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Sábado, 26 de abril de 2008
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Mujeres en el baño, la obra-hit de Mariela Asencio

Conversación en el tocador

El nuevo trabajo de la directora de Hotel melancólico se convirtió en una de las piezas más vistas del circuito alternativo, con un sexteto de actrices que desnudan angustias, fantasías, pudores y obsesiones del universo femenino.

Por Carolina Prieto
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Las seis actrices disertan sobre sentimientos en un baño pop bellamente iluminado.

Mujeres en el baño, la nueva obra de la joven dramaturga y directora Mariela Asencio, se convirtió en el hit del circuito alternativo en lo que va del año, con entradas agotadas para las dos funciones (a las 23 y a la 0.30 en el Espacio Callejón), críticas elogiosas, ovación del público y también algunas caras azoradas frente al sexteto de actrices que desnudan, sin filtros ni pudores, unos cuantos aspectos del universo femenino: angustias, deseos, fantasías y obsesiones. Lo hacen a través de monólogos, coreografías y canciones en vivo, apenas ataviadas con corpiños, bombachas y tutús.

Son una especie de bailarinas desencajadas de un musical kitsch y vertiginoso a ritmo de cumbias, reggaetones, canciones pop y hasta un rap; entre maquinitas afeitadoras que recorren los cuerpos, cigarrillos, siliconas que vuelan por el aire, menstruaciones que brotan por la boca, indicaciones para la masturbación, llantos, desconsuelos y atracones con dulces.

Con menos de 30 años, la creadora –que trascendió con la encantadora obra Hotel melancólico– dispara esta vez sobre los males que soportan tantas y sorprenden a tantos. Así asoman la hipocondríaca, la bulímica, la que sufre por desamor, la femme fatale, la que a pesar de sí misma arruina cada momento, y la que vive aferrada al ventilador que su ex nunca le devolvió. Es cierto, sufren algunos de los tips femeninos generalizados, pero la mirada es siempre sarcástica: están como desorbitadas, desesperadas por distintos motivos, a pesar de sus cuerpos espléndidos, del grado de exposición y la osadía. Entonces, lo que podría parecer frívolo o confundirse con un cliché muestra su otra cara, y el escenario de la calle Humahuaca (devenido un baño pop bellamente iluminado) contiene todo el horror que estas muchachas nada modositas hacen estallar.

–¿Por qué el baño como contexto?

–Porque cierra conceptualmente con lo que quería contar. Es un espacio donde se te viene la humanidad encima, donde se borran las diferencias y somos iguales. Suele ser un lugar de soledad donde no podemos caretear nada, justamente en un momento en que se extienden un modelo de mujer y un concepto de la belleza que me resultan sanguinarios. La mujer como una cosa plástica, desfigurada, hecha de cirugías y siliconas que cambian los rasgos y la identidad.

–¿Hasta podrían ser partes o voces de una misma mujer?

–Acá se rompe la idea de la ficción, desaparece la cuarta pared y las actrices se dirigen al público en forma individual porque casi no hay diálogos. En el texto original no había personajes y, cuando empecé a trabajar con el elenco, definimos qué cosas diría cada una. Siento que fui muy honesta con lo que quería expresar.

–Por momentos se cubre de una gran sensibilidad, como sucede con la mirada de la chica que tiene trastornos con la comida. ¿Cómo llegaron a eso?

–Ese estilo tiene que ver con el texto, que pedía ser dicho casi como un manifiesto. Creo que la obra pasa por una delgada línea: si las actrices se pasan un poquito de rosca resulta estereotipado y previsible, y si no, algo medio lavado. Todo el tiempo tienen que tener cuidado de ese límite.

–De todas las escenas musicales hay una, la versión a varias voces de “La isla bonita” de Madonna, que se distingue generando un clima poético, de ensoñación, mientras que el resto de las canciones y las coreografías son bien enérgicas y muy para arriba. ¿No quiso meterse del todo con esa dimensión más sensible?

–“La isla bonita” es el momento más acústico de todos, donde se lucen las voces. Lo demás tiene mucho punch. Me permití hacer lo que quería, despegar de la realidad y llegar a un lugar más relacionado con la fantasía. Por eso los personajes saltan de una escena a otra, de un monólogo a un baile, y el baño puede remitir a otros espacios. Hay momentos de una mayor realidad y otros mucho más fantaseados.

–¿Quería de antemano construir una suerte de comedia musical?

–Quería profundizar algo que esbocé en Hotel... con canciones como “Recuerdos de Ypacaraí”, alguna guarania y un bolero. Acá quise explotar esa idea: intentar construir un relato desde la música. Por eso hay tantas canciones y hasta fragmentos que son directamente texto cantado, musicalizado por Mauro García Barbe; además del teclado y el charango que tocan dos actrices.

En los primeros meses de funciones, la respuesta del público sobrepasó las expectativas y, según la directora, predominan dos tipos de reacciones. “Hotel... era una obra más mas querible; ésta genera respuestas más encontradas. Hay minas que se matan de risa y aplauden muchísimo. Otras salen enojadas y escuché a varias decir que no se sienten identificadas. Los tipos también: algunos se divierten a lo loco, otros salen serios.” Con esta pieza producida gracias al Premio S –que ganó por Hotel melancólico–, Mariela inició la trilogía Mujeres en 3D, que seguirá con Mujeres en el aire (sobre el mundo laboral) y Mujeres en ningún lugar (sobre la trata de personas). Pero falta para las próximas entregas, mientras tanto a disfrutar de estas seis adorables desquiciadas.

* Mujeres en el baño va los sábados a las 23 y a la 0.30 en Espacio Callejón, Humahuaca 3759. Reservas al 4862-1167. Entrada $25, jubilados y estudiantes $15. Por información, imágenes y audios: www.mujeresen3d.com.ar.

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