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Viernes, 24 de julio de 2009
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¿QUIEN LE TIENE MIEDO A TUTU MARAMBA?, HUMOR + MUSICA

Un antídoto en tiempos de pandemia

El grupo, que nació hace nueve años y lleva dos discos editados, pone el eje, en su espectáculo del teatro Empire, en “el miedo y la posibilidad de vencerlo a través de la acción colectiva”, según afirman sus protagonistas.

Por Cristian Vitale
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Los integrantes de Tutú Marambá se valen de un bajo, una guitarra, un teclado y una minibatería.

Rock para niños toma 2: Tutú Marambá. Tema: el miedo. Cuatro profes de música y uno de gimnasia encaran la misión de vencer el temor –a lo que sea– y lo transforman en espectáculo. Se valen de un bajo, una guitarra, un teclado y una minibatería. También de un títere –especie de cuco verde y feo que lleva el nombre de la banda– y un par de disfraces. No hace falta más. “La dieta de los chanchos es la mejor vacuna contra la gripe porcina”, bromea Rafa, el cantante. Es una de las canciones del combo que, junto con otras de igual signo, cooperan en un mismo sentido: derrotar, además del miedo, varios frentes a la vez: el frío intensísimo de Buenos Aires, el hastío de las largas vacaciones y la resistencia colectiva a concurrir a los teatros. El que les toca a ellos, el Empire –Hipólito Yrigoyen 1934– no está lleno, pero lo ameritaría. Se trata, Tutú, de una banda que no subestima ni hace por hacer. Suena bien, está equipada y el feeling con nenes y nenas es natural. Espontáneo. Al segundo tema, todos están bailando. “Es simple, somos grandes pero nos transformamos en niños y jugamos”, sigue Alejo, el bajista.

Esta nueva puesta del grupo nacido hace nueve años y con dos discos en su haber (Canciones para juglar y La dieta de los chanchos) se extenderá todos los días, menos los miércoles, hasta el final de las vacaciones. Se llama ¿Quién le tiene miedo a Tutú Marambá? y mezcla música, humor y reflexión en proporciones precisas, bajo la puesta en escena, el guión y la dirección de Gabriel Rovito. Un guión que, mientras deviene, involucra actores y público a través del juego, la música y el movimiento. “No sé, nos dimos cuenta de que teníamos entre manos un espectáculo muy explosivo, si podíamos hacer eje en el miedo y la posibilidad de vencerlo a través de la acción colectiva”, dice Rafa. “No es menor el tema, están dominando el mundo a través del miedo: el miedo al terrorismo, a la pandemia, siempre desde ese lugar. De esta manera, creo que estamos sembrando en los chicos un antídoto contra ese miedo. Uno puede tomar decisiones igual, pese a que te quieran convencer de que mañana se acaba el mundo”, explica Ignacio, el tecladista que da clases de música en el Garrahan.

La banda, que ya se cargó 800 recitales incluida la experiencia “didáctica” que ofrecieron durante tres años en el Auditorio de Radio Nacional, se completa con Luis Nesvara, baterista graduado en la Berklee, y Carlos Avella, guitarrista. “Somos todos músicos, pero como actores éramos medio de madera. Teníamos algunos gags, pero hasta ahí, Rovito logró que las maderas se muevan”, se ríe Ignacio. “Maderas, zoquetes, cemento, ponele como quieras”, se engancha Carlos. Todos tocaban en bandas de rock y, queda claro, se propusieron mantener la esencia en formato chiquito. “La impronta es la misma, sólo que ya no queríamos ser solo una banda, como al principio, sino incorporar cosas teatrales con el fin de revalorizar el juego, la inocencia y la pureza de esos primeros años”, explica Ignacio.

–Se nota. En ningún momento apelan al “doble sentido”...

Ignacio: –Está absolutamente pautado no jugar con el doble sentido. A veces salen en los ensayos chistes para adultos pero los guardamos. Hay una tendencia a hacer espectáculos para chicos con un formato de adultos y transmitir contenidos que son más adolescentes. Nosotros no estamos en ese nivel: creemos que un nene de 8 o 9 años no tiene por qué estar haciendo la misma rutina que uno de 16.

–El gancho con los padres funciona al revés, entonces...

Rafael: –Nos pasa que, al terminar el show, viene la gente adulta y nos dice “cuánto hace que no jugaba”... digo, los grandes también juegan y cantan. Le decimos música infantil a esto, pero en realidad es para todo aquel que esté dispuesto a recrearse, grande, chico o mediano. Creo que el adulto siente que está recuperando un lugar oculto de su infancia.

Carlos: –Pese a que los textos son exclusivamente para chicos, el adulto se engancha con la canción, porque se acuerda de algunos códigos que tenía cuando era chico... Sí, funcional al revés.

Alejo: –Nosotros hablamos del miedo a un nivel, ¿no?... pero el adulto lo conecta con sus propios miedos, que tienen que ver, a veces, con cosas tontas: esa estructura del temor que no nos deja vivir. Bueno, el nuestro es apenas un aporte con sonrisa de niño.

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