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Jueves, 27 de marzo de 2008
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SANTIAGO GOBERNORI ESTRENA HOY DEUS EX MACHINA, EN EL TEATRO SARMIENTO

Sobre pasiones y fracasos

El autor y director plantea en su puesta una ficción teatral alrededor de una familia verdadera, en el marco del Proyecto Biodrama. Para su elección, pensó “en la pasión y la energía que ponemos en los trabajos que nos gustan”.

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“Hace años que el teatro de Buenos Aires se encuentra en una meseta creativa”, señala Gobernori.

Contar historias de manera sencilla y clara es una de las posibilidades que ofrece el arte teatral. El autor y director Santiago Gobernori opina así, reflexionando sobre el teatro de otro tiempo y el actual. Lo ejemplifica con Hedda Gabler, del dramaturgo noruego Henrik Ibsen. “La historia de una mujer que no ama a su marido”, dice. Quien lea esta obra se preguntará si es una pieza maestra. El cree que sí, porque invita a descubrirle sentidos y llevarla a escena constituye un real desafío. Gobernori escribe sin desanimarse a pesar de sus reflexiones sobre el estado actual de la dramaturgia: “Hace años que el teatro de Buenos Aires se encuentra en una meseta creativa. Vemos algunos buenos trabajos, pero tienen un lenguaje ya conocido, y me incluyo”. Ese sinceramiento aparece también, aunque en distintas circunstancias, en los personajes de la obra que estrena hoy en el Teatro Sarmiento. El título es Deus ex machina, y quien se confiesa estancado es un tal Fernando, el joven que regresa imprevistamente a la casa de la familia de Otto Carlos Nagel (Bubi).

–¿Por qué se les pide especialmente a los autores jóvenes ser novedosos?

–No lo sé, pero yo no vivo la falta de novedad como un problema. Trato de no repetirme ni atarme a modelos, pero nada más.

–¿Persiste el temor a ser uno del montón?

–Mi encuentro con Bubi y su familia para esta obra me aclaró muchas cosas. Los vi tan obsesionados por salir adelante y por crear su propio trabajo que no me atrevería a decir de la gente que no es famosa que es una más. La familia Nagel es encantadora y, en mi opinión, trascendente.

–¿Qué lo llevó a armar una ficción teatral sobre esta familia?

–Cuando la directora Vivi Tellas (autora del Proyecto Biodrama) me llamó, no tenía idea de qué hacer. Sabía de esta experiencia de Vivi, porque además trabajé en Budín inglés... y vi casi todos los espectáculos del proyecto. Pensé en la pasión y la energía que ponemos en los trabajos que nos gustan, y en los fracasos y aciertos. Busqué entonces historias de familias o de empresas familiares que reunieran esas características. Ahí apareció el recuerdo de un amigo de mi abuelo, a quien había visto por última vez cuando yo tenía 9 años. Ahora tengo 29.

–Y lo encontró...

–Vive en Brandsen, en un campo muy lindo, donde él y su familia tienen la casa y detrás de ésta una fábrica. Hacen de todo. Un día, hablando con mi abuelo por una bicicleta que quería comprar, me dijo que fuéramos a verlo. Yendo al galpón vi una montaña de baleros de madera. Tendría unos cuatro metros de alto. Esa imagen me quedó grabada y volvió con fuerza después de veinte años. Decidí que ésa era la familia para mi biodrama. Mi abuelo falleció, pero mi mamá me hizo el contacto.

–¿Ese regreso se relaciona con el personaje de Fernando?

–De alguna manera, sí. El biodrama permite utilizar experiencias personales, siempre y cuando tengan sentido teatral. Bubi tuvo hace unos años un accidente cerebrovascular y está hemipléjico. Su historia es fascinante. Es la historia de un genio: es buena persona, buen padre, tiene humor y es muy creativo a nivel laboral. Ellos me permitieron descubrir que había muchas otras familias emprendedoras en la Argentina. Bubi heredó de su padre la pasión por las máquinas. Su padre no era ingeniero, pero estudiaba de los libros que le acercaba un vecino.

–¿Descubrió ahí una actitud?

–Sí, y esa actitud frente al fracaso o la pobreza es el germen de Deus ex machina. Una actitud más valiosa todavía cuando sufrimos los sopapos que nos da el propio país.

–¿Se inició como actor?

–El teatro me gustó siempre, pero nunca supe la razón de mi interés. Este año conocí a mi papá y encontré una explicación genética.

–¿Este año? ¿Cómo es eso?

–Mis padres se separaron cuando yo tenía dos meses. En esa época vivíamos en Brandsen. Después mi mamá me llevó a Monte Grande. Mi padre es artista plástico y nunca nos habíamos encontrado. Pasé años de terapia trabajando sobre la imagen paterna hasta que me harté de ese fantasma y vi a mi padre real. Me fue muy bien. Se lo debo a Biodrama.

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