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Sábado, 5 de septiembre de 2015
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EL MUSICO CARLOS GIANNI Y EL FESTIVAL DE TEATRO INFANTIL HUGO MIDON

“La obra de Midón no ha sido igualada”

El músico y docente será uno de los ejes del encuentro que se realizará hoy desde las 14 en el Espacio Cultural Nuestros Hijos, con entrada libre y gratuita. “La mejor manera de disfrutar a Hugo es mostrando su obra”, señala. Trabajaron juntos durante cuarenta años.

Por Karina Micheletto
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En la música de Gianni hay variedad: se escucha desde cumbia hasta jazz, entre otros géneros.

La realización del Festival de Teatro Infantil Hugo Midón pone en escena, junto a la figura del homenajeado, la de su socio creativo y parte fundamental de sus espectáculos durante más de cuarenta años: Carlos Gianni. Hoy, desde las 14, en el Espacio Cultural Nuestros Hijos, de Madres de Plaza de Mayo (Av. Del Libertador 8465), el músico, docente y compositor será la figura alrededor de la cual se vivirán momentos como el de Los Cantayasos (que llevan a escena sus canciones) o la presentación del libro Derechos en acción, que acaba de editar en Uranito (ver aparte). Junto a éstos, otros momentos mostrarán durante toda la tarde, de diversas maneras, una reivindicación de aquel teatro no para chicos, sino “todo público”, como prefería definir lo suyo el dramaturgo. Con su eterno perfil bajo, Gianni –que hoy también recibirá un Premio Santa Clara de Asís– insistió en hablar con Página/12 no de su obra individual, sino de lo que supo construir colectivamente.

La obra de Midón y Gianni, actualmente en cartel en diversos espectáculos y compañías, resulta asombrosamente vigente. El libro que se presenta, de hecho, parte de la canción de la recordada Derechos torcidos. “Esa canción muchas veces fue usada en las escuelas como himno, para el momento de izar la bandera. Cuando me lo contaron, sentí que era uno de los premios más grandes que puede tener”, agradece. “Aquella obra fue un hito en nuestra producción, porque ya habíamos hecho otra experiencia de trabajar con chicos (La familia Fernández), pero esta vez se incluyó a un adulto –Osqui Guzmán–, que era el protector de esta comunidad de chicos de la calle. Lo más impresionante fue la respuesta que tuvo en un público muy diverso, de distintos niveles sociales. Fue muy apreciada por los chicos”, recuerda también.

–En esta y otras obras hay una marca musical muy fuerte. ¿Qué quiso darle a esa marca?

–Ahí jugamos a unir cosas que también son de distintos orígenes: hay una cumbia, temas de jazz, otros un poco más líricos y clásicos. Porque nos parecía, justamente, que desde la música teníamos que llegar a mostrar toda esta diferencia.

–¿Y cómo la pensaban?

–La letra y la música con Hugo las trabajamos en los últimos años de la misma manera: él proponía y yo hacía la música sobre lo que él escribía, sin mencionarle lo que iba a suceder. En general era siempre una sorpresa. Siempre lo contábamos: él me decía: “Yo te quiero contar cuál es la idea que tuve cuando escribí este texto”, y yo le decía: “¡No me cantes, no me cantes!”. Porque no quería tener ninguna influencia al empezar a componer. Entonces Hugo, en broma, decía que yo le estaba frustrando su carrera como cantante.. .

–¿Qué piensa que debe tener una canción dirigida a los chicos o a todo público?

–Mi idea es que la música tiene que tener la sensación que uno tiene cuando ve a un chico: uno ve esa libertad que hace que cambien todo el tiempo, de cosa a cosa, de juego a juego, y mi música también es muy cambiante. Los chicos son profundos; yo trato de hacer una música que sea profunda. Los chicos tienen muchas emociones; yo trato de darle emotividad a mis canciones. Y, fundamentalmente, los chicos viven jugando, el juego es todo en su vida. Y yo trato de que la música tenga juegos, guiños para los papás, algunas sorpresas.

–¿Cómo ve hoy el panorama de los musicales para chicos?

–Hugo es un referente y creo que lo que hizo no ha sido equiparado. Hay otras propuestas, de otros creadores, pero el estilo Midón, la profundidad de su texto, este juego que tenía entre la realidad y la ficción, el involucrar a los adultos y los chicos en una misma idea, la música con ese rol fundamental de contar también la historia, no como adorno sino formando parte del relato.. . En esto creo que no se lo ha igualado. Lo cual no está bien ni mal; hay otros que serán distintos y muy buenos. Lo que quiero decir es que hay creadores que no tienen descendencia: no hubo otro Beethoven; hubo otros buenos, pero no como Beethoven. Y la obra de Midón fue única, y yo tuve la suerte de compartirla durante más de cuarenta años.

–Sin embargo, fue un gran formador, desde su escuela Río Plateado.. .

–El tenía la escuela donde mucha gente se formó como actor, y cómo, pero lo que no atacó fue la formación de lo que él hacía: no dio clases para dramaturgos de niños, no hizo una formación específica para quienes querían seguir el estilo Midón. Y eso es algo que se extraña. En fin, a lo mejor esta necesidad de que todo se mantenga es un deseo personal, porque el arte vive en el cambio. Por suerte se sigue manteniendo como un clásico, y con su hijo, Midón, estamos trabajando sobre el tema de los derechos, para que sus obras sigan en cartel. Nos pareció que la mejor manera de disfrutarlo, es mostrando su obra.

–¿Y cómo empezó ese trabajo conjunto de más de cuarenta años?

–Tuve la suerte de encontrarme con Hugo y creo que él supo buscarme mí, porque fue él el que me buscó para cubrir aquello que él tenía en su pensamiento. El me propuso hacer teatro para chicos, cosa que yo ni sabía qué era, en el ’68, ’69. Ahí surgió la primera obra, estuvimos un año ensayándola, probándola, improvisándola. Por suerte después de todo ese trabajo salió La vuelta manzana, que estuvo como diez años en cartel y fue un hito de la primera etapa de nuestro trabajo: la etapa donde trabajábamos mucho en función de nuestros maestros, de lo que se debía decir, de lo que decían las psicopedagogas y los docentes. Ellos querían algo que no les estábamos dando: querían que los chicos entendieran conceptualmente algunas cosas. Y nosotros confiábamos en que teníamos la posibilidad de movilizarlos, aunque no entendieran alguna palabra.

–¡Menos mal que no les hicieron caso!

–No les hicimos caso, y a partir de la segunda etapa, en los ’80, con Narices, hicimos solo caso a lo que queríamos decir desde nosotros mismos. Ahí fue donde todo se hizo muy popular, ahí empezaron los Vivitos y coleando...

–¿Cuál es hoy su desafío como compositor?

–Estar actualizado para lo que necesitan los chicos de cada época. Acabo de hacer con Paula Schapiro El parador de Valeria; había chicos y adolescentes que cantaron las canciones que escribí y ellos dijeron que eran muy actuales. Ese es mi compromiso con el arte: ir cambiando a medida que cambian los tiempos.

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