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Sábado, 6 de octubre de 2007
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ENTREVISTA CON EL INGLES GERALD THOMAS, SOBRE SUS POLEMICAS PUESTAS

“Yo soy mis propias influencias”

El director, residente en Brasil, exhibe en el Festival Internacional del Mercosur sus obras Terra em transito y Rainha mentira Queen Liar, en las que explora un lenguaje personal, alejado de las estructuras tradicionales, cercano “al maximalismo verborrágico de Heiner Müller”.

Por Cecilia Hopkins
desde Cordoba
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Thomas explora un teatro verdad que se nutre de sus vivencias personales.

La concurrencia masiva a los espectáculos programados en el marco del Festival Internacional de Teatro Mercosur –evento que comenzó el viernes 28 y que termina mañana– está en estos días sorprendiendo hasta a sus propios organizadores. Tras la apertura multitudinaria realizada en el paseo del Buen Pastor –un predio céntrico que concentra una plaza, una fuente con aguas danzantes y una sala teatral en una iglesia desafectada, parte de la removida cárcel de mujeres que allí existía–, todas las obras fueron objeto de buena crítica en los medios locales. Tal vez, los más elogiados fueron Neva, por el Teatro en el Blanco, de Chile, Carrocerías –un espectáculo callejero que mostró cómo un accidente automovilístico puede convertirse en una comedia musical y un show mediático– y las obras del actor y director mendocino-ecuatoriano Arístides Vargas La razón blindada y Nuestra señora de las nubes. Además de la muestra internacional, el festival incluye tanto puestas con elencos oficiales (La ópera de tres centavos, de Bertolt Brecht fue puesta por el elenco de la Comedia Cordobesa, conducida por el hindú Kamaluddin Nilu, una inusual propuesta de intercambio propiciada por el Instituto Goethe), como espectáculos de grupos locales, entre los que se destaca un ciclo de obras –tres nuevas y una reposición– del grupo La Cochera que dirige Paco Giménez.

Del panorama internacional, se destaca la presencia de Gerald Thomas, director de origen inglés que vivió durante mucho tiempo en Brasil, que participa en el festival representando a ese país, junto a un elenco de actores de diversa procedencia: “Soy un outsider –precisó en rueda de prensa–, vivo entre Nueva York y Londres, pero me siento un extranjero en todas partes”. Como era de esperar, en su tercera visita a Córdoba también se refirió a su particular estilo de teatro. “No me interesa poner en escena una obra de tipo aristotélico –es decir, que tenga comienzo, nudo y un desenlace– porque me parece que en el siglo XXI eso no tiene ningún sentido.” Presente en la programación con dos obras –Terra em transito y Rainha mentira Queen Liar–, Thomas afirma que adhiere a un discurso teatral simultáneo: “Hoy toda la información llega a todas partes al mismo tiempo, vía celular, TV o Internet... ¿cómo se puede hacer un teatro que tenga un desarrollo en línea recta?”, se preguntó. “Como todos, yo soy mis propias influencias: Kafka y Kantor, Jackson Pollock y Marcel Duchamp, entre otros que, como ellos, tanto en literatura, en teatro o en la plástica deciden quebrar convenciones y van a contramano.”

Resumiendo gran parte de su producción artística, Thomas asegura haber pasado “del minimalismo de Beckett al maximalismo verborrágico de Heiner Müller”. Tras años de realizar puestas de textos del autor de Esperando a Godot (hizo diecinueve textos del escritor irlandés, muchos de ellos cedidos por él mismo), luego de dirigir obras de otros, Thomas decidió torcer el rumbo de su carrera. “Hoy digo que más que director soy un autor que ha desarrollado un método personal para poner en escena sus propios textos”, asevera. “Un día me dije que ya no quería hacer otro teatro que el mío y entonces logré diversificarme y conquistar lo que tengo.” Acostumbrado a generar polémicas con sus puestas, defiende a capa y espada sus gustos personales en materia teatral, aun cuando algunas de sus decisiones estéticas le hayan ocasionado algunos problemas. Como cuando fue procesado en Río de Janeiro “por haber mostrado el trasero” en una puesta de la ópera Tristán e Isolda, de Wagner, “cuando el culo es en Río parte de la iconografía de la ciudad”, se ríe el director. En Terra... una cantante lírica espera en su camarín el momento de salir a escena para cantar, precisamente la última de las arias de Tristán e Isolda.

Interpretada con bríos en un esforzado castellano por la brasileña Fabiana Gugli, la diva comparte su camarín con un cisne (el brazo enguantado de Pancho Cappeletti) mientras hace tiempo. Enardecida por un discurso político que escucha en la radio, la cantante despliega un discurso desmelenado sobre los temas más diversos, todos vinculados con la historia del siglo XX: “Quise referirme a la Guerra Fría, al Muro del Berlín, a la crisis de los misiles”, enumera el director, quien también incluye en su texto ironías acerca de temas calientes. “Soy judío y sin embargo detesto la decisión –en su momento tomada por Churchill, Truman y Ben Gurion– de haber puesto al Estado de Israel en el territorio más sensible del planeta. Tampoco concuerdo con las industrias ni del Holocausto ni del anti Holocausto”. Terra... es una obra que resume a golpe de asociaciones libres un mundo que está al borde del colapso. Igual que la diva, todo parece a punto de estallar, tantas son las amenazas de guerras, extremismos y paranoias nucleares. Ante tanta verba desatada, la obra ironiza también acerca de la existencia de “un teatro de lo no dicho, un silencio, como el de Harold Pinter”.

Rainha mentira..., en cambio, es un espectáculo (podría decirse que es un homenaje, en gran parte) construido sobre imágenes filmadas y voces en off. De estilo inclasificable, la puesta reúne a cinco actores en diversas situaciones –algunas simbólicas, otras descriptivas– para contar parte de la historia de su madre y, más aún, sus propios problemas de relación. “Yo lo llamo teatro verdad; usé el texto de la carta que escribí cuando mi madre murió y yo no tuve la presencia necesaria como para ir a su funeral.” Luego de vencer algunos problemas técnicos generados por el apagón que sufrió la ciudad el día del estreno, los espectadores aplaudieron conmovidos a pesar de lo enigmático del montaje. “Mi teatro, como el de Antunes Filho –subraya Thomas– no es popular y sé que jamás sería comprendido por la gente desnutrida y analfabeta del nordeste brasileño, pero creo que hay un Primer Mundo aun en el Tercer Mundo”, afirmó, piropeando al público cordobés.

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