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Sábado, 29 de septiembre de 2012
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EL NOTABLE TRABAJO REALIZADO POR LA RED NACIONAL DE MUSICOS EN HOSPITALES

“Cada contacto es único, irrepetible y especial”

Como parte del proyecto Cultura y Salud, el grupo Los Musiqueros lleva música en vivo al Garrahan y otros hospitales infantiles. No los anima un propósito “humanitario” ni “terapéutico” sino, señalan, la posibilidad de que los niños accedan a un derecho.

Por Karina Micheletto
Julio Calvo y Teresa Usandivaras, integrantes de Los Musiqueros y de la Red Nacional de Músicos en Hospitales.

Niños aterrados frente a una intervención que imaginan o han comprobado dolorosa, compenetrados con la música y finalmente relajados casi hasta el sueño, entregada allí la atención. Papás emocionados porque gracias a la música sus hijos pueden al fin dejar de llorar y descansar en sus brazos. O aquella adolescente sentada en su cama, enfundada en un buzo negro con capucha, la cara tapada, la espalda doblada, los brazos cruzados, el enojo explícito por la situación que le tocaba atravesar, que terminó como la más entusiasta de los músicos, acompañando una canción con percusión corporal, siguiendo el ritmo con golpeteos en las mejillas y en la boca. Procesos en los que no median palabras: sólo música que envuelve, tranquiliza, acompaña e invita a jugar o a soñar. Esta es la experiencia que relatan Julio Calvo y Teresa Usandivaras, integrantes de Los Musiqueros y de la Red Nacional de Músicos en Hospitales, columna vertebral del Proyecto Cultura y Salud, que se propone algo tan puntual como llevar música en vivo a aquellos niños que no pueden trasladarse a escucharla, haciendo posible el acceso a este derecho.

El punto de partida fue un intercambio artístico y humano a través de dos residencias cruzadas, océano de por medio: la del Servicio de Hematología y Oncología del doctor Pedro Zubizarreta en el Hospital Garrahan, y la del doctor Dominique Valteau en el Departamento de Pediatría del Institute Gustave Roussy (IGR), en Villejuif, Francia. Allí venía trabajando Musique et Santé, una asociación que desde hace más de 20 años hace música en hospitales de Europa, con un equipo integrado entre otros por Philippe Bouteloup –fundador de la asociación– y Luciana Jatuff, violinista argentina residente en Francia. El grupo Los Musiqueros fue seleccionado para viajar a capacitarse en este trabajo de “música viva” en hospitales. Y así fueron a Francia a vivir dos meses que, dicen, tuvieron la intensidad de un aprendizaje, con jornadas de capacitación y trabajo directo en el IGR, una institución sin fines de lucro que forma parte del sistema de hospitales públicos franceses, el primer centro europeo de lucha contra el cáncer. “Allí comprobamos que la música es suficiente medio de comunicación, porque se hablaban decenas de lenguas diferentes, además del francés. Y siempre la música comunicó y tendió puentes por el que cruzaban sonrisas y emociones”, advierten los músicos, y relatan una primera experiencia: “Entramos a la habitación de una niña de Argelia, que estaba sola con su mamá en una situación de aislamiento muy severo, había que entrar con barbijo, cofia y bata. Tanto ella como la madre sólo hablaban árabe, y un poquito de francés. Cantamos para ellas y, al invitarlas a cantar, la niña se incorporó y comenzó a cantar y bailar una canción tradicional, sentada en la cama. Fue un antes y un después en esa habitación”.

“Es a ti a quien miro, a quien canto, a quien escucho, con quien construyo puentes”, es la idea rectora del trabajo. Una idea que cambia radicalmente el eje de trabajo de un músico profesional. “La experiencia nos abrió una dimensión de la transmisión de la música, única. Somos músicos acostumbrados a estar en el escenario, donde el centro de atención recae en uno. En el hospital, la mirada única y privilegiada es el niño, somos nosotros mirándolos a ellos, viendo qué música puede ser apropiada al momento en que están, para escuchar, para cantar, para jugar”, define Teresa Usandivaras, de Los Musiqueros. Su compañero Julio Calvo relata un día de trabajo en el Garrahan: “Cada martes por la mañana llegamos al hospital. En la oficina de Representante del Paciente, Silvia y Mónica nos comentan novedades y junto a ellas decidimos a dónde ir: al hospital de día y su muy concurrida sala de espera, o a las habitaciones, a visitar a los chicos internados. En la sala de espera todo está a la vista, vamos cantando y tocando a tal o cual niño y su familia y los demás chicos enseguida se acercan, compartimos cantos e instrumentos, vamos de un grupito espontáneo de pibes a otro. En las habitaciones es diferente: en cada una preguntamos si quieren compartir un ratito de música, es fundamental que los niños ejerzan el derecho de elegir. Si aceptan, pasamos, nos lavamos las manos, y comenzamos a tocar. Cada contacto es único, irrepetible y especial”.

Uno de los puntos que hacen singular a la Red Nacional de Músicos en Hospitales, es que no entienden su trabajo como una acción de tipo “humanitario”, basada en intenciones solidarias, sino como la posibilidad de acceso a un derecho: “La música es parte esencial de nuestra vida, la de todos y cada uno de nosotros. Cada niño, cada niña, tienen derecho a la música, más allá de la situación en la que se encuentren”, dicen Los Musiqueros citando el Artículo 31 de la Convención por los Derechos del Niño. “Creemos también que cada niño o niña internado tienen derecho a recibir, compartir o hacer música y también tienen derecho a elegir y a decir que no: ésta es una de las pocas cosas que en el ámbito del hospital puede decidir”, agregan, y definen: “Llevar la música a un servicio hospitalario, con y para los pacientes, es establecer un equilibrio, movilizar la imaginación y la creatividad, jugar con los sonidos, con las palabras, cantar, contar, compartir. Es, simplemente, dar lugar al placer, a la vida y a la poesía. Involucrar a la familia de los pacientes y a médicos y enfermeros en la experiencia musical abre la posibilidad de que ellos mismos hagan suyo este lenguaje, la música es de todos y cada uno de nosotros. Mamás, papás, equipo de salud cantando para y con los niños recuperando el placer y la fuerza de un legado ancestral”.

Si lo que hacen, entonces, está lejos de ser “caridad”, tampoco es entendido como “terapéutico”. Los artistas citan a Philippe Bouteloup, director de Musique et Santé, en su libro Los músicos y los bebés (de edición francesa): “La presencia de un músico como nosotros la concebimos en un hospital pediátrico no pretende ser terapéutica. No es reeducación, resocialización o actividad ocupacional. Lejos de desear tomar el lugar de los médicos y la medicina, los artistas introducen una dimensión imaginaria y fomentan la creatividad dentro del hospital”. Los artistas hacen arte y los niños tienen derecho al arte. Y el hecho de que un nene deba permanecer internado en un hospital, no lo hace menos sujeto de derecho que otros.

Gracias al apoyo de la fundación Navarro Viola, que hace posible sostener materialmente el proyecto (del mismo modo, participa la Fundación Air France para la pata francesa), surgió la posibilidad de extender esta propuesta a hospitales de todo el país, conformando la Red Nacional de Músicos en Hospitales. Sus impulsores sueñan con la idea de multiplicar el proyecto: planean una semana de capacitación intensiva en el Garrahan, con músicos seleccionados de diferentes provincias, apostando a que, a su vez, a su regreso ellos puedan sumar a otros músicos en la tarea. Mientras tanto generan lazos con otros impulsores del arte en hospitales, como Alegría Intensiva (ver aparte) –“nos cruzamos en los pasillos y cantamos juntos, su tarea es excelente, han generado en el Garrahan un lugar para la sonrisa y las carcajadas”, destacan–, Teatro al Pie de la Cama, el taller de plástica en el hospital de día, entre otros. “Todos confluimos en un objetivo: acercar al niño la posibilidad de alegría, consuelo, emoción, juego, en el momento especial de vida que está atravesando.”

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