Las leyendas, fábulas, los cuentos populares, los mitos narrados, han fascinado desde el fondo de los tiempos a la humanidad. Traen historias que no siempre tienen un final feliz, que dejan una enseñanza que no siempre es políticamente correcta, repetidas de generación en generación, marcas indelebles y profundas de la cultura. Y que además, como focaliza una de estas colecciones, dan vueltas al globo adoptadas y adaptadas por diferentes culturas. ¿O será que en lugares muy remotos del planeta, sin siquiera conocerse, hombres y mujeres muy distintos inventaron las mismas historias? El fértil campo de la literatura infantil y juvenil en la Argentina ha poblado en el último tiempo los estantes de las librerías con muy buenas novedades que toman estas historias, adaptándolas a los más chicos. La sección Chicos recorrió esos estantes, comprobó que en todos había pibes enganchadísimos con historias nórdicas, africanas, chinas, tobas o quién sabe de qué origen, y dialogó con los escritores Ana María Shua, Graciela Repún, Margarita Mainé, Cecilia Blanco, Oche Califa, y la editora literaria Ruth Kaufman, acerca del poder fascinante y atemporal de estos cuentos.
Dentro de la colección Dicen por ahí (editorial Uranito), estas 6 leyendas de América latina, bellamente adaptadas por Margarita Mainé, con ilustraciones de Marcela Lescarboura, reúnen las historias del pingüino, el cóndor, la ballena, el Martín pescador, los loros y el carpincho, según las transmitían los pueblos originarios de América. Estos animales ponen en escena valores y actitudes tan humanos como el egoísmo y la solidaridad, la envidia y la generosidad, la agresividad y la comprensión.
La autora cuenta que son leyendas que ya había trabajado en el aula con sus alumnos, en sus tiempos de maestra, y que en su reescritura no hizo más que sumarles convenientes pizcas de humor, muy disfrutables en la lectura compartida. “Los niños de hoy conocen mucho más de lo que creemos. Ven documentales de animales exóticos y son ávidos buscadores de información. De todos modos, si en la historia surge algún objeto o animal que desconocen, no hay más que explicarlo o recurrir a las ilustraciones. En ocasiones, sólo con el contexto alcanza para que aprendan una nueva expresión. No intento simplificar el texto al momento de escribir: confío en la inteligencia y capacidad de los niños para comprender nuevas situaciones y significados”, advierte Mainé, y concluye sobre el poder fascinante y perdurable de estas historias: “La presencia de animales viviendo aventuras sin duda encanta a los niños de todas las épocas. Y estos mismos animales humanizados, hablando o resolviendo situaciones increpan a los adultos que se ven reflejados en muchas actitudes. ¿Quién no se ha identificado alguna vez con el pastorcito mentiroso o con las astucias del zorro o con el esfuerzo de la mulita? Estas historias que se han pasado de generación en generación transmiten indudablemente una sabiduría muy difícil de hallar en otros tipos de texto”. Sugeridas para niños a partir de 5 años, es seguro que estas leyendas pueden enganchar tanto a los hermanos más grandes como a los adultos que las leen para compartir en voz alta.
Graciela Repún y Enrique Melantoni engancharon estas fábulas tan bien completadas por las coloridas ilustraciones de Sofía Ramacciotti. Lo que hicieron fue ingenioso y efectivo: tomaron doce fábulas clásicas y pusieron a narrarlas a sus protagonistas, hilvanando una historia y otra. Así, reunidos en un bosque, la hormiga, el zorro, la paloma, el ratón, se van contando aquellas fábulas sobre el ganso de los huevos de oro, la granjera y la leche derramada, la cigarra vaga y la hormiga laboriosa. Con la vuelta de tuerca extra de que algunos, como el lobo y el zorro, obran también como peligrosos oyentes, atentos a lo que cuentan sus posibles víctimas.
Repún ya ha escrito otros libros de leyendas y mitos, sola o en coautoría con Melantoni, como Leyendas argentinas, que recibió un White Raven, y ya tiene listo para imprenta Fábulas y antifábulas, que también será editado por Uranito. Sobre la capacidad de estas historias para “enganchar” también a sus lectores, la escritora reflexiona: “Supongo que a los chicos les atrae el reflejo de esos protagonistas animales con actitudes muy de cuento folklórico: pícaras, ingeniosas o tiernas e irremediablemente ingenuas. A los adultos, tal vez, les interesen más las enseñanzas visibles. Por mi parte, ya desde chiquita, las moralejas me rebelaban. Por eso, en mi próximo libro, Fábulas y antifábulas, Esopo le cuenta a un grupo de chicos las fábulas conocidas y estos le cuestionan sus conclusiones, induciéndolo a reversionar cada historia”.
Nacho y Tobi, los hermanos que protagonizan la historieta de Chanti Mayor y Menor, “interpretan” estas fábulas clásicas adaptadas por Cecilia Blanco. El resultado es muy divertido, porque son estos niños, con su aguda mirada, los que opinan sobre las moralejas, las interpretan o malinterpretan, se ríen de ellas, “de la misma manera en que seguramente lo hacen los lectores”, advierte Blanco en diálogo con Página/12. “La moraleja es parte necesaria del relato, porque la fábula está pensada como una enseñanza. Y como todo mensaje moral, se adecua a la sociedad de donde surge, aunque quizás ahora no coincidamos con algunos de esos mensajes”, explica. “Yo mantuve las moralejas tal cual, incluso en la manera rebuscada en que están escritas, porque pensé que, si alguien iba a resignificarlas, ése era el lector. Por eso decidimos con Chanti que fueran Nacho y Tobi los que comenten las moralejas, tal como harían los lectores.”
Blanco comenta que leyó “cientos de fábulas” para llegar a estas versiones. “Me sorprendió la cantidad que hay y también la infinidad de versiones, muchas de ellas con una gran distorsión de la historia original. Un ejemplo muy conocido es la versión Disney de ‘La cigarra y la hormiga’, donde las hormigas perdonan a la cigarra, que termina tocando alegremente el violín en el hormiguero mientras afuera nieva. Muy lejos del original, donde las trabajadoras hormiguitas le niegan el asilo a la cigarra vaga, que se congela afuera. Sin dudas hay fábulas crueles, pero todas tienen un sentido”, señala la escritora. Analiza así la fuerza intrínseca de las fábulas: “Tienen lo mismo que las leyendas, los cuentos de hadas, los relatos populares, las canciones de cuna tradicionales: Múltiples voces, decantación, temas universales, magia, misterio. Son relatos ‘minerales’, que se modifican imperceptiblemente y tienen la belleza que dan los años”. Entre todas las fábulas desarrolladas en los cuatro tomos de la colección, Blanco elige para sí la del molinero, su hijo y el burro: “Me causan gracia las situaciones por las que atraviesa este pobre hombre, que va con su hijo a vender su burro al pueblo y por el camino tiene que escuchar estoicamente las opiniones de los demás. La moraleja nos enseña que, hagas lo que hagas, es imposible conformar a todo el mundo. ¡Y es tal cual!”.
Con textos de Oche Califa e ilustraciones de Enrique Alcatena, esta colección abre un recorrido por la narrativa oral de los diferentes pueblos del mundo, abarcando los más distantes: hay leyendas nórdicas, africanas, del antiguo México, de la India. Son historias transmitidas de boca en boca, que en ocasiones han sido fijadas en la literatura, y que hablan de la forma de ser o de sentir de diferentes comunidades. Cada título trae, además, un apéndice con información histórica y cultural sobre el origen de los relatos y de los pueblos que los crearon. Califa le cuenta a Chicos que intentó que la selección mostrara un panorama lo más rico posible de cada cultura abordada: “Que estuvieran lo heroico, la aventura, la fantasía, el imaginario mágico y mítico, la identidad y singularidad cultural, la tragedia”, describe. “No hice modificaciones, sino que me propuse contar con la mejor pluma que tengo y con tanta libertad como lo haría cualquiera (al fin y al cabo nadie es dueño de una leyenda), aunque pensando en la franja de lector a la que va dirigida la colección y, a la vez, sin moverse un centímetro del corazón de lo que la leyenda cuenta y expresa. Es decir, traté de entender, antes de escribir, no sólo lo que la leyenda dice sino también lo que quiere decir”.
Estas leyendas traen personajes, paisajes, culturas muy lejanas. Entre las africanas “Ole Partukai”, por ejemplo, cuenta la crudeza de los tiempos de sequía; “Shaka, rey y tirano” narra la vida de caudillos y emperadores que tuvieron existencia real para terminar por incorporarse al universo mítico del continente. Las leyendas nórdicas tienen como protagonistas a grandes dioses, como Thor y su poderoso martillo, o a seres fantásticos como las valquirias, los elfos, los trolls. Califa admite que lo exótico es, precisamente, parte del atractivo. “El ropaje colorido de costumbres y
geografías desconocidas atrapa. Lo diferente es siempre una cuestión clave del relato del viajero a tierras lejanas tras su regreso, el quid del éxito para retener a todos, como audiencia, a su alrededor.” Pero hay más, analiza, en las leyendas: “En su núcleo hay siempre algo fuerte de la condición humana. No cuentan sólo un argumento interesante, una peripecia o un ‘caso’. Y si sobreviven y siguen atrapándonos es porque, además, se resignifican en cada generación o ante un lector en la otra punta del mundo. Pongamos por caso la leyenda artúrica de la espada en la piedra: nos habla de la cuestión de la identidad personal, como la de Moisés en el Antiguo Testamento o la de Edipo en la tragedia griega; incluso como el cuento de Blancanieves. Otras nos refieren la cuestión de la victoria del pequeño y débil ante el grande y poderoso, o los padeceres ante la traición o el olvido. Siempre transmiten algo fuerte”.
Pequeño Editor, que por estos días está celebrando su décimo aniversario, armó otra original propuesta con su colección Cuentos del Globo: tomando tres cuentos originados en lugares muy remotos entre sí, estos libros muestran cómo se repite un mismo relato en distintos continentes, narrado según la cultura en que se originó. Así ocurre con “Las hadas”, de Charles Perrault, que se parece tanto a la historia de “Los dos hermanos y el Coquena”, del noroeste argentino, y a “Las calabazas del Kouss”, de Senegal. Una idea desarrollada en textos de especialistas, pero que no es común en libros dirigidos a chicos y jóvenes. Y que aparece además presentada en una edición exquisita, bien nutrida de ilustraciones, referencias y mapas ilustrados.
“Entendimos que tres era el número mágico y adecuado, suficiente para sembrar curiosidad en grandes y chicos, y tender de algún modo un puente entre los investigadores y el público general”, dice la editora Ruth Kaufman, y detalla los “condimentos” de la obra: “Incluimos autores clásicos de cuentos tradicionales, a ellos no los adaptamos, solo encargamos nuevas traducciones del francés, ruso o inglés. También hay autores contemporáneos como Birago Diop y Henri Gouganaud, grandes narradores de relatos orales. En otros casos, partimos de versiones transcriptas por investigadores, como la argentina Berta Vidal de Battini y el chileno Yolando Pino Saavedra, adaptándolas con el intento de no perder el sabor de la oralidad. Para dar idea al lector de esta cadena de versiones, en las noticias sobre los autores nombramos tanto a Vidal de Battini como a Luisa Cruz, la pastora jujeña que le contó el cuento”.
En otro tomo aparece “La bella y la bestia” tal como se narra o se narraba en China, Francia y Chile. “El lector puede disfrutar de este juego de parecidos y diferencias que es uno de los grandes placeres que depara el universo de cuentos tradicionales: en China la bestia es una serpiente, en Chile o Patagonia un ser sin pies ni manos ni cabeza”, apunta Kaufman. “Yo soy adicta a estos cuentos desde que empecé a leer –confiesa–. Algunas teorías dicen que nacieron en la zona indoeuropea y se crearon en la revolución neolítica, para pensar, procesar aquel momento. Si esto fuera cierto, ¿no es impresionante poder remontar por el hilo de la tradición oral hacia un pasado tan lejano y un momento tan crucial? A mí me emociona particularmente ‘escuchar’ la voz de los narradores de cada lugar colándose en pequeños detalles por los intersticios de las versiones escritas.” La colección abre preguntas inquietantes: “¿El mismo cuento viajó de país en país y fue cambiando en cada tierra? ¿O en tierras distantes, distintas personas inventaron historias semejantes?”. Ambas teorías se sostienen tras la lectura de estos bellos libros. Y, probablemente, se abran más preguntas.
En una coedición entre Ediciones Continente y la Asociación La Nube (que sostiene la hermosa e inusual biblioteca de Jorge Newbery 3537), estos libros reúnen relatos populares de tierras cercanas. Como Cuentos de pícaros, de Nerio Tello, director de la colección, que hace eje en este personaje que goza de fama propia en América. “Las historias de pícaros han recorrido la vasta geografía del continente y han echado raíz en cada región porque, de alguna manera, encarnan el triunfo de la sabiduría popular”, anuncia el autor. “El pícaro se aprovecha de las debilidades humanas, pero a veces se manifiesta como una suerte de justiciero. Otras veces aparece encarnado en animales: Juan el Zorro, Tío Coyote, Tío Conejo. Sus diferentes nombres hacen mención a su condición de tramposo: Pedro Urdemales, Pedro Malasartes. Son historias sencillas y divertidas, no exentas de cierta malicia, que aún hoy recorren los caminos de nuestra América.” Otros títulos de esta colección son Fábulas argentinas y Nuevas fábulas argentinas, del francoargentino Godofredo Daireaux; Antes de América, con leyendas de pueblos originarios, o Los mapuches, con versiones sobre recopilaciones de investigadores; Cuentos populares de América y Relatos de la América originaria, todos de Tello.
El Gato de Hojalata presenta en su Colección Atrapacuentos una serie de libros en los que reconocidos escritores como Ana María Shua, Silvia Schujer o Adela Basch rastrean y cuentan Cuentos de la Patagonia, Cuentos de la pradera, Cuentos de la selva. En este último, escrito por Shua y Paloma Fabrykant, están los cuentos del cóndor enamorado, el travieso zorro Kalkin o la engreída chinchilla amarilla, en una edición de tapa dura y con ilustraciones de María Licciardo. Shua cuenta sobre el trabajo previo que implica contar estas historias: “Trato de trabajar con varias versiones de cada leyenda, para saber cuáles son los elementos estructurales y cuáles los que aparecen en esa versión. Una vez que he decidido cuál es la historia que quiero contar, investigo un poco para conocer más sobre la cultura de donde la leyenda proviene, para poder enriquecerla con elementos de la vida cotidiana, la vestimenta, las comidas o las costumbres de ese pueblo, tratando de occidentalizarla lo menos posible”, detalla. “Los cuentos y leyendas de los pueblos originarios de todo el mundo han sufrido un proceso de sincretismo cultural y muchas veces incorporan elementos del cuento o las leyendas europeas. Hay que conocer bien el corpus europeo si a uno le interesa elegir historias lo más alejadas posible de las que ya conocemos.” Sobre por qué perviven estas historias en el tiempo, la escritora invita a hacer el planteo inverso: “Estoy segura de que hay fábulas e historias tradicionales que no han pervivido en absoluto. Las que perviven en el tiempo son las mejores, las más fascinantes, aterradoras o divertidas. ¡Por eso nos gustan tanto!”.
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