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Domingo, 23 de julio de 2006
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CRONICA ANTICIPADA DEL MUNDILLO QUE SE OCULTA TRAS LAS DOS SEMANAS MAS COTIZADAS DEL AÑO

Vacaciones de invierno: el Lado B de la inocencia

Actores que se las rebuscan dentro de muñecos, animadores que sufren el malón infantil, marcas que se desvelan por venderle cualquier cosa al nene. Curiosidades de una temporada en que todo parece ser posible.

Por Julián Gorodischer
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Fabián Suigo, un actor que trabajó dentro de un muñeco.

“Ay, Burbuja, ¿qué te pasoooooó?”, se asusta la que hace de Bombón mirando a su compañera pálida. Pasarán las próximas dos semanas adentro del muñeco (en este caso de “chica superpoderosa”); pasearán por el shopping en eventos para niños con poco margen para ventilarse, aunque el espacio disponible adentro de la cabezota ayude. Forman parte de un negocio que dura quince días y se pone en marcha una vez al año. Incluye productores que salvan el año comprimiendo de tres a cuatro funciones de cuentos clásicos adaptados, debutantes que pegan el saltito y acreditarán ese papel dorado en el currículum, críticos y espectadores hastiados del monopolio de sólo dos películas sin subtítulos, sponsors tentados por asociarse “al arte” que innovan en el campo de la publicidad. ¿Más todavía?

Habrá circos clonados alla Cirque du Soleil que rinden tributo al calco del original, ex galanes de telenovela convertidos en príncipe valiente o bestia. Las dos semanas mejor cotizadas del invierno son rentables, eso sí, si se cumplen algunas condiciones. “La pauta de invierno contempla un comercial de TV, uno en gráfica y en radio –dice Chavo D’Emilio, director general creativo de la agencia McCann Erickson y ex responsable de las campañas invernales del zoológico–. ¿Estrategias? Hay que abaratar pañales, miles de dos por uno entre golosinas y juguetes (según el ideal del cobranding, o venta asociada entre dos o más rubros, ver aparte) y se debe llevar a su apogeo el entretenimiento. También hay un nicho de viajes y turismo, y todo debería amoldarse al merchandising de este año, es decir, a Cars, Patoruzito 2, las princesas de Disney on Ice y Barney....”.

Changas y martirios

Estar adentro del muñeco es la odisea que les toca a muchos: no sufren el frío, se diseminan por shoppings e hipermercados, tienen bajones fuertes de presión cuando no se respeta la normativa que promueve Cartoon Network: sólo 20 minutos seguidos de encierro no apto para claustrofóbicos, y luego una pausa para el descanso y/o refrigerio. Estar adentro garantiza una fama repentina pero que no se disfruta visualmente, culpa del velo de la máscara o la felpa. Implica torpeza de manos, imposibilidad de firmar autógrafos, horas eternas que anulan cualquier virtuosismo físico. “El muñeco era muy gordo –recuerda el actor Fabián Suigo–, tenía una especie de arnés, y lo que yo hacía se veía afuera en un diez por ciento. Estaba adentro de uno de los perros tontos, el grandotote, amplio como un departamento de un ambiente. Gocé de la popularidad del muñeco, y en cambio a Dexter lo tuvieron que cambiar por Scooby Doo.”

Por comparación, Suigo destaca la política de encierro interruptus de Cartoon, que les saca el disfraz después de veinte minutos de interior. “Cosa que no sucede en otras promociones –sigue el actor–. Si son varias horas de corrido, no lo hago. Me ha tocado, también, ser un lápiz para Molinos, y la mina era mi cara; trabajaba con amas de casa y las mujeres me decían piropos. Hice de dinosaurio en el subte, y la onda era estar vestido con sobretodo y maletín. La gente preguntaba si era una cámara de Tinelli.” La experiencia del actor adentro del muñeco se complica ante el aluvión de manitos con fervor religioso. “Me llama la atención la devoción al personaje –dice Paula Caride, adentro de Burbuja–, ves a los nenes muy eufóricos: te vienen a abrazar en los shoppings y supermercados, te traen cartas, dibujos. Pero algunos padres se ponen agresivos: desesperados por la foto. En Avellaneda tuvieron que vallar para que pudiéramos salir a saludar. ¡Nos sentíamos cantantes!”

Si la ventaja de Suigo fue el tiempo liberado para respirar, la de Paula Caride fue la asignación de personaje: más espacio abierto, nada de fruncido o pegadito al cuerpo, poco apretujón sintético sobre la piel... “Por ser petisas y cabezonas, las chicas superpoderosas daban más libertad de movimiento, pero la nuca doblada se contractura rápido.” Y sufrió el manoseo del viejito con valija que no se le animaría al muñeco de Superman. El manual del joven actor en vacaciones dirá a todo que sí; siempre la versatilidad será un valor. “Tengo que aprovechar todo lo que pueda –se impone Mario Marino, intérprete de Huevito de ida y vuelta y Bichitos–. He llegado a actuar en shoppings, zancos en Gualeguaychú, promos en supermercados. El salto fue trabajar en lo mío, con mis títeres.”

La ley del mercado

Acaparan el ocio infantil los clones de Cirque du Soleil, que extienden la expulsión de animales y las piruetas decorativas sin pretensiones de innovación en el marco de suntuosos shoppings y salones. Lo que llega es la defensa deliberada del calco. El Cirque XXI recupera, en Pilar, acrobacias de circo tradicional mezcladas con teatro y nuevas tecnologías. La agenda del tiempo libre se hace homogénea a través del circo sin animales, que va contra el manual cirquero ortodoxo, o del monopolio de salas a cargo de unos pocos estrenos infantiles sin subtítulos, dobladas en casi todas las funciones en los complejos Hoyts, Village y Cinemark. A la falta de títulos menos masivos, durante las vacaciones, le corresponde un espectador airado que reclama variedad y respeto.

Según el crítico Horacio Bernades, lo que ocurre “es la pura mecánica de mercado. Hay un reclamo hecho al Instituto de Cine desde varios sectores que se hizo cuando El Código Da Vinci salió en 208 salas. La gente que participó de la reglamentación de cuota de pantalla y media de continuidad admite que quedó en el tintero la cantidad de copias por título. Y se asume que es el siguiente paso que habría que dar. Hay consenso de que hacia allí debería dirigirse la próxima regulación por copia y por complejo”. La tendencia, a su vez, es que esas pocas opciones disponibles (Cars, Vecinos invasores, Superman y Patoruzito II) lleguen dobladas, en contradicción con una tendencia mundial de la animación a incluir a los adultos entre su público. “Se corre el riesgo –sigue Bernades– de que efectivamente el público adulto derive hacia el mercado pirata donde puede conseguir las copias con subtítulos.”

Batacazo invernal

El sponsoreo infantil de carácter fijo apadrina a los mismos grupos o actores a lo largo del tiempo y es una creación más o menos reciente en busca de un fenómeno de contagio. Lo explica Diego Lejman, del grupo La Pipetuá, cuyo espectáculo Sin escalas es un boom que imagina un viaje de clowns por un universo onírico/intergaláctico. “La novedad del sponsor infantil es que una marca de ropa para chicos, por ejemplo, se asuma como innovadora y vanguardista, y busque en la creación los mismos diseños exclusivos que en las prendas. Nos pusimos en contacto con una marca (Grisino) y desde hace años nos conecta el espíritu creativo de ambas propuestas. Saben que volvemos al año siguiente y nos siguen acompañando en forma exclusiva por estas dos semanas.” El sueño autogestivo se siente más cercano cada vez que un nuevo elenco deja una carpeta en un local de un shopping.

Cacho Cristofani, empresario del Teatro Concert, asume que el rédito exige creatividad y empeño. “Tengo La Bella y la Bestia (enamorados), El musiquero loco y La ventanita: abarco las tres franjas de edades y en orden ascendente por horarios. Mi valor agregado es la división etaria: lo ideé deduciéndolo de lo que les pasa a mis nietos.” Durante el boom de consumo de las siguientes dos semanas la competencia será mucha y –según un conteo general– superará las 210 opciones sólo en teatros de la calle Corrientes, y de los barrios de Abasto, Palermo y San Telmo. La complejidad de la organización teatral contempla un estricto sistema de castas escalonadas... “Se divide en dos tipos –sigue Cacho, íntimo del ex galán Silvestre, a quien convocó para La Bella y la Bestia– los basados en la figura con repercusión televisiva, y los 145 teatreros independientes inscriptos, que trabajan como verdaderos obreros, y son en su mayoría jóvenes de no más de 21 años.” “¿Qué hay de cierto sobre la rivalidad entre vocacionales y catódicos? El que está abajo mira para arriba a las figuras –desmitifica Cacho, tajante y conciliador– y siempre siente admiración por Caramelito.”

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