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Viernes, 1 de agosto de 2008
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CYRANO DE BERGERAC Y GRETA Y GASPAR, DOS OBRAS MULTITARGET

Títeres aptos para todo público

El Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín presenta una adaptación a cargo de Tito Lorefice y un texto de Ana Alvarado, quienes aseguran que “se trata de una experiencia completamente nueva para un chico, que no se parece a nada”.

Por Sebastián Ackerman
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Greta y Gaspar, la obra de Alvarado, se ocupa del romance entre una ratona y un gato.

Algo de la fascinación que sienten los chicos por los títeres se mantiene en los adultos. Eso les permite convertir a una media en una persona y a una caja de zapatos en un auto de Fórmula Uno. Por eso el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín ofrece sus espectáculos para grandes y chicos: para extrañar la mirada y compartir con los más chiquitos ese momento mágico en el que los objetos cobran vida. Y la propuesta del grupo para estas vacaciones de invierno es un doble programa, con una adaptación de Cyrano de Bergerac hecha por Tito Lorefice, y Greta y Gaspar, de Ana Alvarado, quienes afirman a PáginaI12: “El teatro le va a producir una experiencia completamente nueva a un chico que lo desconoce, que no se parece al cine, a la televisión, a nada. Es el momento en que ve eso vivir frente a sus ojos, ese mundo ficcional está viviendo delante de él, es una experiencia única”, coinciden.

La adaptación de Lorefice de Cyrano partió de una investigación que hizo acerca de las transformaciones artísticas de fines del siglo XIX, época en la que se escribió la obra, que dio nacimiento al cubismo como estilo de expresión que busca señalar con formas distintas de lo habitual los conflictos y la naturaleza humana. “Laburé mucho en la adaptación para revalorizar aquellos puntos de inflexión de la obra en las que se habla no sólo del amor sino de los valores humanos: la lealtad, la amistad, la honra y la valentía. Mezclé todo esto con una puesta que es un riesgo, porque está hecha con títeres que nunca se hicieron de este estilo”, cuenta. Y resalta que, más que títeres, lo que se ve en el escenario son “esculturas móviles: el títere está compuesto por la cabeza, más los brazos, más el cuerpo del titiritero. Todo eso es el títere. Corporiza una forma, son metáforas corporizadas en objetos. Lo que el personaje sienta va a verse corporizado en la parte del objeto que compone el personaje”, confiesa.

Por su parte, la obra de Alvarado narra la historia de amor “entre una ratona y un gato, un tema visitado el de gatos y ratones aunque no tanto el del encuentro entre distintas especies”, rescata. En el escenario, junto a los títeres, se utilizan también máscaras rituales, para trasladar –analiza– al lenguaje corporal de los actores “lo que uno hace cuando le da vida a un títere. Un manipulador le traslada su propia energía al objeto, y él se reduce o desaparece para que el objeto se apropie de eso. En este caso, se trata de que el actor incorpore algunos de los movimientos que permitan que esté vinculado más con la máscara que con su propio cuerpo. Hay movimientos un poco raros de los actores, que tienen que ver con este lugar intermedio de no ser ni una cosa ni la otra: ni del todo actor, ni del todo objeto”, remarca. Y confiesa que encontró inspiración para los personajes en “modelos de chicos posibles. Los dos: la ratona y el gato son modelos de personas juveniles o adolescentes. Ella además es una ridícula, exageradamente culturosa, y él está siempre como colgado y fuera de foco en el mundo de los gatos”.

Los conflictos por los que tienen que atravesar los personajes de una obra pueden ser contados de maneras distintas según quiénes estén en la platea, si son grandes o chicos. Aunque tal vez no sean tan diferentes. “Cuando uno trabaja con chicos se trata de ser lo más sincero posible, pero no hay que ablandar las cosas porque eso sería subestimar a aquellos que lo miran”, afirma Lorefice, y ejemplifica: “Vivaldi no componía pensando en chicos o en grandes; componía directamente. La primavera la disfruta tanto un niño como un abuelo. En lo que hay que tener cuidado es con qué puntos son los que uno va a señalar si esa obra va a ser vista por niños. Hay puntos que vas a revalorizar y otros que vas a desestimar porque el que lo mira es un espectador en formación, y hay que colaborar con esa formación, pero sin endulzar las cosas, sino por ahí limpiándolas de polvo y paja. Nos hacemos más problema por eso no- sotros que los chicos”.

Respecto de Cyrano, explica que “todos los clásicos mantienen vivos valores esenciales del ser humano, y en este caso fue un desafío querer revalorizar determinados valores. Si tomás Romeo y Julieta podés revalorizar el tema del amor, o podés elegir el odio entre las familias con el mismo texto. Pero no es la intención, nunca lo fue, edulcorar el texto al estilo Disney, que se laven los conflictos. El que se tiene que morir se muere, el que tiene que sufrir sufre”, adelanta, y Alvarado concede que Greta y Gaspar “está contada con toda la ingenuidad que es necesaria. Los personajes van a sus objetivos, salen de esa situación por disparates, o se escapan. Hay momentos de mayor tensión, pero son mínimos. Hace 20 años que trabajo con títeres, es mi lenguaje habitual. Y para trabajar con chicos me encuentro bien en este lenguaje”, concluye.

Como grandes-chicos que son, Lorefice y Alvarado eligieron trabajar con los títeres. Y tienen sus motivos. Para Lorefice, “el títere permite encarnar la metáfora. Vos podés lograr que un personaje que está ardiendo se prenda fuego, cosa que un actor no puede. Una imagen vale más que muchas palabras, y Cyrano, que está lleno de palabras y es una obra de texto, llega al espectador con un montón de imágenes”, y Alvarado opina que “uno se identifica con un objeto antropomórfico, con forma de hombrecito, muy rápido y en seguida se permite ir hacia esa identificación. Uno se libera de otros prejuicios que tiene cuando enfrente hay un actor, que es un igual. Este aspecto maravilloso del objeto hace que uno se suelte más fácil. Y los chicos les creen todo a los títeres. Por ahí a los actores también, pero hay que trabajar mucho como actor para encontrar un registro que provoque lo mismo que produce el títere”, resalta.

¿Qué atrae tanto a los chicos de los títeres? Ambos ensayan una respuesta: “Todos los chicos tienen cierta fascinación con lo inanimado que cobra vida: no llama tanto la atención un humano que habla como una heladera que habla. A partir de estos juegos la imaginación cobra un vuelo distinto”, dice Lorefice y recurre a la historia: “Las culturas más antiguas otorgan a los objetos una carga simbólica mucho mayor que el objeto en sí mismo podría llegar a decir. Un crucifijo son dos palitos cruzados, pero viene con una carga por detrás que le da otro valor. Entonces, los objetos, si hay un intérprete dramático que les otorga vida, cobran una dimensión muy fuerte porque deja de ser objeto para pasar a ser sujeto”, explica, y Alvarado sigue la misma línea: “El títere cobra vida: ésa es la madre del asunto. Y la identificación con el objeto. Esto me lo dio la experiencia de hacerlo, y la dificultad de tratar de salir, como actor, de un registro paródico, payasesco, y poder estar en un lugar sensible sin tener que añoñarme y que los pibes no me vean como un adulto... todo ese recorrido es complejo. En cambio, en el títere es muy rápido. Trato de buscar a esta velocidad una respuesta inteligente y todavía no la tengo”, concede.

Cyrano de Bergerac se ofrece de martes a domingo a las 16 en el Teatro Regio (Av. Córdoba 6056) y Greta y Gaspar se estrena el 9 de agosto y va sábado y domingo a las 16 en el Teatro de la Ribera (Pedro de Mendoza 1821).

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