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Jueves, 28 de marzo de 2013
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Raúl Kollmann y el éxito de Rayos X, por Del Plata

Salir de la melancolía

El programa conducido por el periodista de Página/12 es el más escuchado en la franja horaria de los domingos a la noche, en ese momento en que el oyente busca un bálsamo para el cierre del fin de semana. “Es un ciclo de acompañamiento”, explica el conductor.

Por Emanuel Respighi
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“La idea es pasar del domingo al lunes hablando de temas apasionantes”, explica Kollmann.

Roberto Arlt escribió alguna vez que la del domingo a la tarde suele ser la “hora en que la humanidad inclina la cabeza”. Sea porque para muchos se llega al fin del descanso y el tiempo compartido con amigos y familiares, o porque para otros la soledad se vuelve insoportablemente pesada, lo cierto es que hay estudios que reafirman la condición depresiva de esas horas que marcan al fin de los días de ocio y el comienzo de la semana laboral. La radio suele funcionar como un dulce bálsamo para quienes buscan una compañía que los ayude a atravesar esa instancia. Y Rayos X, el envío conducido por Raúl Kollmann en Radio Del Plata (domingos, de 21 a 24), parece haber comprendido como ningún otro ciclo esa función, al punto de haberse convertido en el último mes en el ciclo más escuchado de la AM en esa franja horaria.

Con el lema “Una manera tranquila de pasar de domingo a lunes”, el ciclo que desde hace cuatro temporadas conjuga información y entrevistas logró durante febrero acaparar la mayor audiencia de su horario en la AM, con un share de 26,39 por ciento, frente al 19,7 por ciento de Radio 10, 18,1 de La Red y 16,4 de Radio Mitre. Entre tantos pases resonantes, la permanencia en el dial de Rayos X le dio sus frutos a Del Plata, a partir de una propuesta tan sencilla como atractiva. “El Negro Alejandro Dolina dice que todos los fines de semana son una ilusión, una esperanza de que pase algo extraordinario en la vida de uno”, reflexiona Tuny Kollmann, el periodista especializado en judiciales y policiales de Página/12 que al aire es acompañado por la locutora Yamila Segovia. “Y los domingos a la noche suelen ser una frustración de esa esperanza. De manera que nunca pensamos con Diego Kolankowsky, amigo y productor, en hacer un programa policial o judicial, sino un ciclo de acompañamiento. Cuando elegimos la música de la cortina, ‘Mack the Knife’, pensamos en la melancolía del domingo a la noche”, cuenta.

–¿Qué significa que Rayos X sea el más escuchado, en su franja, de la AM?

–La sensación que tenemos es que siempre fuimos ganando oyentes, que cada vez más personas encuentran un refugio a la melancolía del domingo a la noche. Tratamos de que los temas sean interesantes: hace semanas charlamos con Leonardo Moledo, difusor de ciencias de Página/12, sobre cuándo podría darse el fin del planeta, cuánto peligro real hay en que nos impacte un meteorito grande como el que terminó con los dinosaurios, cuándo podríamos tomar contacto en serio con extraterrestres. Llovieron los llamados. La idea con mi coequiper Yamila Segovia es, de una manera dulce, pasar del domingo al lunes hablando de temas apasionantes.

–¿Por qué cree que los oyentes encuentran refugio en Rayos X, un ciclo que tiene un fuerte anclaje en lo periodístico?

–El domingo hablamos con Felipe Pigna sobre su nuevo libro, con José Pablo Feinmann sobre el Papa, con Yolanda Durán sobre supermercados chinos (si son reales los mitos sobre el apagado de las heladeras), con Carlos Rottemberg sobre la temporada teatral... Parecen notas duras, pero la cuestión está en el estilo. Todo es tranquilo, suave. Con Feinmann terminamos hablando de cómo toca el piano de noche y la dimensión de artistas descomunales como Martha Argerich y Daniel Baremboim. Hay un mérito muy grande de la producción.

–Usted tiene una histórica formación en gráfica. ¿Qué encontró en la radio como medio? ¿Qué faceta le permitió incorporar a su oficio?

–Mi corazón está siempre en la gráfica y, sin dudas, en Página/12, diario al que amo y al que me siento orgullosísimo de pertenecer. La gráfica tiene una marca: enseña a ser riguroso, a tener precisión, porque la palabra queda ahí, impresa. Una pifiada es muy evidente, obliga mucho, lo que no significa que uno no meta la pata. La radio me da la posibilidad del diálogo directo, de un ida y vuelta muy cercano con el público. Ojalá tuviera más fluidez, pero bueh, trato de compensar las cosas con buena información, con análisis razonables y con mi estilo.

–No deja de ser un bicho raro: a los periodistas de investigación judicial suele costarles soltarse en los medios electrónicos.

–Me siento suelto y tranquilo. Los diez años de radio y este último tiempo con Mónica y César (de 9 a 12, por Del Plata) me dieron tranquilidad. Hay algo de mito en eso de que la investigación policial o judicial requiere de cierta dureza: son historias de vida que deben mirarse con humanidad y, sobre todo, desconfianza respecto de las historias oficiales.

–En tanto especialista, ¿no cree que hay un alarmante giro a lo “amarillo” de parte del periodismo policial en los últimos años?

–Hay una indudable exageración, que tiene intencionalidad política. Repiten un crimen cien veces por día y ponen el foco en las víctimas, que nunca son un parámetro porque pasan por un momento de excepcional dolor. En el fondo se fomenta una falsa mano dura y una autonomía policial que es ineficiente y hasta peligrosa, como se vio en la tentativa de golpe protagonizada por los policías de Ecuador. Por otro lado, el progresismo tiene que tener políticas de seguridad, empezando por estadísticas fiables en materia de delito. La seguridad es un derecho de la población, en especial de los más vulnerables. No podemos decir: “Ah, es una cuestión de gente de uniforme”. La seguridad democrática requiere de una policía eficiente, tecnificada, con buenos sueldos y conducida por autoridades políticas; una Justicia que funcione, no que dicte sentencias con diez años de atraso, y un servicio penitenciario que trabaje para que el que entra a una cárcel salga habiendo estudiado o con un oficio. La cárcel no puede ser una sede para el rearmado de bandas ni un lugar en el que los penitenciarios se enriquecen vendiéndoles de todo –desde drogas hasta certificados de buena conducta– a los internos.

–¿Cuál cree que debería ser el límite de lo que un periodista puede decir?

–Debe quedar afuera lo que no tiene sustancia, lo que no sirve para explicar lo que pasó. En muchos casos estamos tentados de contar episodios que tienen su costado personal, sexual, llamativo, que por ahí no sirven para explicar nada. Yo también erré mucho en ese aspecto. En el caso del asesinato de Nora Dalmasso fue evidente: se publicaron barbaridades, orgías y fiestas que resultaron falsas. En ésa no caí. Sí me equivoque feo en el caso de la familia Pomar, aquella que murió al darse vuelta su auto a metros de la ruta. Elucubré sobre un posible suicidio por líos de pareja, cuando la realidad fue que la policía no había rastrillado, no había buscado ni a diez metros de la ruta.

–¿Qué hay de cierto en que el periodista policial cuenta menos de lo que sabe?

–No es verdad. Hoy se compite minuto a minuto con otros colegas. Cada uno quiere ser el que tiene la posta, nadie se guarda nada. Hay veces que no se cuenta todo en las primeras horas para permitir que avance la causa judicial, pero repito que son unas horas. Las noches del domingo son ideales para explicar casos policiales enigmáticos sin urgencias, sin la cobertura eléctrica y exagerada. Rayos X no se dedica sólo a eso, pero es un ingrediente.

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