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Domingo, 31 de agosto de 2008
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ESPECTACULO EN EL LUNA PARK, JUNTO AL BALLET Y LA ORQUESTA ESTABLE DEL COLON

Gracia y vuelo en Paloma Herrera

La bailarina presentó un programa que incluyó fragmentos de obras clásicas y populares. Tuvo como partenaire a Guillaume Coté.

Por Carolina Prieto
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Paloma desplegó su dominio técnico y creció en expresividad a medida que la noche avanzaba.

Primera Bailarina del American Ballet Theatre, Paloma Herrera regresó a los escenarios porteños con el espectáculo que presentó el año pasado en el interior del país: un programa variado compuesto de fragmentos de obras clásicas y contemporáneas, junto al Ballet y la Orquesta Estables del Teatro Colón y al canadiense Guillaume Coté como partenaire. La argentina que a los quince años ingresó al ABT (una de las compañías más prestigiosas del mundo) desplegó el viernes su impecable dominio técnico y creció en expresividad a medida que la noche avanzaba. La Gran Gala comenzó con el Grand Pas del tercer acto de Raymonda, con coreografía de Marius Petipa y música de Alexander Glazunov: una pieza con aires románticos y delicados que Paloma interpretó con gracia y suavidad en un marco cortesano. El decorado y las luces montados en el escenario del Luna Park ambientaron sin estridencias y crearon el clima justo, sumados a la actuación de la orquesta.

El escenario viró al negro y al despojamiento con el pasaje “A los amigos”, de la obra Aire de Tango, con coreografía de Ana María Stekelman y música de Francini, Pontier y Orquesta, exclusivamente a cargo del cuerpo de baile del Colón. Un ambiente de baile popular, distendido y juguetón alcanzó notable vigor con el dúo masculino en una fusión de tango y danza contemporánea típica de Stekelman. Luego siguió el pas de deux de Verano Porteño, de Mauricio Wainrot, con música de Piazzolla, que el coreógrafo argentino y actual Director del Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín adaptó para las zapatillas de puntas de Paloma. Junto al bailarín Vagran Ambartsoumian, Herrera, de 32 años, dibujó bellísimas figuras en el espacio, mediante juegos de tensión en sintonía con los cambios melódicos. Como en la apertura, el cierre llegó con otro superclásico: el Grand Pas de Paquita, de Petipa, sobre música de Minkus. Los músicos del Colón, dirigidos por el maestro Carlos Calleja, volvieron al escenario para el pasaje más emotivo del programa en el que se lucieron todos los bailarines, más allá de los rangos. El escenario volvió a vestirse de época, con un fondo que simuló un bosque y unos faroles de utilería (uno de ellos se despegó y por suerte quedó suspendido, sin caer) como encuadre. En esta pieza las bailarinas brillaron en una serie de variaciones individuales, y Paloma fue ovacionada tras una muestra de virtuosismo hecha de pirouettes, déboulés, fouettés y saltos sin respiro. El sonido de las castañuelas, las peinetas en el pelo, la bravura de los movimientos femeninos y los increíbles saltos de los hombres convirtieron el pasaje en el momento más aclamado de la noche. Coté, primer bailarín del National Ballet of Canada y artista invitado del ABT, recorrió el escenario con saltos y giros que desafiaron constantemente la ley de gravedad. Con una liviandad sorprendente, parecía flotar en el aire.

La visita de Paloma, que culmina hoy con una función a las 19 horas, se da en el marco de un teatro Colón prácticamente cerrado; en este contexto, el trabajo de los cuerpos estables y sus condiciones de ensayo se vuelven más difíciles. Actualmente, el Ballet prepara sus funciones en una sala de la Sociedad Hebraica, y todo montaje fuera del primer coliseo sufre un achicamiento. De todas formas, más allá de ciertos desajustes en la puesta y de que el público se quedó con ganas de más danza (recién con Paquita vibraron público e intérpretes), la ovación final dejó en claro la gratitud y el placer de ver actuar a los artistas.

Este es un año más que especial para Paloma. Concretó en Nueva York una exitosa temporada del ABT, que la tuvo como la única primera bailarina en protagonizar todos los ballets completos, además del nuevo ballet de la coreógrafa contemporánea Twyla Tharp. Con la compañía, giró por ciudades de Estados Unidos, Japón y Corea. Y la semana pasada, en el auditorio del Malba, se presentó el documental Paloma Herrera: Aquí y ahora, de Julio Panno, una ventana a su mundo, su vida cotidiana en Manhattan, sus clases, la opinión de los maestros. El vuelo de Herrera sigue en septiembre en España. En el Teatro Real de Madrid protagonizará La Bayadera junto al Corella Ballet, la compañía española más destacada.

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