poco dispersa. Fue como pintar a nuevo una hermosa casa algo caída. Con esta idea de haber perdido el estreno, me desentendí un poco de la obra pero no del Cervantes, del que nos venimos ocupando con los compañeros del MaTe.

–¿Qué impide resolver este asunto?

–Para mí el origen –que es común a los temas culturales– se encuentra en la falta de una política de Estado que reflexione sobre la cultura. No la tuvieron los gobiernos anteriores y éste no está entre los peores, pero ya que se habla tanto de introducir cambios, sería interesante que se ocupara. Hasta ahora, no vi esos cambios. La cultura sigue siendo la hermana pobre, el último orejón del tarro. Nosotros publicamos artículos sobre esto, pero parece que no nos leen. La cultura no es sólo un patrimonio relacionado con la belleza y la identidad, sino con una necesidad arraigada en el subconsciente colectivo.

–¿Cómo es eso?

–La gente actúa mucho influida por esa cultura colectiva que debiera ser analizada como un fenómeno que abarca a todos y no sólo a una minoría. Hace tiempo que no tenemos gobiernos que trabajen seriamente sobre estas cuestiones. Por eso suceden hechos graves que se toman como algo menor. Los que trabajamos por la cultura chocamos continuamente contra la indiferencia del Estado, y a veces con la misma gente que debiera defenderla.

–¿Pasividad en lugar de indignación?

–Existe una anomia generalizada. La comunidad tampoco reacciona ante casos de corrupción ni ante el drama de la pobreza.

–Un lavado de cerebro del que se culpa comúnmente a la década del ’90...

–Durante esa década se profundizó la anomia, porque la gente creía que estaba viviendo un cambio a favor. No tomó conciencia de la depredación del país. Los ’90 ya quedaron atrás, pero algunos hechos se siguen repitiendo, y en todos los campos. En la cultura pasa lo mismo. La Ley Nacional de Teatro fue sancionada durante el gobierno de Carlos Menem, que había querido vetarla. Finalmente el Congreso la aprobó porque la gente de teatro hizo mucha fuerza. Ahora, con el gobierno de Néstor Kirchner, preocupado por los derechos humanos, sería bueno que se entienda y apoye la cultura, que es un derecho humano.

Cossa realizó una adaptación de Cremona, de Armando Discépolo, donde se convocó, entre otros, a Rodolfo Bebán, Enrique Liporace, Malena Solda, Salo Pasik, Norma Pons, Marcelo Bucossi y Miguel Moyano. La dirección es de Helena Tritek. El estreno estaba previsto para el 26 de abril.

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