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Martes, 11 de marzo de 2008
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Aguas, el nuevo espectáculo de clown dirigido por Marcelo Katz

Entre el océano y las lágrimas

La obra despliega, a través de números breves, las infinitas manifestaciones y derivaciones del agua. Más allá del carácter lúdico de la propuesta, los personajes abordan cuestiones dolorosas y hasta de carácter existencial.

Por Carolina Prieto
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Aguas tiene como intérpretes a artistas de entre 20 y 80 años.

Marcelo Katz enseña clown desde hace más de veinte años y, a pesar del paso del tiempo, aún hoy encuentra en su oficio tal placer y novedad que sigue probando en las clases nuevos ejercicios y técnicas. Comenzó de manera casual cuando el director Agustín Alezzo lo convocó para dar un taller de verano en su estudio: nunca había enfrentado tal desafío aunque sí tenía experiencia pedagógica como profesor de tenis. “‘Sé enseñar deportes, pero nunca di una clase de teatro’, le dije a Alezzo. Pero él me tenía confianza así que me animé y, desde entonces, no paré”, cuenta este ex tenista de 42 años, que pagó su formación teatral enseñando tenis y entrenado jugadores. Desde el 2001, Katz –uno de los mayores referentes del clown en el país– tiene su propia escuela en un amplio espacio donde antes funcionaba una fábrica de juguetes. Allí, niños, adolescentes y adultos descubren las posibilidades expresivas del clown, el bufón y las máscaras; preparan espectáculos y ofrecen sus delirantes ocurrencias al público.

Aguas, que se presenta al aire libre en el Centro Cultural Recoleta (viernes, sábados y domingos a las 19 horas en el Patio del Aljibe, Junín 1930), es el resultado del trabajo conjunto de esos alumnos a partir de improvisaciones sobre el tema del agua en sus infinitas manifestaciones y derivaciones. El chorro de las canillas, las cañerías, el mar y las vacaciones, las lágrimas, la lluvia, los bomberos, el río, las bebidas. Son catorce números breves creados a partir de situaciones tan simples como ingeniosas, tan ridículas y absurdas como conmovedoras. Más allá del carácter lúdico de la propuesta, los personajes abordan cuestiones dolorosas y hasta de carácter existencial: “Construimos las escenas desde lo más simple, pero detrás de los juegos del clown siempre están los grandes temas, como el amor, la muerte, el caos, la deriva o la libertad”, sostiene el director. Así, un chico explora su pasado arrinconado en una mínima bañadera mientras recibe baldazos de agua de una doctora que le exige profundizar en su pasado; un granjero llora su desconsuelo sin poder reaccionar frente a la realidad; una mujer manda destapar la cañería donde tiró lo que no le sirve: basura, restos de comida y muebles viejos, además de un marido impasible y de una empleada. La veterana del grupo, de 83 años, protagoniza una íntima ceremonia del té de lo más desconcertante. Otras escenas, en cambio, apuntan a la alegría y al desparpajo en forma directa. En ese sentido, “What a Wonderful World” suena en la voz de un clown con un timbre tan similar al del gran Amstrong que hay agudizar el oído para percibir que la letra es otra, y que sintoniza a la perfección con los chorros de agua de colores que manipula desde un singular artefacto. En otro momento, un bailarín clásico hace de las suyas con un sifón de soda entre saltos y piruetas; pero el clímax llega de la mano de dos surfistas: la instructora canchera que habla en inglés y el alumno desorientado que toma cada indicación en su sentido literal.

“En esta disciplina, el contacto con el público es fundamental porque permite ajustar el trabajo, ver qué funciona y qué no, y producir los cambios necesarios. El disparador fue algo tan elemental como el agua, un trampolín para jugar en muchas direcciones. Los diez grupos de alumnos de la escuela se involucraron y con los números más poéticos y cómicos armamos el espectáculo”, cuenta Katz, quien descubrió este lenguaje a través del Clú del Claun, mítico grupo formado en los ’80 por Batato Barea, Gabriel Chamé Buendía, Hernán Gené, Guillermo Angelelli y Cristina Martí. Antes de conocerlos, Katz era un actor con una fuerte inclinación por la comedia, que además sabía hacer malabares y tocar el clarinete. Durante siete años, integró el elenco del Teatro San Martín en obras para grandes y chicos. Luego, junto a Gerardo Hochman, fundó la compañía de circo contemporáneo La Trup –renovadora de la escena local con una estética que fusionaba teatro, circo, danza y música– hasta tomar la decisión de alejarse del circo para dedicarse de lleno el clown. “Cuando vi al Clú del Claun sentí que quería hacer eso. La mezcla de libertad, de juego y emoción del clown; el delirio poético y el sentido del sinsentido me encantaron. Me atrajo la posibilidad de articular estructuras de pensamiento enredadas; de que el cuerpo pueda generar acciones disparatadas”, confiesa.

En mayo próximo y junto a la compañía Clun, Katz repondrá en El Portón de Sánchez la última creación del grupo: Ilusos, un trabajo que demandó dos años de elaboración y que transcurre en un ambiente abstracto, una suerte de limbo construido con toda clase de papeles. Ahí, un quinteto intenta concretar sus deseos, algunos simples y otros excéntricos. Desde una perspectiva alejada del realismo, la pieza habla de los sueños y de las frustraciones. “Los personajes tratan de tapar las carencias y de ayudarse para cumplir sus deseos, pero, inexorablemente, esa estructura se va destartalando”, señala sobre la puesta en la que los intérpretes no usan la tradicional nariz roja. “Es un elemento que puede estar o no. Es un decisión estética; la nariz es en realidad la más chica de las máscaras y, como toda máscara, oculta y también desenmascara, revelando otros aspectos del personaje”, explica el experto. ¿Qué diferencia al clown del payaso tradicional? El primero se sumerge en un mundo que excede las caídas, los golpes y los tropezones para entrar en una zona de debilidades, obsesiones y pasiones. “El clown trabaja con materiales personales y por eso es de una gran exposición. No suele mostrar la parte social de la persona, la más aceptada; por el contrario, trabaja con todo lo que surge de forma espontánea y que puede ser tan alegre como oscuro, tan bello como monstruoso o perverso. El clown arma su juego con todo eso.”

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